TIERRA DE CAMPOS DE ESPAÑA Y DE EUROPA::
PÀGINA Nº 4
5. El Camino de Madrid
Soledad y silencio en la llanura castellana
Empezar el peregrinaje desde tu propia casa, como hacían los romeros de antaño, es un lujo al alcance de todos los habitantes de Madrid. Desde la capital, aguarda un viaje repleto de contrastes, historias y silencios que invita a disfrutar de la soledad, los cielos eternos y la meditación al ritmo de las pisadas de nuestros pies fatigados.
Cada vez son más los peregrinos que arrancan su aventura desde Madrid. El objetivo puede ser llegar caminando hasta Sahagún, en el sureste de León, para enlazar allí con el Camino Francés: todo un reto al que habrá que destinar bastantes días: 321 kilómetros para atravesar la meseta castellana y una vez en Sahagún, otro tramo aún más largo para llegar a Santiago. Se puede partir desde plaza Castilla (al norte de Madrid) donde ya encontraremos flechas amarillas a las que prestar atención. Seguiremos hacia Tres Cantos y Colmenar Viejo, cruzaremos el Manzanares por el puente del Batán (cómo hacían los peregrinos del siglo XVI), continuaremos por el embalse de Santillana y Manzanares el Real, siempre siguiendo el mismo trazado que el GR-10, una de las rutas de senderismo más conocidas y espectaculares de España.
El primer desafío será superar la sierra de Guadarrama, aunque desde allí aún nos aguarda toda la extensión de la planicie castellana: el valle del Eresma, el cinturón verde extramuros de Segovia, en dirección a Simancas (Valladolid), y Tierra de Campos, una comarca a caballo entre las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. Son paisajes de belleza espartana, que nos permitirán fundirnos con la inmensidad de la llanura castellana. Compensa desviarse del camino para descubrir los majestuosos pinares de Valsaín, el Palacio de la Granja, la ciudad de Segovia, o los caminos de sirga del Canal de Castilla. Mejor evitar el invierno, cuando el día es corto y las temperaturas pueden ser muy bajas, y el verano, con un sol implacable tostando los infinitos campos castellanos.
6. Los caminos catalanes
El largo viaje desde la costa mediterránea
Desde las costas de Girona, Barcelona y Tarragona siempre hubo un Camino Catalán que llegaba a Santiago pasando por Montserrat y que los peregrinos modernos siguen recorriendo. Es uno de los más largos, de 1.000 kilómetros, hasta enlazar con el Camino Francés en Puente la Reina (Navarra) o en Logroño y seguir así casi otros mil kilómetros más hasta la ciudad compostelana.
Es un camino extenso pero muy bien señalizado, con un itinerario oficial que circula por rutas cómodas y que permite conocer lugares mágicos como la propia montaña de Montserrat, el monasterio de Sant Pere de Rodes, el de Poblet (del siglo XII), o el claustro del monasterio de Santa Maria de l’Estany. Atravesaremos volcanes dormidos en Girona o las soledades del desierto de los Monegros, y en nuestro camino dejaremos atrás numerosas muestras del románico. El catalán es un camino con muchos ramales que irían recogiendo peregrinos de los valles pirenaicos o de las costas catalanas para unirles a la corriente principal hacia el oeste a través de Monzón o Huesca.
Uno de los ramales más señalados es el llamado Camino del Ebro, que llevaba desde Deltebre (Tarragona) a Logroño, siguiendo el curso del río a lo largo de más de 440 kilómetros. Este fue siempre el principal eje de comunicación entre el Mediterráneo y la Meseta Central, un corredor estratégico por el que los romanos construyeron calzadas y ciudades, y que más tarde utilizaron los peregrinos de todo el Mediterráneo para llegar a la tumba del Apóstol.
La gran ventaja para los caminantes del Ebro es su escaso desnivel, y resulta también una ruta muy agradable para el ciclista. Parada imprescindible: el Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, entre Escatrón y Sástago, del siglo XII, ahora bien restaurado, con una hospedería y un buen restaurante para reponer fuerzas... NAZARIO MATOS..
PÀGINA Nº 4
5. El Camino de Madrid
Soledad y silencio en la llanura castellana
Empezar el peregrinaje desde tu propia casa, como hacían los romeros de antaño, es un lujo al alcance de todos los habitantes de Madrid. Desde la capital, aguarda un viaje repleto de contrastes, historias y silencios que invita a disfrutar de la soledad, los cielos eternos y la meditación al ritmo de las pisadas de nuestros pies fatigados.
Cada vez son más los peregrinos que arrancan su aventura desde Madrid. El objetivo puede ser llegar caminando hasta Sahagún, en el sureste de León, para enlazar allí con el Camino Francés: todo un reto al que habrá que destinar bastantes días: 321 kilómetros para atravesar la meseta castellana y una vez en Sahagún, otro tramo aún más largo para llegar a Santiago. Se puede partir desde plaza Castilla (al norte de Madrid) donde ya encontraremos flechas amarillas a las que prestar atención. Seguiremos hacia Tres Cantos y Colmenar Viejo, cruzaremos el Manzanares por el puente del Batán (cómo hacían los peregrinos del siglo XVI), continuaremos por el embalse de Santillana y Manzanares el Real, siempre siguiendo el mismo trazado que el GR-10, una de las rutas de senderismo más conocidas y espectaculares de España.
El primer desafío será superar la sierra de Guadarrama, aunque desde allí aún nos aguarda toda la extensión de la planicie castellana: el valle del Eresma, el cinturón verde extramuros de Segovia, en dirección a Simancas (Valladolid), y Tierra de Campos, una comarca a caballo entre las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. Son paisajes de belleza espartana, que nos permitirán fundirnos con la inmensidad de la llanura castellana. Compensa desviarse del camino para descubrir los majestuosos pinares de Valsaín, el Palacio de la Granja, la ciudad de Segovia, o los caminos de sirga del Canal de Castilla. Mejor evitar el invierno, cuando el día es corto y las temperaturas pueden ser muy bajas, y el verano, con un sol implacable tostando los infinitos campos castellanos.
6. Los caminos catalanes
El largo viaje desde la costa mediterránea
Desde las costas de Girona, Barcelona y Tarragona siempre hubo un Camino Catalán que llegaba a Santiago pasando por Montserrat y que los peregrinos modernos siguen recorriendo. Es uno de los más largos, de 1.000 kilómetros, hasta enlazar con el Camino Francés en Puente la Reina (Navarra) o en Logroño y seguir así casi otros mil kilómetros más hasta la ciudad compostelana.
Es un camino extenso pero muy bien señalizado, con un itinerario oficial que circula por rutas cómodas y que permite conocer lugares mágicos como la propia montaña de Montserrat, el monasterio de Sant Pere de Rodes, el de Poblet (del siglo XII), o el claustro del monasterio de Santa Maria de l’Estany. Atravesaremos volcanes dormidos en Girona o las soledades del desierto de los Monegros, y en nuestro camino dejaremos atrás numerosas muestras del románico. El catalán es un camino con muchos ramales que irían recogiendo peregrinos de los valles pirenaicos o de las costas catalanas para unirles a la corriente principal hacia el oeste a través de Monzón o Huesca.
Uno de los ramales más señalados es el llamado Camino del Ebro, que llevaba desde Deltebre (Tarragona) a Logroño, siguiendo el curso del río a lo largo de más de 440 kilómetros. Este fue siempre el principal eje de comunicación entre el Mediterráneo y la Meseta Central, un corredor estratégico por el que los romanos construyeron calzadas y ciudades, y que más tarde utilizaron los peregrinos de todo el Mediterráneo para llegar a la tumba del Apóstol.
La gran ventaja para los caminantes del Ebro es su escaso desnivel, y resulta también una ruta muy agradable para el ciclista. Parada imprescindible: el Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, entre Escatrón y Sástago, del siglo XII, ahora bien restaurado, con una hospedería y un buen restaurante para reponer fuerzas... NAZARIO MATOS..