TIERRA DE CAMPOS Y DE ESPAÑA. PÀGINA º 5
Lo que nos depara el futuro
Según las previsiones de las Naciones Unidas[xiii], en los próximos 30 años, la población mundial aumentará en 2 000 millones de personas, hasta alcanzar los 9 700 millones en 2050. Este aumento en sí mismo implica que debemos cambiar el modo en que cultivamos, producimos y consumimos los alimentos. La producción de alimentos tendrá que aumentar teniendo en cuenta el cambio climático al mismo tiempo.
Aun así, el modo en que actualmente producimos alimentos en la tierra también ejerce una presión excesiva sobre este recurso limitado. Asimismo, reducir la cantidad de alimentos que se producen en Europa y hacer frente a la demanda nacional aumentando todavía más las importaciones puede repercutir notablemente sobre los mercados de alimentos globales, aumentar los precios de los alimentos y poner en riesgo de desnutrición a poblaciones vulnerables.
La urgencia de esta situación exige una transformación de nuestra relación con los alimentos, tanto en cuanto a lo que comemos como al modo en que lo producimos. Es muy probable que esto conlleve un menor consumo de carne y productos lácteos y más fruta y verdura de temporada. Se están desarrollando y comercializando «carnes» y «leches» vegetales y otros productos alimenticios con valores nutricionales similares pero que necesiten recursos considerablemente menores (incluida la tierra, el agua y la energía). La cuestión es si estas alternativas se convertirán en la norma, y no en la excepción, en nuestra cesta de la compra.
También será necesario minimizar el desperdicio de alimentos en el campo, en el mercado y en el hogar. Para atender la demanda creciente de alimentos e impedir la deforestación, la producción intensiva en algunas zonas deberá continuar, pero debemos detener la contaminación que va aparejada a ella. Para producir alimentos de manera sostenible, la despoblación también deberá abordarse en determinadas zonas animando a más personas a que se queden para cuidar la tierra, proteger la biodiversidad local y producir productos de gran calidad.
El nitrógeno: la clave para el crecimiento de las plantas
Una planta se compone principalmente de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno. Las plantas pueden obtener fácilmente carbono, hidrógeno y oxígeno a partir del agua y dióxido de carbono de la atmósfera, pero no ocurre así con el nitrógeno. Después de un par de cosechas, el nitrógeno del suelo puede agotarse.
El nitrógeno constituye más del 70 % de nuestra atmósfera, pero las plantas no pueden usar el nitrógeno en la forma en que se encuentra en la atmósfera. Solo algunas bacterias que viven en libertad en simbiosis con las plantas (especialmente los simbiontes leguminosos) pueden transformar el nitrógeno de la atmósfera de forma que puedan utilizarlo las plantas.
Para permitir que el suelo reponga sus depósitos de nitrógeno, las prácticas agrícolas tradicionales dejan la tierra en barbecho o plantan legumbres entre la cosecha y la siembra del próximo cultivo., NAZARIO MATOS.
Lo que nos depara el futuro
Según las previsiones de las Naciones Unidas[xiii], en los próximos 30 años, la población mundial aumentará en 2 000 millones de personas, hasta alcanzar los 9 700 millones en 2050. Este aumento en sí mismo implica que debemos cambiar el modo en que cultivamos, producimos y consumimos los alimentos. La producción de alimentos tendrá que aumentar teniendo en cuenta el cambio climático al mismo tiempo.
Aun así, el modo en que actualmente producimos alimentos en la tierra también ejerce una presión excesiva sobre este recurso limitado. Asimismo, reducir la cantidad de alimentos que se producen en Europa y hacer frente a la demanda nacional aumentando todavía más las importaciones puede repercutir notablemente sobre los mercados de alimentos globales, aumentar los precios de los alimentos y poner en riesgo de desnutrición a poblaciones vulnerables.
La urgencia de esta situación exige una transformación de nuestra relación con los alimentos, tanto en cuanto a lo que comemos como al modo en que lo producimos. Es muy probable que esto conlleve un menor consumo de carne y productos lácteos y más fruta y verdura de temporada. Se están desarrollando y comercializando «carnes» y «leches» vegetales y otros productos alimenticios con valores nutricionales similares pero que necesiten recursos considerablemente menores (incluida la tierra, el agua y la energía). La cuestión es si estas alternativas se convertirán en la norma, y no en la excepción, en nuestra cesta de la compra.
También será necesario minimizar el desperdicio de alimentos en el campo, en el mercado y en el hogar. Para atender la demanda creciente de alimentos e impedir la deforestación, la producción intensiva en algunas zonas deberá continuar, pero debemos detener la contaminación que va aparejada a ella. Para producir alimentos de manera sostenible, la despoblación también deberá abordarse en determinadas zonas animando a más personas a que se queden para cuidar la tierra, proteger la biodiversidad local y producir productos de gran calidad.
El nitrógeno: la clave para el crecimiento de las plantas
Una planta se compone principalmente de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno. Las plantas pueden obtener fácilmente carbono, hidrógeno y oxígeno a partir del agua y dióxido de carbono de la atmósfera, pero no ocurre así con el nitrógeno. Después de un par de cosechas, el nitrógeno del suelo puede agotarse.
El nitrógeno constituye más del 70 % de nuestra atmósfera, pero las plantas no pueden usar el nitrógeno en la forma en que se encuentra en la atmósfera. Solo algunas bacterias que viven en libertad en simbiosis con las plantas (especialmente los simbiontes leguminosos) pueden transformar el nitrógeno de la atmósfera de forma que puedan utilizarlo las plantas.
Para permitir que el suelo reponga sus depósitos de nitrógeno, las prácticas agrícolas tradicionales dejan la tierra en barbecho o plantan legumbres entre la cosecha y la siembra del próximo cultivo., NAZARIO MATOS.