PÀGINA.-- 2ªAunque no hay día en el que los agricultores no pasen por allí, esta semana han asistido a una visita diferente. La consejera de Agricultura, Silvia Clemente, y los cuatro alcaldes de los municipios afectados recorrían la tierra asistiendo, con sorpresa, a las explicaciones de Rafael Sáez, el subdirector del Itacyl y perfecto conocedor del proyecto. Con paneles que reproducían a escala las dimensiones de la obra, el técnico compartió durante más de dos horas los detalles de una intervención que pretende cambiar el corazón de Tierra de Campos. A los pies del lago artificial, las cosas se ven con más claridad. Los alcaldes, muchos de ellos también agricultores, y sus vecinos siguen comentando que aunque el proyecto no se ha asimilado todavía «del todo», ya están preparados para amueblar sus fincas y empezar con el regadío. Les queda constituir la comunidad de regantes, como les urgía la propia consejera, pero no lo ven como un problema. Son conscientes de que esta obra le devuelve una oportunidad a una de las zonas más despobladas y secas de Castilla y León. Las últimas décadas han castigado a esta comarca con pueblos cada vez más solos en los que, a pesar de la riqueza de la tierra, a las once de la mañana y brillando el sol, aunque sea frío, las persianas siguen bajadas. Las calles están vacías. El silencio se rompe solo con alguna esporádica conversación del bar. Para los jóvenesFrancisco Javier ve cerca su jubilación y, cuando la balsa empiece a dar agua y él amortice la obra de sus fincas, tendrá que ir pensando en abandonar. ¿Qué hará entonces? «Pues se lo dejaremos a los jóvenes», responde con habilidad mirando a Enrique y a José Carlos Rodríguez (31 años) que llevan la agricultura en las venas. «Yo quiero ser agricultor», dice este último que, a pesar de haberlo mamado en casa, tiene que dedicarse a la venta de fitosanitarios para el campo puesto que la explotación de su padre «no da para mantener a dos familias». Él confía en las posibilidades del regadío no solo para su situación, sino para toda la comarca. «Es muy duro ver cómo se muere tu pueblo», lamenta. Sabe que la balsa, por si misma, no fijará población pero contribuirá a convertir la agricultura en un negocio mejor con la posibilidad incluso de generar industrias alternativas. « ¿Por qué no se podría abrir aquí una fábrica de riego?», se pregunta bebiendo el café. Sorbe un segundo y sentencia con esta reflexión: «La gente joven lo vemos como una esperanza». NAZARIO MATOS.