Se puede ver en el
Museo de
Escultura y, de paso, comprobar lo bestias que eran los
santos en cuestión: le cortaron a lo vivo la pierna al negro para ponérsela al blanco. Espero que, al menos, no hubiera rechazo, aunque seguro que al prócer
romano no le hizo mucha ilusión tener una pata susceptible de esclavización.