LAS NIEBLAS DEL DUERO
Aquella tarde del mes de diciembre de mil novecientos cincuenta y tres, la niebla cubría todo el entorno de esa ciudad de Tordesillas, donde los fantasmas de la noche parecían estar tratando de dejarse ver, aunque el frío reflejaba el temido invierno castellano. La oscuridad de la llegada de la noche, envolvió todo aquel precioso contorno, donde el Río Duero, dejaba su humedad friolera, y los vecinos de Tordesillas enseguida se metieron en sus casas, para evitar ese frío que se metía en los huesos. Más un hombre con su caballo, venido desde lejos, intentaba llegar a la bonita ciudad castellana, para poder comprender las humedades que el río soltaba en dichas fechas. Con su caballo caminó por aquel entorno, hasta poder lograr dar con la posada, donde dejaría su caballo y equipaje. Una vez acomodado en Tordesillas, agarrando su capa castellana de color negro de mucho abrigo, decidió salir a dar su paseo por su famoso Puente Romano, y pasear por la zona de la Vega, donde apenas la visibilidad era de unos 30, metros, Todo aquel ambiente de niebla temerosa, le dieron al hombre deseo de pisar los lugares más raros y bonitos de Tordesillas, donde pudo conocer de cerca muchos de sus monumentos antiguos, después de cenar saliendo a darse una vuelta por las Verjas, parece que tembló de frío y a la vez de miedo, Aquel hombre vio de cerca entre la niebla la imagen de su padre, que le parecía susurrarle su mala actitud con su madre, a la que había metido en un convento asilo para pobres, cuando el hombre tenía su economía resuelta, trato de huir de allí, pero por las calles de Tordesillas notaba que le seguía, y le lanzaba palabras de poco agradecimiento, y entre los ecos de su voz, empezó a sentir delirios, que al llegar a su posada, se le acercaban para pedirle cuentas del dinero que su padre le dejo al fallecer. Y de sus pasos por esta vida derrochando sus bienes. La noche fue de lamentos, la fiebre le acompañaba, hasta rebasar los 40, grados, y en su delirio los fantasmas del pasado le seguían pidiendo cuentas, que solamente al amanecer pudo despejar su vista y conciencia, aunque la niebla seguía activa, y todo Tordesillas estaba envuelta en dicha niebla. Aquel hombre incluso con fiebre, cogiendo su caballo intento volver de nuevo a su lugar de origen, donde tenía cuentas pendientes con su propia familia, y donde los fantasmas estaban a la defensiva de sus atrocidades. La niebla del Duero marca muchos pasos, y los fantasmas del pasado pueden brillar en su entorno. G X Cantalapiedra.
Aquella tarde del mes de diciembre de mil novecientos cincuenta y tres, la niebla cubría todo el entorno de esa ciudad de Tordesillas, donde los fantasmas de la noche parecían estar tratando de dejarse ver, aunque el frío reflejaba el temido invierno castellano. La oscuridad de la llegada de la noche, envolvió todo aquel precioso contorno, donde el Río Duero, dejaba su humedad friolera, y los vecinos de Tordesillas enseguida se metieron en sus casas, para evitar ese frío que se metía en los huesos. Más un hombre con su caballo, venido desde lejos, intentaba llegar a la bonita ciudad castellana, para poder comprender las humedades que el río soltaba en dichas fechas. Con su caballo caminó por aquel entorno, hasta poder lograr dar con la posada, donde dejaría su caballo y equipaje. Una vez acomodado en Tordesillas, agarrando su capa castellana de color negro de mucho abrigo, decidió salir a dar su paseo por su famoso Puente Romano, y pasear por la zona de la Vega, donde apenas la visibilidad era de unos 30, metros, Todo aquel ambiente de niebla temerosa, le dieron al hombre deseo de pisar los lugares más raros y bonitos de Tordesillas, donde pudo conocer de cerca muchos de sus monumentos antiguos, después de cenar saliendo a darse una vuelta por las Verjas, parece que tembló de frío y a la vez de miedo, Aquel hombre vio de cerca entre la niebla la imagen de su padre, que le parecía susurrarle su mala actitud con su madre, a la que había metido en un convento asilo para pobres, cuando el hombre tenía su economía resuelta, trato de huir de allí, pero por las calles de Tordesillas notaba que le seguía, y le lanzaba palabras de poco agradecimiento, y entre los ecos de su voz, empezó a sentir delirios, que al llegar a su posada, se le acercaban para pedirle cuentas del dinero que su padre le dejo al fallecer. Y de sus pasos por esta vida derrochando sus bienes. La noche fue de lamentos, la fiebre le acompañaba, hasta rebasar los 40, grados, y en su delirio los fantasmas del pasado le seguían pidiendo cuentas, que solamente al amanecer pudo despejar su vista y conciencia, aunque la niebla seguía activa, y todo Tordesillas estaba envuelta en dicha niebla. Aquel hombre incluso con fiebre, cogiendo su caballo intento volver de nuevo a su lugar de origen, donde tenía cuentas pendientes con su propia familia, y donde los fantasmas estaban a la defensiva de sus atrocidades. La niebla del Duero marca muchos pasos, y los fantasmas del pasado pueden brillar en su entorno. G X Cantalapiedra.