JEREZ - MANZANILLA - MEDIO TAPÓN - TABANCO:: PÁGINA Nº 8.
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Porque hay unos reductos en la mágica Jerez de la Frontera, con nombre propio, que parecen tener una segunda oportunidad. Nada que ver con lo que ahora pomposamente se llama ‘vintage’, sino con lo auténtico, con lo de verdad. Y sí, se llaman tabancos y nacieron nada más y nada menos que en pleno ‘Siglo de Oro’, allá por el XVII, cuando la inspiración de una época gloriosa necesitaba de espacios con carácter, con vinos únicos.
Su nombre, tabanco, es la fusión de dos palabras: los estancos, donde se vendían diversos productos cuya producción controlaba el Estado -como el aceite o los vinos- y los estancos de tabaco, un nuevo producto que llegó de América y que comenzó a introducirse precisamente por la provincia donde se realizaba el comercio con esta zona.
Los tabancos se han convertido en una de las muchas joyas de la oferta enológica de Cádiz. Julián Pemartín, en su ‘Diccionario del Vino de Jerez’, define tabanco como «nombre que se da en la zona jerezana a cierta clase de tabernas de ambiente popular en las que se sirven vinos llamados de medio tapón (…). Tienen un extenso mostrador, muchas veces de caoba, los muros adornados con carteles de toros y el suelo generalmente terrizo, que se riega con frecuencia durante el tiempo caluroso. Detrás de mostrador hay a veces anaqueles con botellas. Pero siempre en ese lugar o cerca del mostrador un breve cachón para servir vino de la bota (…).»
Pero son mucho más. Los tabancos son altos techos y anchas columnas; son olores a albero y salitre; son decadencia en abullución; son carteles empolvados de toros y acordes flamencos en el ambiente. Pero sobre todo son vino, trasiegos en botas de roble envejecido, alfabetos en tiza, apellidos con solera (Delgado Zuleta, Maestro Sierra, González Byass, Antonio Barbadillo, Williams Humbert…), vino del marco de Jerez (finos, manzanillas, palos cortados, olorosos, moscatel o amontillados), acompañados en la mayoría de los casos de chicharrones, quesos y chacinas de la tierra.
Los tabancos han evolucionado poco en lo estético y en lo ético, siguen siendo esos establecimientos en los que se bebían vinos de Jerez y en los que de vez en cuando el flamenco era la banda sonora. Y así deben continuar otros trescientos años como mínimo. El lugar del mejor vino del mundo, servido en medio tapón. Ahí es nada, illo.
,, NAZARIO MATOS.. ... (ver texto completo)
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Porque hay unos reductos en la mágica Jerez de la Frontera, con nombre propio, que parecen tener una segunda oportunidad. Nada que ver con lo que ahora pomposamente se llama ‘vintage’, sino con lo auténtico, con lo de verdad. Y sí, se llaman tabancos y nacieron nada más y nada menos que en pleno ‘Siglo de Oro’, allá por el XVII, cuando la inspiración de una época gloriosa necesitaba de espacios con carácter, con vinos únicos.
Su nombre, tabanco, es la fusión de dos palabras: los estancos, donde se vendían diversos productos cuya producción controlaba el Estado -como el aceite o los vinos- y los estancos de tabaco, un nuevo producto que llegó de América y que comenzó a introducirse precisamente por la provincia donde se realizaba el comercio con esta zona.
Los tabancos se han convertido en una de las muchas joyas de la oferta enológica de Cádiz. Julián Pemartín, en su ‘Diccionario del Vino de Jerez’, define tabanco como «nombre que se da en la zona jerezana a cierta clase de tabernas de ambiente popular en las que se sirven vinos llamados de medio tapón (…). Tienen un extenso mostrador, muchas veces de caoba, los muros adornados con carteles de toros y el suelo generalmente terrizo, que se riega con frecuencia durante el tiempo caluroso. Detrás de mostrador hay a veces anaqueles con botellas. Pero siempre en ese lugar o cerca del mostrador un breve cachón para servir vino de la bota (…).»
Pero son mucho más. Los tabancos son altos techos y anchas columnas; son olores a albero y salitre; son decadencia en abullución; son carteles empolvados de toros y acordes flamencos en el ambiente. Pero sobre todo son vino, trasiegos en botas de roble envejecido, alfabetos en tiza, apellidos con solera (Delgado Zuleta, Maestro Sierra, González Byass, Antonio Barbadillo, Williams Humbert…), vino del marco de Jerez (finos, manzanillas, palos cortados, olorosos, moscatel o amontillados), acompañados en la mayoría de los casos de chicharrones, quesos y chacinas de la tierra.
Los tabancos han evolucionado poco en lo estético y en lo ético, siguen siendo esos establecimientos en los que se bebían vinos de Jerez y en los que de vez en cuando el flamenco era la banda sonora. Y así deben continuar otros trescientos años como mínimo. El lugar del mejor vino del mundo, servido en medio tapón. Ahí es nada, illo.
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