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CASTROVERDE DE CAMPOS: EL CAMINO DE LOS SEGADORES gallegos a ""tierras de...

EL CAMINO DE LOS SEGADORES gallegos a ""tierras de campos"".. cuando no existìan las màquinas. ERAN DÍAS de primavera como el de hoy. Entre abril y mayo. Los gallegos emprendían viaje hacia Castilla. Les quedaban varios meses de duro trabajo en la siega de los campos castellanos y, al mismo tiempo, tenían que lidiar con el peso de dejar atrás su amada tierra gallega. La morriña. Iban haciendo el mismo recorrido por el que volvían, el Camino de los Segadores Gallegos. Un camino lleno de fantasía, historia, rito y fe. Decía Gil y Carrasco, “por abril y mayo sale el segador de su casa y en agosto y septiembre da la vuelta”, este es el período preciso de este tipo de migración temporal y cíclica del segador gallego, que sólo volvía a su amada tierra con su trabajo hecho y su capital en el bolsillo. El escenario económico tan precario que vivía Galicia en la edad Moderna (siglos XV al XVIII), unido a la concentración de la siega del cereal en unas pocas semanas en Castilla, convirtió a muchos gallegos en temporeros de los campos de castellanos. Este camino, también conocido como Camino Gallego, conecta las tierras galaicas y bercianas con la meseta castellana. Transcurre por Foncebadón hasta las tierras de la Valduerna y de la maragatería, enlazando el Camino Francés con la Vía de la Plata. Con un mal sombrero portugués y la hoz, símbolo de su oficio, los segadores partían a Castilla para entrar plenamente en su ardua tarea. Una dura labor que, sumada a ese característico e insoportable calor que pega en las enormes llanuras castellanas, hacía que los gallegos buscasen dar pronto remate a su trabajo. Una vez que remataban la labor, los segadores gallegos volvían de su patria de adopción, pero antes realizaban un rito de ofrenda de la hoz, como herramienta significativa de la siega. Hacían esta ceremonia en una pequeña capilla del Val de San Lorenzo, la Capilla de las Ánimas. En ella los segadores depositaban sus ofrendas y le pedían a la Virgen que les protegiese a lo largo del camino para volver sanos y salvos a casa. A “súa querida terra galega”. Otro rito aún más popular, que viene naturalmente de los peregrinos del Camino de Santiago (Camino Francés), es echar una piedra en ese inmenso montón típico de pedruscos que tiene la Cruz de Ferro en el Alto de Foncebadón. Esta labor de los segadores gallegos en Castilla, los esfuerzos y sufrimientos, que muchos no soportaban, ya la narraba la poetisa y escritora gallega Rosalía de Castro en su obra Cantares gallegos (1863), quien relataba y recriminaba a Castilla el maltrato que recibían los segadores gallegos: ¡Castellanos de Castilla----, tratade ben ós gallegos---; cando van, van como rosas; cando vén, vén como negros---Van probes e tornan probes---, van sans e tornan enfermos,---que anque eles son como rosas---, tratádelos como negros. Rosalía no sólo describía las duras condiciones que soportaban los gallegos en la siega de los campos castellanos, sino también exteriorizó su breve experiencia personal viviendo en Castilla. Más concretamente en Simancas, un pueblo pequeño de la provincia de Valladolid. A su marido, Manuel Murguía, escritor e historiador gallego, lo habían designado director del Archivo de este municipio en 1868. Un obligado destino para él y un ciclo de días de melancolía y nostalgia para ella. Una triste soledad y aislamiento. Rosalía añoraba Galicia a la vez que detestaba Castilla. Esa sensación constante de exilio exterior, por estar fuera de Galicia, e interior, por la constante sensación de soledad, la llevaría años más tarde a esos versos de Cantares Gallegos. Es por ello por lo que se dice que esa ‘castellanofobia’ de Rosalía de Castro no va sólo contra ese pequeño campesinado castellano, ni como una reacción a esas duras condiciones de trabajo de los segadores gallegos, si no a su vida misma. Los segadores gallegos, al igual que de otras comunidades, iban a Castilla a trabajar en esas semanas en las que se concentraba la siega y que afectaba a todas las explotaciones al mismo tiempo, lo que llevaba a una escasez de mano de obra local. Ese fenómeno del Camino de los Segadores Gallegos perduró hasta bien entrado el siglo XX con la llegada del ferrocarril. Pues supuso un cambio histórico en los desplazamientos de los jornaleros, evitando los esfuerzos sobrehumanos del camino a pie. nazario matos.