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TORDESILLAS: AQUELLA NOCHE LE FALTABAN PIES...

AQUELLA NOCHE LE FALTABAN PIES
En Tordesillas como en muchos lugares de España, los años llamados del hambre, fueron terribles para las personas más humildes, que muchas veces tuvieron que recurrir a métodos no normales, para poder seguir subsistiendo. Aquella noche del mes de diciembre de 1946, un hombre que apenas podía ganar un sueldo de miseria, cuando le llamaban para trabajar en la agricultura, y otras veces de peón de albañil. Teniendo hijos que mantener, y sin demasiadas ayudas, se buscaba la vida de diferentes maneras, unas veces en los pinares cogiendo piñas, y otras en la nocturnidad de aquella época, intentando recoger de alguna huerta de Tordesillas, patatas o remolacha. Aun corriendo el riesgo de ser visto y castigado por las autoridades de entonces, pero el hombre ante tal necesidad de poder comer su familia, corría siempre el riesgo, y en esa noche salió de su vivienda, como lo hacía de costumbre, cruzando el Puente Romano, y continuando por el Camino de La Peña, con sus alforjas a cuestas, eran las nueve de la noche, el silencio era absoluto, no se sentía ni un ruido sospechoso, creo que hasta los pájaros dormían sin hacer ruido. De pronto se introdujo en un finca, donde las remolachas azucareras eran bastante grandes, y sin perder un minuto en sus alforjas metía cuatro remolachas, que llegarían a pesar uno doce kilos. El hombre aquel quito las hojas de las remolachas, y la tierra de alrededor de dichas plantas, para que pesaran menos, y poder llevarlas a su casa mejor. Un vez que salió al Camino, hoy Carretera de La Peña, en dirección a Tordesillas, empezó viendo unas luces en la lejanía, que parecían venir derechas por donde el caminaba, intento meterse en una huerta, y camuflarse entre un montón de alfalfa seca, Pero aquellas luces que parecían ser varias y muy potentes, le deslumbraban incluso tapándose la cara con dicho alfalfa, durante unos segundos pensó que aquel vehículo no era un avión normal, ya que apenas metía ruido, y paso raspándole la cabeza, sin dejar pasar más tiempo se acercó hasta el Río Duero, para refugiarse de dicho aparato irreconocible, sus alforjas se quedaron en aquel montón de alfalfa, y el hombre con su miedo llegó hasta la orilla del Río Duero, donde entre unos arbustos que le arañaban, intento esperar a ver qué pasaba, el aparato volvió a pasar por encima del montón de alfalfa, donde había dejado las cuatro remolachas, y a continuación levanto el vuelo muy rápido sin ninguna luz encendida, y sin poder entender aquel misterio que no podría explicar a nadie, ya que le ficharían en diferentes sitios, al robar esas remolachas, que una vez asadas en la lumbre, eran una perfecta comida, para aquellos años de hambruna, aquel hombre conocedor de la vigilancia del Puente Romano, uso una barca de pescadores que cruzaban el Duero, para pasar el estraperlo, sin ser visto por la Guardia Civil que tenía aquel lugar demasiado controlado, y vigilado, pero el hambre hace espabilar los instintos de conservación, en la raza humana. G X Cantalapiedra.