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CASTROVERDE DE CAMPOS: 3ª PAGINA::            A la altura de Merendeses se...

3ª PAGINA::            A la altura de Merendeses se puso a llover. “El Velas”, que era el Jefe, le dijo al Nono: -tú tápate con la capa que yo me meto en la caja-.
            Era muy temerario y no le tenía miedo a nada. Levantó la tapa, cubierta con un cartón, se instaló en el interior y se la colocó  encima. Rompió y dobló un cacho del cartón que metió de tope, para evitar el cierre hermético y poder respirar.
            Como llevaban varias jornadas agotadores, mal comiendo y mal durmiendo y el arcón era cómodo, antes de llegar al puente del Salado, se había dormido.
            A la entrada  del el pueblo, en el semi-stop de la general, el Nono se tiró y se largó  al trote. Llegado el coche a la parada, subieron Garea y “Aco”, (era un caminero que por las tardes llevaba los encargos) para bajar los bultos; lo primero la caja. La atarían con una cuerda y mi tío Bercario la recibiría abajo. Al moverla, El Velas, se despertó sobresaltado, levantó de golpe la tapa, se cubrió la cabeza con la cazadora de borra, se tiró de un salto desde arriba a la cuneta y salió corriendo por el camino del  Camposanto. La gente, tan sensibilizados como estábamos con miedos y supersticiones, enseguida pensamos que era un ánima en pena, y nos tragamos un susto descomunal. La noticia se corrió por el pueblo y los niños, durante unos días, teníamos miedo de salir de casa.           
III.- Ya no volví a subir  al coche de línea hasta el año 54, cuando fuimos dos escuadras de muchachos del pueblo al Campamento. Además aquel día, montamos por primera vez en tren, desde Zamora hasta San Pedro de las Herrerías. Ya entonces la empresa Rufino, tenía otro autocar más grande y menos viejo.
            Hecho mozo, por lo menos una vez al año, se repetía el viaje para ir al preventorio de San Martín de Castañeda y con más frecuencia para correr, con  la OJE, el  “campo a través”, lanzar el peso  o jugar al fútbol en el Pantoja. Un año estuvimos allí acampados unos días. Por la noche, los de Benavente, saltaban la tapia para ir a la “Muralla”.
            A veces nos llevaban de excursión a 40  o 50 muchachos. En ese caso alquilaban el camión de Guaricha y allí, en la caja, nos metían a todos a granel. Fue muy sonado cuando fuimos al Congreso Eucarístico los de  Acción Católica en el camión de Nano. Le pusimos al camioneto un toldo de lona, apoyado en tablas que habíamos clavado en la telera y los bancos de madera del “Centro”.
            Cuando llegamos a Zamora aquello era un hervidero, pero organizado y con orden. En la zona de “La Farola” una multitud que, no obstante, dejaba libre la calzada, recibía con aplausos, anunciadas por los altavoces, a las distintas embajadas provinciales, que solían llegar en autocar; debió ser por el 59. Cuando nuestra camioneta enfila la Avenida de “José Antonio”, con su pancarta al frente, el locutor, Vicente Planells, que oficiaba las recepciones, con la típica voz ahuecada del  NODO clamaba:  -“ ¡Ya llegan, no podían faltar, son los paladines del voto Concepcionista, llega  el pueblo de la Inmaculada....” El camión paró, de la cabina se apearon Nano y don Santiago, que era un cura joven; bajaron la trampilla de la caja y empezamos a saltar muchachos, con el traje de los domingos, que parecía que nos paría el camión. Más de cuarenta iríamos. La gente nos aplaudía. Nunca he participado de un recibimiento tan caluroso.
            Lo malo fue al regreso que nos ocurrió lo mismo que cuando fuimos a echar las comedias a Villanueva, que se acabó la gasolina, a las dos de la mañana y a diez kilómetros del pueblo. ¡Solución!: dejar allí tirado al Chevrolet, y llegar andando.  Y, ¡todavía, el Nano, pretendía que trajéramos  el camión, unos empujando, otros tirando por una cuerda y él conduciéndolo, hasta casa...! NAZARIO MATOS