ESPAÑA MONÀRQUICA::: PÁGINA Nº 2
Vayamos al grano. Personalmente me deja estupefacto contemplar cómo España acepta sin rechistar la autocracia de Sánchez, su ingeniería social, sus salvajadas legales y sus disparates constitucionales. Jamás entenderé cómo la patria de El Cid, de Colón, de Pizarro, de Hernán Cortés, la que se levantó frente al invencible y todopoderoso Napoleón, dice sistemáticamente amén a las burradas de este pájaro y, sobre todo y por encima de todo, acepta la bajada de su nivel de vida como si tal cosa. Y, mientras tanto, los medios a sueldo del Gobierno, prácticamente todos, nos venden una España modélica y entrañable en la que el discrepante es obviamente un fascista de tres pares de narices, un tipo con las más diversas patologías psiquiátricas, un faker profesional. He epigrafiado La España feliz de Pedro Sánchez en 10 actos, aunque bien lo podría haber hecho en 100 o en 1.000:1.-La España de la riqueza energética. A Mariano Rajoy y a José Manuel Soria no les van a decir ni tampoco les van a contar el pollo que les montaron cuando el megavatio/hora de electricidad pasó de 50 euros a 54. Días y días de telediarios abriendo con el “subidón”, columnistas tirando a matar al Gobierno, fascista claro, del PP y el desahogado de Évole dedicando un programa entero a la cuestión en el que el presidente y el ministro de Industria quedaban como unos auténticos desalmados. Ahora el megavatio/hora no baja de los 200 euros, es decir el cuádruple que hace un año, y el mes pasado sobrepasó los 300, esto es, seis veces más. Y aquí nadie se echa a la calle y todos somos felices. Pablo Iglesias e Irena Montera, a los que se le llenaba la boca del palabro “pobreza energética” en tiempos marianos, callan cómplicemente porque tienen los mismos problemas para llegar a fin de mes que Amancio Ortega, su lomo está forrado hasta límites insospechados y la gente les importa un comino. Todo para el pueblo pero al pueblo que le den. 2.-La España de la energía infinita. Espero que la sangre no llegue jamás al río. Es más, sospecho que, como sucedió ese 31 de diciembre de 1999 en el que los ordenadores se iban a volver locos y los ascensores se iban a parar entre planta y planta, todo quedará en un mal presagio. Más que nada, porque un parón en el suministro helaría todos los hogares de España y provocaría apagones por doquier. Ningún Gobierno occidental se puede permitir semejante caos porque entonces sí que creo que las revueltas serían inevitables. Y si sobreviene el desastre, tranquilos, que Papá Sánchez nos echará unos de esos speech en los que nos trata como si fuéramos niños y todos tan contentos. El panorama no es precisamente halagüeño: el gasoducto Magreb-Europa, que trae el 25% del gas que consumimos, se chapó hace dos semanas. No hay buques metaneros porque la mayoría los ha contratado China a golpe de talonario. Ahora sólo queda fiarse de la excelente capacidad de reacción de nuestro canciller, José Manuel Albares, que se plantó en Argel, se entrevistó con el presidente Tebboune y formalizó un compromiso para aumentar el suministro por el único gasoducto que queda operativo, ese Medgaz que entra por las costas de Almería. Veremos. En el mientras tanto no estaría de más encomendarse a todo el santoral para que el gafe de Pedro Sánchez no la termine de liar definitivamente. 3.-La España de la riqueza alimenticia. Mariano Rajoy, el hombre que nos salvó del default, nos legó un país en el que el precio de la cesta de la compra no subía mucho más allá de la inflación. Ahora el coste de los productos básicos crece por encima del 15%, tres veces el IPC y siete lo que como mucho engordarán los sueldos a fin de año, y aquí no se subleva ni su padre. Me temo que ese 15% seguramente ha sido jibarizado por los estadísticos gubernamentales. No hablo de oídas sino por boca de uno de los grandes restauradores de Madrid: “Eduardo, que se dejen de leches, a mí el producto me cuesta un 28% más que hace un año”.4.-La España de la miniinflación. Que la España de Pedro Sánchez no es el universo happy que nos pintan sus infinitos hagiógrafos lo certifica mejor que ningún otro parámetro la inflación, situada en estos momentos en el 5,4%. Los pelotas mediáticos apuntan que el encarecimiento de los precios es el drama coyuntural de 2021 “pero a nivel mundial”. No sé si es coyuntural —mi impresión es que sí— pero tengo meridianamente claro que en esto, como desgraciadamente en casi todos los órdenes de la vida, también hay clases: somos el número 1 de los grandes países de la zona euro. Empatamos con Bélgica (5,4%), ganamos a Alemania (4,5%), goleamos a Francia (3,2%) e Italia (3,1%) y le pegamos una tunda de aquí no te menees a Portugal (1,8%). La media de la zona euro está situada en el 4,1%. Con cuentas así cualquier cuento que nos endose Moncloa se deshace con la misma velocidad que un azucarillo en una taza de café hirviendo... NAZARIO MATOS..
Vayamos al grano. Personalmente me deja estupefacto contemplar cómo España acepta sin rechistar la autocracia de Sánchez, su ingeniería social, sus salvajadas legales y sus disparates constitucionales. Jamás entenderé cómo la patria de El Cid, de Colón, de Pizarro, de Hernán Cortés, la que se levantó frente al invencible y todopoderoso Napoleón, dice sistemáticamente amén a las burradas de este pájaro y, sobre todo y por encima de todo, acepta la bajada de su nivel de vida como si tal cosa. Y, mientras tanto, los medios a sueldo del Gobierno, prácticamente todos, nos venden una España modélica y entrañable en la que el discrepante es obviamente un fascista de tres pares de narices, un tipo con las más diversas patologías psiquiátricas, un faker profesional. He epigrafiado La España feliz de Pedro Sánchez en 10 actos, aunque bien lo podría haber hecho en 100 o en 1.000:1.-La España de la riqueza energética. A Mariano Rajoy y a José Manuel Soria no les van a decir ni tampoco les van a contar el pollo que les montaron cuando el megavatio/hora de electricidad pasó de 50 euros a 54. Días y días de telediarios abriendo con el “subidón”, columnistas tirando a matar al Gobierno, fascista claro, del PP y el desahogado de Évole dedicando un programa entero a la cuestión en el que el presidente y el ministro de Industria quedaban como unos auténticos desalmados. Ahora el megavatio/hora no baja de los 200 euros, es decir el cuádruple que hace un año, y el mes pasado sobrepasó los 300, esto es, seis veces más. Y aquí nadie se echa a la calle y todos somos felices. Pablo Iglesias e Irena Montera, a los que se le llenaba la boca del palabro “pobreza energética” en tiempos marianos, callan cómplicemente porque tienen los mismos problemas para llegar a fin de mes que Amancio Ortega, su lomo está forrado hasta límites insospechados y la gente les importa un comino. Todo para el pueblo pero al pueblo que le den. 2.-La España de la energía infinita. Espero que la sangre no llegue jamás al río. Es más, sospecho que, como sucedió ese 31 de diciembre de 1999 en el que los ordenadores se iban a volver locos y los ascensores se iban a parar entre planta y planta, todo quedará en un mal presagio. Más que nada, porque un parón en el suministro helaría todos los hogares de España y provocaría apagones por doquier. Ningún Gobierno occidental se puede permitir semejante caos porque entonces sí que creo que las revueltas serían inevitables. Y si sobreviene el desastre, tranquilos, que Papá Sánchez nos echará unos de esos speech en los que nos trata como si fuéramos niños y todos tan contentos. El panorama no es precisamente halagüeño: el gasoducto Magreb-Europa, que trae el 25% del gas que consumimos, se chapó hace dos semanas. No hay buques metaneros porque la mayoría los ha contratado China a golpe de talonario. Ahora sólo queda fiarse de la excelente capacidad de reacción de nuestro canciller, José Manuel Albares, que se plantó en Argel, se entrevistó con el presidente Tebboune y formalizó un compromiso para aumentar el suministro por el único gasoducto que queda operativo, ese Medgaz que entra por las costas de Almería. Veremos. En el mientras tanto no estaría de más encomendarse a todo el santoral para que el gafe de Pedro Sánchez no la termine de liar definitivamente. 3.-La España de la riqueza alimenticia. Mariano Rajoy, el hombre que nos salvó del default, nos legó un país en el que el precio de la cesta de la compra no subía mucho más allá de la inflación. Ahora el coste de los productos básicos crece por encima del 15%, tres veces el IPC y siete lo que como mucho engordarán los sueldos a fin de año, y aquí no se subleva ni su padre. Me temo que ese 15% seguramente ha sido jibarizado por los estadísticos gubernamentales. No hablo de oídas sino por boca de uno de los grandes restauradores de Madrid: “Eduardo, que se dejen de leches, a mí el producto me cuesta un 28% más que hace un año”.4.-La España de la miniinflación. Que la España de Pedro Sánchez no es el universo happy que nos pintan sus infinitos hagiógrafos lo certifica mejor que ningún otro parámetro la inflación, situada en estos momentos en el 5,4%. Los pelotas mediáticos apuntan que el encarecimiento de los precios es el drama coyuntural de 2021 “pero a nivel mundial”. No sé si es coyuntural —mi impresión es que sí— pero tengo meridianamente claro que en esto, como desgraciadamente en casi todos los órdenes de la vida, también hay clases: somos el número 1 de los grandes países de la zona euro. Empatamos con Bélgica (5,4%), ganamos a Alemania (4,5%), goleamos a Francia (3,2%) e Italia (3,1%) y le pegamos una tunda de aquí no te menees a Portugal (1,8%). La media de la zona euro está situada en el 4,1%. Con cuentas así cualquier cuento que nos endose Moncloa se deshace con la misma velocidad que un azucarillo en una taza de café hirviendo... NAZARIO MATOS..