VILLAFRECHOS: NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA (Silencio atronador)...

NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA (Silencio atronador)

Siempre me ha parecido el nombre de mi pueblo un lugar irreconocible para otros, a pesar de haberlo visto escrito en latín, en griego, en español en más de 20 formas distintas, y habérmelo hecho escribir en caracteres cirílicos y arábigos, y siempre creí que la frase evangélica, en boca de Jesús, al encontrarse con sus paisanos: «Ningún profeta es bien acogido en su tierra» (Lucas, 4, 24), era una hipérbole. Sin embargo, la vida me ha metido en vereda y ahora estoy más convencido que nunca de que es una frase lapidaria. Incluso podría resultar más precisa, si añadimos: “Nadie es profeta en su tierra hasta que no se encuentra enterrado debajo de ella”.

Hay “botones de muestra” para explicar esto que más se parecen a un puñetazo en un ojo.

Tuve la desfachatez de intentar corregir un dato de la “Memoria histórica de Valladolid”, que indica en la página 2401 de su libro la fecha de muerte de Félix Domínguez (26/07/1936). Como da la casualidad de que era tío mío precisamente porque no murió en esa fecha, les envié la esquela de su fallecimiento, ocurrido en Valladolid el 10/02/1998, lo que supuso que alguien cercano me tratara de “facha”, a pesar de que les había indicado, por piedad, para evitar gastos de exhumación, que estaba enterrado en la tumba de mi hermana.

No hace mucho tiempo dediqué más de dos años a una investigación sobre San Isidoro, patrono secundario de mi pueblo con fiesta en su calendario laboral. Otro atrevimiento.
Advierto a desaprensivos que aprendí muchas cosas, que sintetizo en este decálogo:

1) El traslado de los restos de San Isidoro de Sevilla a León, depositados en un arca en la basílica de San Isidoro de León, tuvo lugar en el año 1063, y en su camino hicieron parada en Pozuelo de la Orden en el mes de noviembre.

2) La ciudad de León, a raíz de unas rogativas en las que pedía la intercesión de San Isidoro en la lluvia para una tierra reseca en el tiempo del estío (año 1158), sacó las reliquias de San Isidoro de la Basílica, que llevó hasta Trobajo del Camino, y, atendidas sus peticiones, construyeron una ermita en Trobajo del Camino, dedicada al Santo, San Isidoro del Monte, y la ciudad de León hizo “voto de villa”, compromiso a cumplir en el día de su fiesta todos los años, acudiendo, para ello, a la ermita de San Isidoro del Monte.

3) El curato de almas de Pozuelo de la Orden estuvo en manos de un “canónigo” de la Colegiata de San Isidoro de León hasta 22/11/1815. Probablemente, tras la sentencia de Roma (03/07/1345), en la que el papa Clemente VI determinó: «dese a San Isidoro de León la posesión efectiva de la ermita de Santa Ana, de Pozuelo de la Orden, y de sus limosnas, habiéndose demostrado que dicha ermita no pertenecía al monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Valladolid» –derecho que reclamaba este monasterio por haberse construido dicha ermita en terrenos que había heredado en Pozuelo de la Orden–, el “cura de almas” de Pozuelo de la Orden, a imitación de lo que había sucedido en León, promocionó la fiesta de San Isidoro con “voto de villa” por parte de Villafrechós, para agradecer la intercesión del Santo de haberlos salvado de la peste que padecían, cuando sus reliquias pasaron por Pozuelo de la Orden en 1063. Se comprometían los vecinos de Villafrechós a acudir en romería hasta la ermita de Santa Ana de Pozuelo de la Orden para cumplir con el “voto de villa” el día de la fiesta de San Isidoro, como hacían los vecinos de la ciudad de León en la ermita de San Isidoro del Monte, en Trobajo del Camino.

4) ¿En qué consistía la fiesta? En una romería, en la que las autoridades civiles y eclesiásticas acompañaban a los fieles en procesión desde León a Trobajo del Camino o desde Villafrechós a Pozuelo de la Orden para cumplir el “voto de villa”, y, tras asistir a misa y cumplir el “voto de villa”, ofrenda de cera para alumbrar la iglesia durante todo el año, se continuaba con una comida comunitaria o bien en el entorno de la ermita de San Isidoro del Monte, en Trobajo del Camino, o en el entorno de la ermita de Santa Ana, en Pozuelo de la Orden.

5) El obispo de León, Bartolomé Santos de Risoba, prohibió que los sacerdotes acompañaran a los fieles a las “romerías” (que estuvieran alejadas más de media legua [11/6/1636]), y la fiesta quedó reducida a misa y ofrenda. Desaparecida la romería, perdió sentido la fiesta, ya que desde entonces no asisten a la misma los fieles de Villafrechós. Y la comida comunitaria se ha convertido en una “comilona” de los representantes de la autoridad civil, militar y eclesiástica de ambos pueblos.

6) Para compensar la prohibición episcopal, el Cabildo de Villafrechós estableció el 20 de abril de 1658 que, a partir de ese año, se realizaría procesión, que saldría de San Pelayo, y misa en la ermita de la Virgen de Cabo el día de la fiesta de San Isidoro.

7) ¿En qué fecha se celebraba la fiesta de San Isidoro en la diócesis de León? La fiesta de San Isidoro, o “dies natalis”, en el Calendario Litúrgico Romano, era el 4 de abril. Como esta fecha “se estorba las más veces con las solemnidades santísimas de la Semana Santa y Pascua de Resurrección”, el obispado de León trasladó la fiesta de San Isidoro al “Jueves después de la Octava de Resurrección”, o sea, 15 días después de Jueves Santo. Así aparece en las constituciones de la “Cofradía de San Isidoro”, redactadas por el abad Martino en el año 1331.

8) El Gobierno español suplicó a la Santa Sede: «para bien del comercio, fomento de las artes y provecho de la agricultura que disminuyese el número de los días festivos entre semana...», y obtuvo que Pío IX decretara (2/5/1867): «además de la supresión de la obligación de oír misa las fiestas de segundo orden sin descanso laboral..., que en cada diócesis habría un solo patrono principal con fiesta de precepto designado por la Santa Sede, trasladándose la fiesta de otros patronos al domingo siguiente». El Decreto Pontificio se elevó a Real Decreto en 26/6/1867, y San Isidoro, “fiesta de segundo grado”, se trasladó al domingo siguiente a la fecha en que se celebraba. El Ayuntamiento de León, que fue el primero en establecer esta fiesta con “voto de villa”, aprobó este cambio, de acuerdo con el Cabildo de San Isidoro de León, y a partir de esa fecha celebró la fiesta de San Isidoro el domingo siguiente al Jueves después de la Octava de la Resurrección.

9) El Concilio Vaticano II hizo una reforma profunda del Calendario Litúrgico, que entró en vigor en España (1/1/1972): «La prioridad de la celebración del misterio de Cristo obligó a que la celebración de San Isidoro de Sevilla, elevada a la categoría de fiesta, no pudiese dejarse el 4 de abril por la proximidad de la Semana Santa, trasladándose al día 26 del mismo mes». Se evitaba de esta forma que la festividad de San Isidoro coincidiera con Cuaresma y Pascua y que el cálculo de la fecha de una festividad de los santos con categoría de “fiesta” se determinara por el calendario lunar, dejando esta singularidad para la fiesta de la Pascua. El Ayuntamiento de León aprobó este cambio el 13/4/1972, de acuerdo con el Cabildo de San Isidoro de León.

10) La satisfacción a mis inquietudes por conocer las tradiciones del pueblo que me vio nacer me llegó desde fuera: Jacques Elfassi, profesor de la Universidad de Lorraine (Metz), experto en San Isidoro, publicó en la revista científica, “Chronique isidorienne VI (2018-2019)”, una reseña elogiosa de mi libro San Isidoro, sabio en el siglo VII, santo en el siglo XII: «un libro aparentemente destinado al “gran público”, pero que me ha parecido mucho más interesante que algunas obras pretendidamente científicas que en realidad no aportan nada», y subraya que «he encontrado en este libro una respuesta clara de cómo ha sido desplazada en España esta fiesta del 4 al 26 de abril», sellando su apreciación sobre dicha obra: «un placer para la vista».

Después de este decálogo, sólo me resta terminar el escrito en los términos evangélicos con que lo inicié, y considerar que los consejos de Jesús a sus discípulos son frases lapidarias: «Y, si no os reciben ni escuchan vuestras palabras, salid de esa casa o de ese pueblo sacudiendo el polvo de vuestros pies» (Mateo, 10, 14); así no tendréis nada en común con ellos, ya que allí dejasteis hasta el polvo que pudo adherirse a vuestros pies, comenta San Juan Crisóstomo.