AQUELLAS NIEBLAS DEL DUERO Y EL PISUERGA
Era la mañana del día de Navidad de mil novecientos setenta y uno, las nieblas del Duero y Pisuerga aquella mañana heladora, eran terribles, la visibilidad por Las orillas del Duero, no eran superiores a treinta metros, un coche SEAT, 600, D, circulaba por la carretera de Salamanca a Valladolid, habiendo salido de Tordesillas, sobre las ocho y media, estando la niebla cerrada con varios grados bajo cero. El coche antes de llegar a lo que ahora es El Montico, tuvo que parar casi en la cuneta, el cristal de parabrisas se quedó congelado, sin visibilidad ninguna, el frío de aquel conductor camino de Valladolid, se dejaba notar, era terrorífica la temperatura, el coche sin parar el motor, apenas entraba en calor, y después de rascar los cristales, inicio de nuevo la marcha, que a los pocos kilómetros tuvo que volver a parar para poder divisar aquella carretera antigua, el llegar a Valladolid fue complicado, aquellos 28, kilómetros fueron demasiado lentos recorridos aquel día de fiesta, Las nieblas densas del Pisuerga y Duero eran como nieve cayendo sobre los cristales, y dejándoles helados, los limpia parabrisas, no eran capaces de anular el congelamiento, y el camino hasta la ciudad fue horroroso. Una vez en Valladolid la niebla continuaba, y el circular por el centro de la ciudad parecía ser más normal, el conductor visitaba a unos familiares delicados de salud, para darles ánimos en esas fechas navideñas, Y sobre las doce de la mañana inicio su retorno hasta Tordesillas, El regreso fue duro, la niebla cerrada y fría se dejaba notar por el camino, aunque se ve que el parabrisas no se llegó a congelar de la misma forma, aquel hombre conocedor de dicha carretera, conocía sus peligros, pero jamás pudo ver nada igual, la visibilidad le dejó sorprendido, y al llegar a su casa de Tordesillas, comprendió lo duro que es el clima de La Ribera del Duero, y mucho más al lado de donde se unen los dos ríos caudalosos. “Pesqueruela” lugar donde se comentó no hace mucho tiempo, que existía un cocodrilo, que parece que se perdió con las nieblas de dichos ríos castellanos. Hubo tordesillanos que esperaban su llegada por las aguas del Duero, camino del Océano Atlántico, Pero se debieron quedar con las ganas. Solo se sabe que dichas nieblas tienen sus días heladores en el corazón del invierno, y el que se despista, lo pasa muy mal, aunque hoy la carretera es una buena autopista. G X Cantalapiedra. 17 – 2 – 2021.
Era la mañana del día de Navidad de mil novecientos setenta y uno, las nieblas del Duero y Pisuerga aquella mañana heladora, eran terribles, la visibilidad por Las orillas del Duero, no eran superiores a treinta metros, un coche SEAT, 600, D, circulaba por la carretera de Salamanca a Valladolid, habiendo salido de Tordesillas, sobre las ocho y media, estando la niebla cerrada con varios grados bajo cero. El coche antes de llegar a lo que ahora es El Montico, tuvo que parar casi en la cuneta, el cristal de parabrisas se quedó congelado, sin visibilidad ninguna, el frío de aquel conductor camino de Valladolid, se dejaba notar, era terrorífica la temperatura, el coche sin parar el motor, apenas entraba en calor, y después de rascar los cristales, inicio de nuevo la marcha, que a los pocos kilómetros tuvo que volver a parar para poder divisar aquella carretera antigua, el llegar a Valladolid fue complicado, aquellos 28, kilómetros fueron demasiado lentos recorridos aquel día de fiesta, Las nieblas densas del Pisuerga y Duero eran como nieve cayendo sobre los cristales, y dejándoles helados, los limpia parabrisas, no eran capaces de anular el congelamiento, y el camino hasta la ciudad fue horroroso. Una vez en Valladolid la niebla continuaba, y el circular por el centro de la ciudad parecía ser más normal, el conductor visitaba a unos familiares delicados de salud, para darles ánimos en esas fechas navideñas, Y sobre las doce de la mañana inicio su retorno hasta Tordesillas, El regreso fue duro, la niebla cerrada y fría se dejaba notar por el camino, aunque se ve que el parabrisas no se llegó a congelar de la misma forma, aquel hombre conocedor de dicha carretera, conocía sus peligros, pero jamás pudo ver nada igual, la visibilidad le dejó sorprendido, y al llegar a su casa de Tordesillas, comprendió lo duro que es el clima de La Ribera del Duero, y mucho más al lado de donde se unen los dos ríos caudalosos. “Pesqueruela” lugar donde se comentó no hace mucho tiempo, que existía un cocodrilo, que parece que se perdió con las nieblas de dichos ríos castellanos. Hubo tordesillanos que esperaban su llegada por las aguas del Duero, camino del Océano Atlántico, Pero se debieron quedar con las ganas. Solo se sabe que dichas nieblas tienen sus días heladores en el corazón del invierno, y el que se despista, lo pasa muy mal, aunque hoy la carretera es una buena autopista. G X Cantalapiedra. 17 – 2 – 2021.