Ya son escasas las construcciones típicas sanabresas las que quedan en este pequeño y tranquilo pueblo fronterizo.
Poco a poco el hermoso patrimonio rural que nuestros mayores nos legaron se abandona a su suerte.
“Un pueblo sin el conocimiento de su historia pasada, su origen y cultura es como un árbol sin raíces”
Marcus Garvey
Feraces huertas en las que las condiciones de suelos, agua, clima y, por supuesto, la hacendosa mano del hombre permiten el más amplio cultivo de hortalizas, legumbres, tubérculos, calabazas, verdura, frutales, etc.
Portillo rústico, ya es difícil verlos así.
Pequeña ermita construida en piedra y tejado de pizarra, ubicada en el centro de eta pequeña población.
No se qué representa, pero dicen que es muy antigua.
El trabajo cotidiano da los resultados que uno busca.
Es uno de los mejores lugares de la zona para refrescarse y sobrellevar el intenso calor veraniego.
Las modestas flores y sin cuidado alguno también encuentran terreno favorable para desarrollarse y adornar con sus colores los lugares más recónditos.
Si nadie lo remedia, no tardando mucho, lo poco que va quedando de lo que fue la construcción tradicional de este pueblo acabará desapareciendo.
El color de la piedra y el barro de estas antigua construcciones, además de ser bello, contrasta con el verde de la exuberante vegetación del lugar.
Agua fresca y generosa, que lo mismo aplaca la sed que refresca a los veraneantes en el rio. Su abundancia permite el riego de los todavía numerosos huertos que la población existen y en los que se cosechan prácticamente todos los productos de la huerta.