RUTA JACOBEA -- POR TIERRAS DE CASTILLA Y LEÒN Y TIERRA DE CAMPOS:: PÀGINA Nº 2
EN EL OTERO DE TARDAJOS SE SITÚA LA CIUDAD DE LOS DIOSES, DEOBRiGULA, DE ORIGEN CELTA Y DESPUÉS ROMANIZADAEl Camino de Santiago por las llanuras burgalesas y los campos de girasolesMAGDALENA DEL AMO 25 Jul 2021 - 18:08 CET
Salí al amanecer. Mi última mirada antes de abandonar Burgos fue para el peregrino San Amaro, dedicado a la práctica de la caridad con los más necesitados. Solía cargarlos sobre sus hombros para llevarlos al hospital. Algunos estaban agonizantes. Cuando morían eran enterrados en un pequeño camposanto al lado de la ermita. Muchos venían del centro de Europa buscando el milagro de la curación o un pase directo para el paraíso. Iba sola pero había peregrinos caminando a mi paso, otros delante y algunos de más edad o con enormes y pesadas mochilas detrás, con mayor parsimonia. Continuamos por Villalbilla y llegamos a Tardajos tras cruzar el río por el puente del Arzobispo, donde antaño el clérigo lanzaba la caña en ese lugar que él mismo se reservaba por la abundancia de peces. En el otero de Tardajos se sitúa la ciudad de los dioses, Deobrígula, de origen celta y después romanizada. San Francisco de Asís pasó por el lugar en su peregrinación a Santiago. Después de Rabé de las Calzadas fuimos ascendiendo hacia una meseta completamente despoblada y rojiza donde crecen los pampajaritos, las esparcetas y el pan de conejo. Unos chopos a lo lejos, algún pino solitario y tractores laborando, son las notas distintivas del paisaje; pero por encima de todo, lucen los campos de girasoles que siguen al sol con sus rosetas mandálicas de pétalos dorados, espiándonos con mirada penetrante desde sus alineadas posiciones. La Cuesta de Matamulos se abrió ante nosotros desafiante. Habíamos dejado atrás varias leguas, y el cansancio se estaba apoderando de nuestros molidos huesos. Por ganas, habríamos soltado las mochilas y utilizándolas de almohada nos hubiésemos recostado encima de las piedras calientes de la calzada de tierra. Una oración a la jacobea Virgen de Rocamador, protagonista de honor de alguna de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, me reconfortó y dio fuerzas para seguir. Aún faltaba mucho por andar. Pero iba contenta, mirando al suelo y al cielo, a izquierda y a derecha, con los ojos puestos en el horizonte lejano e inasible que se hacía de rogar y desoía mis plegarias. De vez en cuando, algún peregrino veloz me adelantaba y algunos venían de vuelta con caras risueñas. « ¡Buen Camino!», « ¡ultreya!», nos decíamos, y continuábamos adelante, más erguidos, como si el saludo supusiera una inyección de energía. Antes de llegar a Arroyo San Bol hice una parada corta en Hornillos del Camino. Allí, al lado de la iglesia, se encuentra la fuente del Gallo, animal emblemático del pueblo por la leyenda que se cuenta.— ¿Es cierto lo que dicen del gallo? —le pregunté a una anciana que estaba sentada con su perro delante de su casa—. ¿Es verdad que el gallo cantó después de muerto? La buena señora se encogió de hombros y me contestó poco convencida, que eso decían. Le pedí que me contase la historia y lo hizo con todos los detalles. Dice la tradición que durante la Guerra de la Independencia, aprovechando que todos estaban en misa, varios soldados franceses entraron en los corrales y robaron varios gallos y gallinas que llevaron escondidos en los tambores. Cuando los vecinos se dieron cuenta del robo sospecharon de los soldados, pero estos lo negaron. Entonces las mujeres hicieron rogativas a San Antón y uno de los gallos cantó desde dentro del tambor. Así fueron descubiertos. Y entre leyenda y leyenda, el Camino sigue, deleitándonos con su variedad. Hontanas es lugar de fuentes. Hay una piscina donde los romeros pueden remojarse al completo. Me entretuve charlando con unas viejecitas del lugar que me ofrecieron pan casero y fruta. Me sentía como una peregrina de las de antes. El terreno que atravesaba parecía dejado de la mano de Dios. Las ruinas de la iglesia gótica de San Antón son el exponente de que no fue así en otros tiempos. El Camino pasa por debajo del gran arco ojival. El convento de los Antonianos fue fundado por Alfonso VIII, en el siglo XII, para acoger a los enfermos de ergotismo o fuego de San Antón, una enfermedad que hizo estragos en la Edad Media. A los aquejados de este mal se les daba pan de centeno sin cornezuelo, que era lo que causaba la enfermedad, y se les imponía el escapulario con la tau de la caridad, que utilizan como símbolo, y que aún figura en las ventanas de las ruinas. Como recuerdo del ayer aún se conservan dos alacenas en las que al anochecer, cuando se cerraba el convento, se colocaban alimentos para los peregrinos rezagados. Hoy, los santiaguistas dejan mensajes en papeles doblados que los días de viento se sienten pájaros y emprenden el vuelo.,, NAZARIO MATOS.
EN EL OTERO DE TARDAJOS SE SITÚA LA CIUDAD DE LOS DIOSES, DEOBRiGULA, DE ORIGEN CELTA Y DESPUÉS ROMANIZADAEl Camino de Santiago por las llanuras burgalesas y los campos de girasolesMAGDALENA DEL AMO 25 Jul 2021 - 18:08 CET
Salí al amanecer. Mi última mirada antes de abandonar Burgos fue para el peregrino San Amaro, dedicado a la práctica de la caridad con los más necesitados. Solía cargarlos sobre sus hombros para llevarlos al hospital. Algunos estaban agonizantes. Cuando morían eran enterrados en un pequeño camposanto al lado de la ermita. Muchos venían del centro de Europa buscando el milagro de la curación o un pase directo para el paraíso. Iba sola pero había peregrinos caminando a mi paso, otros delante y algunos de más edad o con enormes y pesadas mochilas detrás, con mayor parsimonia. Continuamos por Villalbilla y llegamos a Tardajos tras cruzar el río por el puente del Arzobispo, donde antaño el clérigo lanzaba la caña en ese lugar que él mismo se reservaba por la abundancia de peces. En el otero de Tardajos se sitúa la ciudad de los dioses, Deobrígula, de origen celta y después romanizada. San Francisco de Asís pasó por el lugar en su peregrinación a Santiago. Después de Rabé de las Calzadas fuimos ascendiendo hacia una meseta completamente despoblada y rojiza donde crecen los pampajaritos, las esparcetas y el pan de conejo. Unos chopos a lo lejos, algún pino solitario y tractores laborando, son las notas distintivas del paisaje; pero por encima de todo, lucen los campos de girasoles que siguen al sol con sus rosetas mandálicas de pétalos dorados, espiándonos con mirada penetrante desde sus alineadas posiciones. La Cuesta de Matamulos se abrió ante nosotros desafiante. Habíamos dejado atrás varias leguas, y el cansancio se estaba apoderando de nuestros molidos huesos. Por ganas, habríamos soltado las mochilas y utilizándolas de almohada nos hubiésemos recostado encima de las piedras calientes de la calzada de tierra. Una oración a la jacobea Virgen de Rocamador, protagonista de honor de alguna de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, me reconfortó y dio fuerzas para seguir. Aún faltaba mucho por andar. Pero iba contenta, mirando al suelo y al cielo, a izquierda y a derecha, con los ojos puestos en el horizonte lejano e inasible que se hacía de rogar y desoía mis plegarias. De vez en cuando, algún peregrino veloz me adelantaba y algunos venían de vuelta con caras risueñas. « ¡Buen Camino!», « ¡ultreya!», nos decíamos, y continuábamos adelante, más erguidos, como si el saludo supusiera una inyección de energía. Antes de llegar a Arroyo San Bol hice una parada corta en Hornillos del Camino. Allí, al lado de la iglesia, se encuentra la fuente del Gallo, animal emblemático del pueblo por la leyenda que se cuenta.— ¿Es cierto lo que dicen del gallo? —le pregunté a una anciana que estaba sentada con su perro delante de su casa—. ¿Es verdad que el gallo cantó después de muerto? La buena señora se encogió de hombros y me contestó poco convencida, que eso decían. Le pedí que me contase la historia y lo hizo con todos los detalles. Dice la tradición que durante la Guerra de la Independencia, aprovechando que todos estaban en misa, varios soldados franceses entraron en los corrales y robaron varios gallos y gallinas que llevaron escondidos en los tambores. Cuando los vecinos se dieron cuenta del robo sospecharon de los soldados, pero estos lo negaron. Entonces las mujeres hicieron rogativas a San Antón y uno de los gallos cantó desde dentro del tambor. Así fueron descubiertos. Y entre leyenda y leyenda, el Camino sigue, deleitándonos con su variedad. Hontanas es lugar de fuentes. Hay una piscina donde los romeros pueden remojarse al completo. Me entretuve charlando con unas viejecitas del lugar que me ofrecieron pan casero y fruta. Me sentía como una peregrina de las de antes. El terreno que atravesaba parecía dejado de la mano de Dios. Las ruinas de la iglesia gótica de San Antón son el exponente de que no fue así en otros tiempos. El Camino pasa por debajo del gran arco ojival. El convento de los Antonianos fue fundado por Alfonso VIII, en el siglo XII, para acoger a los enfermos de ergotismo o fuego de San Antón, una enfermedad que hizo estragos en la Edad Media. A los aquejados de este mal se les daba pan de centeno sin cornezuelo, que era lo que causaba la enfermedad, y se les imponía el escapulario con la tau de la caridad, que utilizan como símbolo, y que aún figura en las ventanas de las ruinas. Como recuerdo del ayer aún se conservan dos alacenas en las que al anochecer, cuando se cerraba el convento, se colocaban alimentos para los peregrinos rezagados. Hoy, los santiaguistas dejan mensajes en papeles doblados que los días de viento se sienten pájaros y emprenden el vuelo.,, NAZARIO MATOS.