SOMBRAS DE VIEJAS LEYENDAS DE LOS SIGLOS PASADOS
Aquel día de septiembre con el corazón temblando, soñando tener la fiebre de un lancero suplicando. Era un martes como siempre, en su caballo ligero, esperaba ver alegre las aguas del Río Duero. Con las nuevas herraduras y la montura brillando, dejando atrás las finuras su caballo galopando. Viñedos por el camino, encinas en algún claro. Tordesillas de destino sin pensar en nada raro. Sombras de viejas leyendas el jinete iba pensando, las bridas eran las riendas mientras iba galopando. Mirando hacia el Río Duero en aquel camino largo, las sombras del ROMANCERO, no son un camino amargo. El viaje a Tordesillas entre pinos bien cuidados, el campo da maravillas en los tiempos con sembrados. Los pinos marcan veredas en los campos solitarios, siempre veremos las sendas de sueños extraordinarios. El caballo relinchando siente la fiebre del miedo, parece que va pensando en algún temido enredo. Los caballos desde lejos parece que relinchando, quieren romper los complejos que La Vega les va dando, Los caballos se amontonan, las voces se van notando, los ecos se solucionan si el aire se va callando. Caballos y caballeros sienten voces de desgarros, todos quieren ser primeros sin topar con grandes carros. Gentes en las barandillas, que el Duero pasa de largo, hoy las gentes más sencillas ponen su vida en embargo. Ese martes de septiembre con gritos muy bien llevados, Tordesillas tiene fiebre en caminos evocados. Caballos que se desbocan, gritos fuertes desgarrados, personas que a dios invocan en sus pasos delicados. El Duero ronco de brisas va mirando a los dos lados, las gentes marchan sin prisas con sus tiempos bien marcados. Sombras de viejas leyendas sobre los suelos brillaron, que nadie borre las sendas por donde allí cabalgaron. Caballeros castellanos fundidos entre lamentos, siempre sudando sus manos y temiendo sufrimientos. G X Cantalapiedra.
Aquel día de septiembre con el corazón temblando, soñando tener la fiebre de un lancero suplicando. Era un martes como siempre, en su caballo ligero, esperaba ver alegre las aguas del Río Duero. Con las nuevas herraduras y la montura brillando, dejando atrás las finuras su caballo galopando. Viñedos por el camino, encinas en algún claro. Tordesillas de destino sin pensar en nada raro. Sombras de viejas leyendas el jinete iba pensando, las bridas eran las riendas mientras iba galopando. Mirando hacia el Río Duero en aquel camino largo, las sombras del ROMANCERO, no son un camino amargo. El viaje a Tordesillas entre pinos bien cuidados, el campo da maravillas en los tiempos con sembrados. Los pinos marcan veredas en los campos solitarios, siempre veremos las sendas de sueños extraordinarios. El caballo relinchando siente la fiebre del miedo, parece que va pensando en algún temido enredo. Los caballos desde lejos parece que relinchando, quieren romper los complejos que La Vega les va dando, Los caballos se amontonan, las voces se van notando, los ecos se solucionan si el aire se va callando. Caballos y caballeros sienten voces de desgarros, todos quieren ser primeros sin topar con grandes carros. Gentes en las barandillas, que el Duero pasa de largo, hoy las gentes más sencillas ponen su vida en embargo. Ese martes de septiembre con gritos muy bien llevados, Tordesillas tiene fiebre en caminos evocados. Caballos que se desbocan, gritos fuertes desgarrados, personas que a dios invocan en sus pasos delicados. El Duero ronco de brisas va mirando a los dos lados, las gentes marchan sin prisas con sus tiempos bien marcados. Sombras de viejas leyendas sobre los suelos brillaron, que nadie borre las sendas por donde allí cabalgaron. Caballeros castellanos fundidos entre lamentos, siempre sudando sus manos y temiendo sufrimientos. G X Cantalapiedra.