¡Que tiempos aquellos! cuando cogíamos las patatas de
casa y las llevábamos al
patio de las
escuelas nuevas, poníamos una
hoguera con palos y tobas, y el hambre nos hacia comerlas casi sin asar, o nos las quitaban los mayores después de afanar tanto, salíamos ahumados como los chorizos, apestábamos a humo, pero que
felices eramos, CEVICO, QUERIDO CEVICO. Un saludo Domingo.