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CASTROVERDE DE CAMPOS: 1ª PAGINA:: POR LO ANECDÒTICO Y SIMPÁTICO  ME ATREVO...

1ª PAGINA:: POR LO ANECDÒTICO Y SIMPÁTICO  ME ATREVO A TRANSMITIR ESTA HISTORIA QUE POR SIMPÁTICA Y MUY DE PUEBLO ME RECUERDA ALGO LOS TIEMPOS ANTIGUOS AUNQUE SON MUCHO MÁS ANTIGUOS  QUE LOS QUE  NOS TOCÒ VIVIR  A NOSOTROS  EN LOS AÑOS DEL TREN BURRA Y DEL COCHE DE LÍNEA DE ZAMORA A CASTROVERDE DE CAMPOS CON MANOLO DE CHOFER (CUÑADO DE GILA EL FAMOSO CÒMICO)  QUE VIVÌA EN LA CASA DEBAJO DEL AYUNTAMIENTO Y DE CUYOS HIJOS GUARDO  GRATOS RECUERDOS. DEL 2.014 A LOS AÑOS 50 VA UN TRECHO, PERO EXISTEN ANÈCDOTAS QUE ME RECUERDAN  NUESTRA NIÑEZ. NAZARIO MATOS
DOMINGO, 2 DE FEBRERO DE 2014EL COCHE DE LÍNEADedicado a Claudia y Mari Carmen Sánchez de Monfarracinos.
 EL COCHE DE LÍNEA.

I.-        Era un tartano de forma parecida a la del escarabajo de la patata, con el motor fuera de la carrocería y el techo ocupado por una baca con estructura de hierro, piso y laterales de madera. Sobre los tableros laterales el letrero que indicaba su recorrido: CASTROVERDE DE CAMPOS – Zamora.            ¡Bueno!: ese  era el coche de línea de Zamora que conducía  mi tío Bercario y en el que iba de cobrador Garea. Había otro un poco más grande en cuyo lateral se leía: Benavente – Valladolid.            Se  cruzaban, y encontraban, en la parada de mi pueblo, que duraba más de un cuarto de hora. Allí había trasbordo, parada y subida de viajeros, mercancías, el correo y, además, por la mañana, sobre todo en invierno, los cobradores echaban la parva con una copa de aguardiente en la cantina de Citos.            Ese  lugar, en la carretera de Rioseco, era un semi descampado;  el único edificio importante próximo, el de las Escuelas Nacionales, que, en este pueblo, llamábamos de “Villa”. Lo demás eran corralones, dos casonas de labranza, otras dos de pobres, una cuadra con cuatro vacas famélicas, cuya puerta, no trancada, traspasábamos en la espera, para matar el frío con el calorcillo de las lecheras, y la citada cantina en uno de esos corralones.
            Ocupaba ésta un cuartucho con pequeño mostrador de cemento, igual que el piso; tenía un ventanuco, una estufilla de carbón  y unas sillas de tijera, siempre ocupadas por unos viejicos alrededor de la estufa. A la hora de los coches, a diario, estaba atestada de hombres y de humo. Allí sólo se despachaba vino, de cosecheros del pueblo, aguardiente y coñac.  Las mujeres  y los niños esperábamos fuera. Nosotros íbamos, ya de mocicos, a la llegada por si  salía algún equipaje o encargo que llevar y nos caían los dos “riales” pa comprar unas “pilongas” Ni unos, ni otras, excepto Domitila, la rechoncha “chocolatera de Villamayor” con sus grandes cestas de tapa en las que vendía las libras por las casas, y que también echaba la parva, entrábamos, todavía, en los bares.            Los niños no viajábamos, ni aun en caso de  enfermedad. Para eso teníamos al médico y al practicante en el pueblo que igual nos entablillaban una pierna rota, que nos sacaban una muela. Se utilizaban mucho los remedios caseros: para las manqueras y estreñimiento, (como iba a salir lo que no entraba), las ventosas y las irrigaciones, por ejemplo. El garrotillo, el tifus y la tisis, como no tenían remedio, buena gana de viajar.
II.-       Cuando yo tenía ocho años, marchaba bien el negocio de aguardientería familiar, y, como era el nieto mayor, mis abuelos, se permitieron el lujo de  mandarme, con la tía soltera, a Zamora a comprarme el traje, azul marinero con cordones dorados, para la  Primera Comunión. Ese fue mi primer inolvidable viaje en coche de línea.               Mi tío Bercario, el conductor, colocó en un huequico, a su lado, la cesta cuadrada donde mi tía llevaba viandas (huevos, chorizos, tocino, pan) para los parientes de la ciudad, donde nos íbamos a alojar por unos días. Ese fue mi asiento durante las once leguas en dos horas largas de viaje.            La carretera, de  canto machacado y tierra, y el  renqueante tartano, nos permitían disfrutar de todos los pormenores del camino. Mi tío me los iba describiendo:            A la salida del pueblo, pasada la curva de la gasolinera, luego, a mano izquierda, detrás de la “Fábrica de Harinas”, estaba la laguna de “La Comendadora”. Un gañán daba agua a su yunta, una de las mulas se espantó por el polvo y el estrépito de nuestro carruaje. Las “gallinas ciegas” se sumergieron, dos patos salieron volando. En el otro extremo, lejos de la carretera, dos hombres pescaban tencas y ranas. Mi tío dijo: “La pesca y la caza en la plaza”.
            Un poco más adelante, a la derecha las zuritas del palomar de “Cementerio” (lo llamaban así por lo negro  y feo que era) formaron bandada por el susto diario.
            El coche había salido casi repleto de mi pueblo. Las lluvias de abril y mayo habían llenado las cunetas de magarzas, lepidios, gordolobos, hinojos, perifollos, amapolas que florecían y llenaban  mi vista de cromatismos. Los trigos encañonaban, las cebadas asomaban las argañas, a punto de espigar. Los titos,  algarrobas, muelas y garbanzos apuntaban por la molera. El majuelo de “La Borrachera” empezaba a relucir. Dos semanas pasaban de “Santa Cruz”, cuando “la viña reluz”.            Unos labradores, que iban al “mercao” del doce, no perdían detalle de cada tierra e intercambiaban comentarios optimistas sobre como iba el año: -“Si está visto: Ande abril y mayo aunque no ande en todo el año”.  –Si, pero no vendría mal que lloviera otro poco, y parece que hay algo de barda: en Mayo cada día un baño, que nunca por mucho llover ha sido mal año. –Bueno. Eso no es verdad del todo, que ya conocí yo un año que de tanta agua se aguricharon los garbanzales, le entró mela a los titos y muelas y los trigos se llenaron de rabia, que también hay un refrán que dice: Mayo hortelano, mucha paja y poco grano. NAZARIO MATOS
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Bonito mensaje Nazario, pero al final haces un excelente relato del agua de abril y mayo, de los sembrados, de las flores y plantas en las cunetas de esta época del año, lo dicho, bonito mensaje, enhorabuena.