TORRECILLA DE LA ORDEN: Como quiera que prácticamente todos estamos censados...

Como quiera que prácticamente todos estamos censados y registrados, todos también estamos pillados por el fisco y por los impuestos. Esto, que parece una obviedad, también lo ha sido históricamente, y cada habitante de Torrecilla, en épocas pasadas, debía rendir cuentas a las haciendas del César (el estado), de Dios (la Iglesia) y del municipio. Lo que vamos a tratar a continuación, arranca desde los siglos XVI y XVII y llega, prácticamente, a los albores del siglo XX. El resto, hasta los IVAS de hoy día, es materia más conocida.
Los impuestos que había que tributar en Torrecilla, los podemos dividir en los siguientes apartados:

l.-Impuestos a la Corona (llamados también, impuestos reales)
2.-Impuestos o tributos concejiles (impuestos al "ayuntamiento")
3.-Impuestos eclesiásticos
4.-Impuestos señoriales

.............................. .............................. ...................
1.-IMPUESTOS A LA CORONA
La Corona (entiéndase, el Estado), por motivos de distinta naturaleza -nacionales, internacionales y particulares- recababa de Las Cortes ayudas económicas que, prácticamente, nunca se denegaban. Llamásense impuestos o subsidios, todos los contribuyentes debían de hacer frente a tales cargas. Los más importantes los podemos clasificar en los siguientes:

a.-Servicios
b.-Millones
c.-Alcabalas

Tanto los denominados "servicios" como los "millones" son unos impuestos para que el Estado salga del apuro del momento, dado el déficit crónico de la época. Si empezó en el siglo XVI como algo excepcional, continuó dándose de forma continuada en siglos posteriores.
A raíz del descalabro de la Armada en 1588, Felipe II pide a las Cortes una nuev a ayuda, conocida con el nombre de "donativo de los ocho millones". Había de servir para sanear las maltrechas arcas del estado. Una vez que las Cortes lo autorizaran, las cantidades a recaudar se reparten por distritos (39 en el reino de Castilla), que a su vez habrán de hacerse por repatimiento entre las localidades, adjudicándose a cada uno la cuantía del importe que habría de satisfacer. Dado que los concejos (hoy día, diríamos ayuntamientos) también estaban agobiados y con déficit (no llega con el dinero de las tierras comunales, dehesas, prados y montes), se ha de recurrir a echar "SISAS" (de ahí el término "Sisar") sobre los productos alimenticios de primera necesidad: aceite, vino, vinagre y carne. Este impuesto se amplió, incluso, a hidalgos y clérigos, excepto franciscanos.
Los servicios y millones "perpetuaron un método de recaudación injusto, favorece a los ricos y perjudica a los pobres, al basar su imposición en la sisa de los productos, los encarece y restringe el consumo".
Por si esto fuera poco, con Felipe IV (siglo XVII), se crea otro impuesto llamado "los Cientos": La Hacienda Real ordenó que " se sacaren y cobraren de los medios y arbitrios de uno por ciento de todo lo que se vendiere". La situación se complica a los cobradores de impuestos, que ven difícil cobrar los "repartimientos", sin que falten quejas y las "huídas vecinales".
Las ALCABALAS son impuestos sobre ventas de productos y no sobre propiedades. Correspondía a un 10% de las ventas. Éstas eran con relación a: venta de casas, animales, trigo, cebada, centeno, algarrobas, lentejas, vino y palomares.
Los tenderos también lo tenían crudo. Se les llamaba los "OBLIGADOS", pues al adquirir mediante puja tabernas y carnicerías, se "obligaban" a pagar impuestos sobre ventas. Era una especie de la declaración trimestral del IVA para los autónomos de hoy. Las alcabalas entorpecen las ventas, por eso se procura ocultarlas, surgiendo la picaresca. Al final, los gastos derivados de las ventas, se llevan a cabo por el comprador (el IVA a cuenta del comprador). Este afán recaudatorio hizo posible que el Estado vendiese las alcabalas a gente que luego las recaudaba, asegurando, por tanto, el Estado, el cobro de las mismas.
Las alcabalas suponían una proporción de 3 a 1 sobre los servicios y millones. Era la mayor carga tributaria en todos los pueblos del Partido de Valdeguareña y, por tanto, de Torrecilla. Para que nos hagamos una idea, en el siglo XVII, cada vecino debía corresponder con 1200 maravedíes (moneda de uso de la época), equivalentes a unos l5 días de jornal medio agrícola.
Las reducciones de ventas y las crisis económicas sucesivas, hicieron que las presiones impositivas bajasen al equivalente de 6 días de jornal.
Una gran parte de los dineros recaudados servían para pagar el Estado la deuda acumulada que tenía. El estado emitía obligaciones y bonos que luego había que pagar (como ahora) y que recibían el nombre de JUROS.
Como la cosa es larga, otro día hablaremos de otros impuestos no menos onerosos. El pobre torrecillero de entonces- y de otros sitios- (nuestros ancestros) estaba agobiado por los mismos.