CASTROVERDE DE CAMPOS: PÀGINA 3ª...

PÀGINA 3ª
Con qué fuerza no saldrían
los malditos perdigones,
que en la pared de la sala
hizo muchos desollones.

176 Su madre se fue a la cama
y la encontró hecha pedazos,
estaba toda esturada
a fuerza de fogonazos.

180 Ya ti, San Antonio Abad,
te pido de corazón,
de todas estas mocitas
tengas mucha compasión.

184 y que tengan mucha suerte
para encontrar un buen novio;
enséñalas tú el camino,
no se lleven un «Tenorio».

188 Y que ellas en recompensa
puedan venirte a alabar
y en el día de su boda
recuerden este «refrán».

192-Y patatín, patatán,
este «refrán» se «acabá».

REFRAN N.º 2

¡Oh glorioso San Antón!
que he deseado este dia
pa'venirte a festejar
4 con muchisima alegría.

Aunque me ves jovencito
contigo tengo ilusión
y vengo a felicitarte
8 mi querido San Antón.

Vengo también a contarte
un caso que me pasó,
que saliendo de paseo
12 mi abuelito se perdió.

Dando vueltas por el campo,
y ya con rumbo hacia el pueblo
creyendo entrar en su casa,
16 se metió en el cementerio.

Una vez que se dio cuenta
del lugar que se encontraba
trató luego de salir
20 con la puerta ya cerrada.

Como la noche caía,
daba vueltas «alredor»
y ya se había marchado
24 pa'casa el enterrador.

Al verse en tales apuros
echó mano de la mesa,
para tratar de escalar,
28 y le faltaron las fuerzas.

El herrero de Villar
pasó en aquellos momentos
y no se atrevió a ampararle
32 creyendo que eran los muertos.

Llegó a casa transformado
y le dice a su mujer:
-El miedo que yo he pasado
36 no lo puedes comprender.

Cuando venia pa'casa
vi un bulto en el cementerio
me pareció que era un hombre
40 porque tenía sombrero.

Yo «vía» que me llamaba
y apretamos a correr;
pues fíjate por el sitio:
44 ¿Quién le quita el cascabel?

Yo miraba para atrás
por ver si de allí salían;
me pareció que los muertos
48 todos tras de mí corrían.

Mientras. el pobre Aurelio
daba vueltas sin consuelo,
llamando y pidiendo auxilio
52 y nadie fue a socorrerlo.

Perdidas las esperanzas
se le apoderaba el miedo;
y se acercaron a la puerta
56 dos mocitos de este pueblo
que al verle tan apurado
vinieron corriendo al pueblo
dieron cuenta a la familia
60 y fueron a socorrerlo.

Y con grande regocijo
salió de aquel encierro
pensando en que Dios no falla
64 al que siempre ha sido bueno

Y hagamos punto final
y dejemos a mi abuelo.

Y te daré otro relato
68 si me prestan atención;
lo que pasó a dos doncellas
en la pasada Función.

Son dos amigas queridas
72 y ninguna tiene novio
y como ven que no llega
las dos se tiran del moño

Las dos están disgustadas
76 y para aliviar sus penas
se marcharon a una casa
a preparar la merienda.

De primero se comieron
80 dos docenas de tomates
y de postre se pusieron
dos libras de chocolate.

Lo metieron en el cuerpo
84 sin ayudas de vecinos,
y también se consumieron
cuatro cuartillas de vino.

Después de estas bien repletas
88 se agarraron de las manos,
se subieron a una mesa
a aprender a bailar tangos.

Una vez ya convencidas
92 de que lo hacían muy bien
se marcharon a la cama
buscando el amanecer.

Dentro de muy poco tiempo
96 las entraba gran fatiga,
que las daban mil vueltas
y ninguna se dormía.

La marea era tan grande
100 que no podían parar
y a fuerza de hacer esfuerzos
se rompió el tubo del gas.

Era tan grande el sonido
104 que despertó a un pobre sastre,
fue a la ventana y las dijo:
-con la música a otra parte.

También venía un soldado
108 que pasó por la ventana
y al sentir el ruido,
creyó que ya tocaban diana.

Se levantan de la cama
112 para emprender las labores
y se fijan en las ropas,
¡estaban de mil colores!

Se miran una a la otra
116 viendo aquel escaparate,
y terminan por decirse:
-Son frutas del chocolate.

EL MARRANO ANTON:
Durante muchos años, comenzando en 1798, aunque de forma intermitente, hubo el llamado «marrano antón» que, comprado por la Cofradía, donado por algún Cofrade o regalado por alguna persona devota, era alimentado y atendido debidamente por el vecindario. Deambulaba por las calles del pueblo durante un tiempo. En su ir y venir se podía acercar, en verano, a las eras y se le permitía que comiese en los montones de cebada. A veces, hacía notar su presencia, con una esquila que se le ponía al cuello.
Transcurrido un tiempo, y cuando el animal tenía un peso considerable, se vendían papeletas, por parte de los Cofrades, para rifarlo. El dinero recaudado servía para el culto al Santo.
Esta costumbre, tan arraigada en Tierra de Campos, dejó de celebrarse en Castroverde no hace muchos años, en 1970.
Villar Herrero, Sarvelio: SAN ANTON. Revista " APUNTES en torno a Castroverde de Campos, nº. 10, marzo 1989. NAZARIO MATOS.