La escuela vieja. ¡Que pobres yendo a esta escuela!. ¡Cuanto frío pasábamos! pues encima de estar destartalada, pasaba junto a ella el riachuelo de agua que baja de la sierra. En invierno llevábamos braseros y nos pasábamos la mitad del tiempo soplando para que no se apagaran y otras veces en el de la maestra, pues solía mandar sobretodo a los chicos. Entre sus trastadas preferidas estaban el meter castañas o maíces en su brasero para que explotara. Así ya teníamos la juerga asegurada.