BUSCANDO CAMINOS SIN SALIDA
Dicen los viejos refranes. Que quien mal anda, mal acaba, es cierto, el noventa y nueve por ciento de las veces pronosticado así es. Aquel hombre que paso con su coche de largo por Tordesillas, hace más de cincuenta y seis años, termino muy mal su vida, hace ya bastantes años, llegó a mis oídos, que murió de SIDA, en el Hospital Río Hortega, en la U, V, I. de Valladolid, ese hombre de difícil apodo, y muy mala fama, siendo mujeriego y camelador de mujeres que arrastro a romper matrimonios, y meter a ciertas personas en el mundo de la droga y la prostitución, su vida fue desde la infancia, un remolino de peripecias tan amargas y duras, que casi nadie quisiera recordarlas, Un día de hace muchos años, cuando la Revista Interviú, estaba en plena fama, su mala historia se hizo pública, creo que fue el número 107, que desapareció de mi entorno, sin saber cómo ni por qué, pero recuerdo su mala y trágica historia, entre Tordesillas y Simancas, Todo el humano que es mala persona, y que su juventud fue dejando diabluras en su camino, tarde o temprano termina donde terminan los “diablos como Satan”, en el infierno, sin encontrar otra salida distinta que la de penar sus maldades. Hay muchas veces que te vienen a la memoria recuerdos vividos en el servicio militar, quiero pasar página de aquella afirmación de un superior mío allí, me dijo que el demonio nunca para, y tiene representantes en la tierra para seguir sus mandatos horribles, y sus muchas fechorías que quedan a veces impunes, unas veces por influencias, y otras por pagar dinero para callar sus malos actos. Hoy no quiero ni deseo pregonar esta mala historia, que Tordesillas supo de cerca, viendo y sufriendo un acto de cobardía por aquel energúmeno, que término su vida como fue su juventud, un delirio de mala persona. Que si existe la justicia en la otra vida, nunca lograra salir del infierno, que el mismo producía en su entorno, La vida tiene esos delirios de grandeza, en algunas personas que no respetaron los derechos humanos, y abusaron maltratando a sus convecinos, sin otro placer de sentirse los verdugos. Para poder contar sus maldades, a quien estuvo en su entorno, Sin otra finalidad que la de confirmar el demonio que llevaba dentro. G X Cantalapiedra.
Dicen los viejos refranes. Que quien mal anda, mal acaba, es cierto, el noventa y nueve por ciento de las veces pronosticado así es. Aquel hombre que paso con su coche de largo por Tordesillas, hace más de cincuenta y seis años, termino muy mal su vida, hace ya bastantes años, llegó a mis oídos, que murió de SIDA, en el Hospital Río Hortega, en la U, V, I. de Valladolid, ese hombre de difícil apodo, y muy mala fama, siendo mujeriego y camelador de mujeres que arrastro a romper matrimonios, y meter a ciertas personas en el mundo de la droga y la prostitución, su vida fue desde la infancia, un remolino de peripecias tan amargas y duras, que casi nadie quisiera recordarlas, Un día de hace muchos años, cuando la Revista Interviú, estaba en plena fama, su mala historia se hizo pública, creo que fue el número 107, que desapareció de mi entorno, sin saber cómo ni por qué, pero recuerdo su mala y trágica historia, entre Tordesillas y Simancas, Todo el humano que es mala persona, y que su juventud fue dejando diabluras en su camino, tarde o temprano termina donde terminan los “diablos como Satan”, en el infierno, sin encontrar otra salida distinta que la de penar sus maldades. Hay muchas veces que te vienen a la memoria recuerdos vividos en el servicio militar, quiero pasar página de aquella afirmación de un superior mío allí, me dijo que el demonio nunca para, y tiene representantes en la tierra para seguir sus mandatos horribles, y sus muchas fechorías que quedan a veces impunes, unas veces por influencias, y otras por pagar dinero para callar sus malos actos. Hoy no quiero ni deseo pregonar esta mala historia, que Tordesillas supo de cerca, viendo y sufriendo un acto de cobardía por aquel energúmeno, que término su vida como fue su juventud, un delirio de mala persona. Que si existe la justicia en la otra vida, nunca lograra salir del infierno, que el mismo producía en su entorno, La vida tiene esos delirios de grandeza, en algunas personas que no respetaron los derechos humanos, y abusaron maltratando a sus convecinos, sin otro placer de sentirse los verdugos. Para poder contar sus maldades, a quien estuvo en su entorno, Sin otra finalidad que la de confirmar el demonio que llevaba dentro. G X Cantalapiedra.