NEREA VILLORIA Las plagas de moscas de sierra, «tronchaespigas» y nefasia causan importantes daños en los cultivos cerealistas de la provincia, según se recoge en el «Estudio para la detección y prevención de plagas en los cultivos de cereal de la provincia de Zamora» publicado recientemente por la Cámara Agraria Provincial.
Dentro de las cuatro demarcaciones en las que se ha desarrollado el proyecto (Campos-Pan, Bajo Duero, Benavente-Valles y Toro-Guareña) se han seleccionado cada año una serie de parcelas con distintas variedades de cebada, avena y trigo en varias localidades. En cada campaña han colaborado varias decenas de agricultores con el ofrecimiento de sus fincas.
El primer año, durante la campaña 2004-2005, se eligieron trece poblaciones: Gallegos del Pan, Montamarta, Pajares de la Lampreana, Valdeperdices, Cerecinos de Campos, Cerecinos del Carrizal, Manganeses de la Lampreana, Cañizo, Villalba de la Lampreana, Revellinos, Malva, Fuentesaúco y Moreruela de Tábara. En años posteriores el equipo de estudio incorporó las localidades de Villafáfila, Santa Eulalia de Tábara, Cañizal, Cubillos, Villalpando, Fuentelapeña y San Esteban del Molar.
En un principio el estudio se centró en el seguimiento de las moscas de sierra, al sospechar que estos insectos eran los causantes de los daños que «desconcertaban» a los cerealistas de la provincia de Zamora en los últimos años. Las primeras capturas de adultos se consiguen en mayo de 2005 en Manganeses de Lampreana y Villalba de la Lampreana. Los daños que causan las larvas de las moscas de sierra presentan, como primeros síntomas, un blanqueamiento prematuro de la planta. Sin embargo, se descubrió que las larvas pertenecían también a otro insecto: el «tronchaespigas» o «aguijonero», que provoca efectos similares. Pero el síntoma que realmente alerta a los agricultores es la caída masiva de espigas en fechas muy próximas a la cosecha, cuando más disminuye el rendimiento del cultivo.
Las moscas de sierra provocaron daños en trigos, cebadas y avenas, mientras que el «tronchaespigas», causante de los daños más graves y más tempranos, mostró una clara preferencia por los trigos. Para evitar ambas plagas, un mayor laboreo puede suponer una disminución del número de larvas invernantes y el adelanto de la fecha de siega puede resultar interesante a la hora de disminuir los daños. Además, la rotación de cultivos puede ser de gran utilidad a la hora de disminuir la población de moscas de sierra y «tronchaespigas» o, al menos, de minimizar sus daños.
Por otro lado, los agentes climáticos externos influyen sobre el desarrollo de las larvas, viéndose más afectadas por las lluvias que por las bajas temperaturas.
Respecto a la nefasia, es una plaga que ya fue documentada por primera vez en 1973 en Valladolid. En la provincia de Zamora la superficie más afectada es la comarca de Fuentesaúco, pero no todas las zonas se vieron perjudicadas de la misma manera. Las localidades en las que los daños fueron más graves y en las que se produjeron pérdidas económicas importantes fueron: La Bóveda de Toro, Cañizal, Castrillo de la Guareña, Fuentelapeña, Fuentesaúco, Guarrate, El Pego, Vadillo de la Guareña, Vallesa-Olmo de la Guareña, Villaescusa y Villamor de los Escuderos, todas ellas limítrofes con las provincias de Salamanca y Valladolid, donde también sufren esta plaga.
Los primeros daños que presenta el cultivo son las galerías que provocan las larvas, que deben servir al agricultor como aviso de la presencia de nefasia en su campo. Las espigas blancas, malnutridas y malformadas son ya señal de gravedad.
Los trabajos que se han llevado a cabo durante los cinco años de estudio de estas plagas han consistido en la localización de parcelas, captura de adultos mediante trampas (como placas cromáticas engomadas), seguimiento climatológico, tratamientos con insecticidas experimentales (sobre semilla, preventivos -que presentaron la mayor eficacia- y paliativos) en superficies de entre una y cuatro hectáreas, «monitoreos» en campo y «monitoreos» de rastrojos controlados, que implican la cría de insectos en cautividad para comprobar su sensibilidad de estas plagas a las variaciones climatológicas o las fechas de vuelo de los adultos.
Dentro de las cuatro demarcaciones en las que se ha desarrollado el proyecto (Campos-Pan, Bajo Duero, Benavente-Valles y Toro-Guareña) se han seleccionado cada año una serie de parcelas con distintas variedades de cebada, avena y trigo en varias localidades. En cada campaña han colaborado varias decenas de agricultores con el ofrecimiento de sus fincas.
El primer año, durante la campaña 2004-2005, se eligieron trece poblaciones: Gallegos del Pan, Montamarta, Pajares de la Lampreana, Valdeperdices, Cerecinos de Campos, Cerecinos del Carrizal, Manganeses de la Lampreana, Cañizo, Villalba de la Lampreana, Revellinos, Malva, Fuentesaúco y Moreruela de Tábara. En años posteriores el equipo de estudio incorporó las localidades de Villafáfila, Santa Eulalia de Tábara, Cañizal, Cubillos, Villalpando, Fuentelapeña y San Esteban del Molar.
En un principio el estudio se centró en el seguimiento de las moscas de sierra, al sospechar que estos insectos eran los causantes de los daños que «desconcertaban» a los cerealistas de la provincia de Zamora en los últimos años. Las primeras capturas de adultos se consiguen en mayo de 2005 en Manganeses de Lampreana y Villalba de la Lampreana. Los daños que causan las larvas de las moscas de sierra presentan, como primeros síntomas, un blanqueamiento prematuro de la planta. Sin embargo, se descubrió que las larvas pertenecían también a otro insecto: el «tronchaespigas» o «aguijonero», que provoca efectos similares. Pero el síntoma que realmente alerta a los agricultores es la caída masiva de espigas en fechas muy próximas a la cosecha, cuando más disminuye el rendimiento del cultivo.
Las moscas de sierra provocaron daños en trigos, cebadas y avenas, mientras que el «tronchaespigas», causante de los daños más graves y más tempranos, mostró una clara preferencia por los trigos. Para evitar ambas plagas, un mayor laboreo puede suponer una disminución del número de larvas invernantes y el adelanto de la fecha de siega puede resultar interesante a la hora de disminuir los daños. Además, la rotación de cultivos puede ser de gran utilidad a la hora de disminuir la población de moscas de sierra y «tronchaespigas» o, al menos, de minimizar sus daños.
Por otro lado, los agentes climáticos externos influyen sobre el desarrollo de las larvas, viéndose más afectadas por las lluvias que por las bajas temperaturas.
Respecto a la nefasia, es una plaga que ya fue documentada por primera vez en 1973 en Valladolid. En la provincia de Zamora la superficie más afectada es la comarca de Fuentesaúco, pero no todas las zonas se vieron perjudicadas de la misma manera. Las localidades en las que los daños fueron más graves y en las que se produjeron pérdidas económicas importantes fueron: La Bóveda de Toro, Cañizal, Castrillo de la Guareña, Fuentelapeña, Fuentesaúco, Guarrate, El Pego, Vadillo de la Guareña, Vallesa-Olmo de la Guareña, Villaescusa y Villamor de los Escuderos, todas ellas limítrofes con las provincias de Salamanca y Valladolid, donde también sufren esta plaga.
Los primeros daños que presenta el cultivo son las galerías que provocan las larvas, que deben servir al agricultor como aviso de la presencia de nefasia en su campo. Las espigas blancas, malnutridas y malformadas son ya señal de gravedad.
Los trabajos que se han llevado a cabo durante los cinco años de estudio de estas plagas han consistido en la localización de parcelas, captura de adultos mediante trampas (como placas cromáticas engomadas), seguimiento climatológico, tratamientos con insecticidas experimentales (sobre semilla, preventivos -que presentaron la mayor eficacia- y paliativos) en superficies de entre una y cuatro hectáreas, «monitoreos» en campo y «monitoreos» de rastrojos controlados, que implican la cría de insectos en cautividad para comprobar su sensibilidad de estas plagas a las variaciones climatológicas o las fechas de vuelo de los adultos.