CASTROVERDE DE CAMPOS: TIERRA DE CAMPOS -MOLINOS DE VIENTOS...

TIERRA DE CAMPOS -MOLINOS DE VIENTOS
PRECIOSO PANEGÌRICO A ALGO QUE NO HEMOS TENIDO LA SUERTE DE CONTEMPLAR. CARLOS GRACIAS POR ALEGRARNOS LA IMAGINAZIÒN DE ALGO QUE NO FUÈ LEYENDA  SINO HISTORIA VIVA DE NUESTRA TIERRA DE CAMPOS QUE BUSCABA COMO LOS  HABITANTES DE LA MANCHA  DESDE SUS LLANURAS, VIENTO PARA DAR ENERGÌA A SUS PUEBLOS. SALUDOS Y GRACIAS. NAZARIO MATOS
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Noticia de algo que nunca debió de olvidarseNUESTROS MOLINOS DE VIENTO. CARRICAJO CARBAJO, CarlosDesde luego, ¡cómo somos los castellanos-y leoneses! ¡Más cortos, reservados y modestos que un terrón de las tierras!

Digo esto porque tendremos atesoradas maravillas sin cuento, que a fuerza de no darles importancia, llegamos a olvidarnos de ellas. Botón, y bien hermoso, de muestra: la magna y excelsa exposición artística de «Las edades del Hombre» en nuestra Catedral de Valladolid. Cuando se han empezado a desempolvar, a sacar a la luz y a propagandear sin rimbombancias, pero sí lo suficiente para que oyeran propios y extraños: «Mirad esto que he ido recogiendo por ciudades y aldeas de nuestra Comunidad», han venido, lo han visto y se han admirado, no sólo la gente hispana, sino también los de allende las fronteras.

Y es que, insisto, no nos damos importancia y parece que nos quedamos tan conformes cuando nos cuelgan mil veces el tópico de recios, secos, callados, pobres..., que llegamos a creérselo y pensamos que somos tan pobres, que no tenemos ni hemos tenido nada.

Me alegro de la magna muestra, porque nos da la ocasión de sacar el pecho.

Pero yo iba a otra cosa, aunque con ciertos paralelismos.

Yo voy a hablar de nuestros molinos de viento; porque resulta que por aquí hemos tenido de esos gigantes como una torre con aspas, que conocemos a través de «El Quijote» más que nada, y que son el símbolo de la otra Castilla, la Nueva, la de La Mancha.

Andando por nuestra geografía vallisoletana un día, hace tres años, me encontré con una torre cilíndrica de gruesos y desgastados muros de tapial, sobre una pequeña elevación a menos de un tiro de bala de Aguilar de Campos; a la vista estaban los mínimos restos del castillo que coronaba y dominaba a esa población, por lo que supuse que era una torre-atalaya de vigilancia que podía comunicarse con el castillo. y en eso me quedé.

Sin embargo, otro día, yendo en el coche hacia Cuenca de Campos, poco antes de llegar, surgió a la derecha otra construcción ruinosa, similar. Lo comenté con mi compañero de viaje y quedamos en que a la vuelta nos detendríamos a husmear aquello. No obstante, en el pueblo preguntamos a unos jóvenes qué era, y nos dijeron que lo llamaban el molino, pero que no sabían más.

En esos días estaba yo leyendo «Tecnología popular española», de Julio Caro Baroja; sin duda, el primer autor que ha estudiado con seriedad los molinos de viento en España, dedicando a ellos un extenso capítulo en ese libro, y de la mano de la casualidad llegué a la conclusión de que lo que estábamos contemplando al regreso hacia Valladolid era un abandonado molino de viento. No fue una atribución gratuita, porque allí había restos de piedras de moler, y posteriormente quedó confirmado como tal con la lectura de «El libro de Cuenca de Campos», escrito hace un siglo y reeditado ahora.

Volví a Aguilar para mirar con otros ojos lo que yo había tomado por atalaya, y se confirmaron también mis sospechas: aquellas ruinas pertenecían asimismo a un molino de viento (1).

Después de llegar a la conclusión de que habíamos tenido molinos de viento en nuestra tierra, no era el caso de contentarse con pensar que sólo había dos ejemplares en toda la comarca. Así que era muy importante ir con los ojos bien abiertos, y todo lo que tuviera ese aire, escudriñarlo y observarlo con cuidado.

Y fueron saliendo, ¡Ya lo creo salieron!, Y eso que muchos de ellos estaban enmascarados de palomares. Vamos, algo como hecho aposta. En Tierra de Campos, o de palomares por excelencia, ¿qué mejor camuflaje para que un molino pase desapercibido sino situarlo entre palomares?. No debe ser ése el proceso mental a seguir, como es lógico. Lo que sucede es que pasado el momento histórico, o más bien práctico, de los molinos de viento, sustituidos por los nuevos ingenios y energías de las fábricas de harinas, el hombre de pueblo, tan práctico él, tenía que dar un uso y destino al edificio que se había quedado obsoleto y, con ligeros toques, lo convierte en lo más normal y parecido a lo que tiene a la vista: en un palomar.

Para ello abre en los gruesos muros los nidales u horacas, coloca una cubierta inclinada a un agua, tapia una de las dos puertas y hace unas entradas de palomas por la parte superior.

Poco podía suponer el autor de «Retazos de Torozos», cuando dice «Palomares... molinos de viento de mis Torozos, que así se me asemejan estos asustados y redondos rotos del páramo, brocales de pozo seco, ojos sin ruido», que haciendo una transposición de Torozos a Campos, no son sólo poesía, sino auténtica realidad.

Los descubrimientos se extendieron como mancha de aceite que ha desbordado el límite provincial. Sin salir de Tierra de Campos, la hermana provincia de Zamora nos ofrece, también, sus restos.

¿De cuándo son y cómo eran cuando estaban completos y funcionando? Ah, como hemos sido tan humildes y despreocupados, no se le ocurrió a nadie, a pesar de la espectacularidad de un artefacto tan grande y dando vueltas, hacernos para la posteridad, al menos, un dibujito que a la vez que nos plasmara el aspecto del pueblo, lo hiciera también de tales ingenios, como hicieron en su día los holandeses, por ejemplo.

No debe extrañarnos la ubicación, en otros tiempos, de los molinos de viento en Tierra de Campos. Los habitantes de una zona tan intensamente agrícola, de pan llevar, con esos ríos de escaso caudal, incluso nulo en veranos secos, aunque intensamente explotados a través de los molinos hidráulicos, debían de encontrar soluciones para poder molturar tanto grano como necesitaban, y no parar en esa actividad por la falta de agua. Vino bien el recurrir a una energía alternativa como el viento.

El área donde se encuentran los 25 ejemplares que hasta ahora he encontrado, repito, está en Tierra de Campos; pero esto no quiere decir que no los hubiera en el resto de nuestra Comunidad. Sin ir más lejos, en Rueda, Madoz nos dice, a mediados del siglo pasado, que hubo uno. Ese no lo he encontrado. NAZARIO MATOS..