Marchaba despacio por el sendero que atraviesa los campos, cuando el sol poniente guardaba sus últimos rayos. Las luces se hundían cada vez más en la sombra, y la tierra, desierta tras la siega, descansaba en silencio.
De repente, surcó los cielos la voz penetrante de un niño. Tal vez su casa le aguardaba al final de la seca planicie, tras los cañaverales, bajo la sombra amable de los plátanos, las delgadas arecas, los cocoteros y los verdinegros árboles del pan.
Detuve por un momento mi andar solitario bajo el lucir de las estrellas. La tierra en desnivel extenso, se alarga a mi vista abarcando una gran cantidad de casa con cunas y camas, con corazones maternales y lámparas encendidas, con vidas jóvenes, alegres, con esa alegría cuyo valor no saben quienes más lo disfrutan.
Como se acerca el día de la madre, nadie como RABINDRANATH TAGORE para meterse en la piel del niño y de la madre... procuraré escribir todos los días un relato alguien habrá a quien le guste. Estoy segura.
Un beso para todos/as.
De repente, surcó los cielos la voz penetrante de un niño. Tal vez su casa le aguardaba al final de la seca planicie, tras los cañaverales, bajo la sombra amable de los plátanos, las delgadas arecas, los cocoteros y los verdinegros árboles del pan.
Detuve por un momento mi andar solitario bajo el lucir de las estrellas. La tierra en desnivel extenso, se alarga a mi vista abarcando una gran cantidad de casa con cunas y camas, con corazones maternales y lámparas encendidas, con vidas jóvenes, alegres, con esa alegría cuyo valor no saben quienes más lo disfrutan.
Como se acerca el día de la madre, nadie como RABINDRANATH TAGORE para meterse en la piel del niño y de la madre... procuraré escribir todos los días un relato alguien habrá a quien le guste. Estoy segura.
Un beso para todos/as.