Recuerdo, en la posguerra, cuando el hambre llamaba a la puerta, moliamos día y noche para que la gente tuviera harina para hecer pan y dar de comer a su familia, tantas horas en el molino daban para mucho, además de moler harina, se hacían amistades y se pasaban muy buenos ratos juntos, mozos y mozas del lugar y de pueblos cercanos.