TORDESILLAS: OBSESIONES POR SER ALGUIEN EN TORDESILLAS...

OBSESIONES POR SER ALGUIEN EN TORDESILLAS
Eran los años de 1869, en España, se acababa de cambiar de gobierno y sistema, y aquel hombre venido de Asturias, con un corazón valiente, se vino a vivir a Tordesillas, donde trabajaba en el monte talando árboles y arreglando pinos, muy pronto se hizo con los temas que más se comentaban, y la fiesta del Toro de La Vega, eran conversaciones diarias, en las horas de comer, incluso en las tabernas de la villa. En su mente empezó a sentir el deseo de ser alguien en aquel ambiente de hombres fuertes, y con el valor de no conocer el miedo. Empezó sabiendo cómo eran las lanzas de tal torneo taurino, su predisposición le llevo a enterarse donde existían esos toros bravos, en aquel territorio, ya que él venía de la región asturiana, donde las vacas todas eran de producir leche, y no existía el ambiente de toros, que en el lugar de Tordesillas era el pan y la conversación de cada día. Sin dar explicaciones a nadie, consiguió en sus trabajos en el monte, dar con una vara de encina, que pudiera tener unos tres metros de larga, a la que adapto en una de sus puntas, hacerla como si fuera una lanza, sobre la madera dura de encina. Aquel hombre asturiano de nacimiento, y duro en el trabajo como es la encina, se puso a pensar cómo se podría entrenar, sin perder el valor que dentro llevaba, en el mes de junio, se preparó cual si fuera un maletilla, para acercarse a la dehesa de la Finca de La Peña, donde existían toros de festejos taurinos, el hombre aquel en noche de Luna llena, se marchó caminando hasta dicho lugar, con su lanza de punta de madera, y sobre el campo aquel, donde los grillos dejan sus canticos nocturnos, y pensando en su valor ante cualquier toro, quería el mismo demostrarse que podría ser la próxima vez quien matase a el Toro de La Vega. No dudo ni un momento, el pasar aquel empalizado endeble, donde los toros dormían y pastaban, y se dio cuenta que estaban en grupos medio adormilados, El hombre aquel sin pensarlo demasiado, llamo a un toro que estaba un poco alejado de su grupo, y el toro sin dudarlo se levantó, y inicio el ataque aquel desconocido personaje, intento quebrarle, y logro darle entre sus patas traseras, un enorme golpe con la vara larga de encina, el toro se revolvió con mucha furia, y marchó derecho a poderle agredir sin tardar mucho tiempo, segundos después el toro un poco herido, y enfurecido, machacaba en el suelo aquel hombre temerario, sin que el hombre pudiera defenderse de tan fiero animal. Sus heridas fueron demasiado grandes, su cuerpo quedo como retorcido, cual si fuera un trapo doblado, su muerte debió de ser rápida, las cornadas en el pecho directas al corazón eran mortales de necesidad. El día siguiente el vaquero de madrugada llegaba al corral, donde dormían dichos animales, y se dio cuenta que había un bulto en el suelo, y una vara larga a su lado, al acercarse se dio enseguida cuenta de tal tragedia, viendo a los toros de la manada, un poco revueltos, y con pocas ganas de hacer amigos. Así termino aquel hombre asturiano, que quiso vivir de cerca, como son algunas tradiciones de años, en las tierras del Duero. Su muerte apenas se comentó, siempre que un toro mataba a un maletilla, incluso de daban tierra sin comunicar a nadie su tragedia. Y este fue un caso más de las leyendas, donde los toros se ven molestados por aficionados, que a veces sufren las consecuencias. G X Cantalapiedra.