¿Cuándo se empezó a sancionar llamar “puta”, “leproso” o “cornudo” a los vecinos de Madrid?::: PÁGINA Nº 3. También se permitía que se tuvieran pesos y medidas legales, pero ¡ay del que las tuviera trucadas!, “si las tuviere menguadas, pague dos maravedíes”. Había sitio para los flautistas de Hamelín, “el juglar tañedor de la cítara, que viniese a Madrid a caballo y cantara en el concejo […] no le den más de tres maravedíes y medio...”. Por todo el Fuero se destila, lógicamente, una defensa del vecino de Madrid. A su alrededor se engloban algunos artículos muy explícitos, “Todo moro cogido con cosa hurtada, si fuere libre, ahorcarlo; mas si fuere cautivo, córtenle el pie” y otras lindezas por el estilo. Aparecen zonas de interés de la ciudad, como el prado de Atocha, el carrascal de Vallecas adehesado por el concejo y puestos allá unos molinos; un canal en Rivas que posee el concejo para suministro del agua del foso de la muralla, que estaba en construcción (“la obra de la muralla que está en construcción”; “que se entregarán para la obra de la muralla…”) y en fin se mencionan diez parroquias, las más antiguas de Madrid…Se recogen las obligaciones tributarias de los forasteros y, por exclusión en todos los artículos a favor de los vecinos, sus obligaciones. El rey Alfonso VIII que amplía el Fuero, lo protege, “quien se apartare de lo que ha sido consignado en este documento […] que le busquen a través de mi reino entero hasta que se le ahorque”. Y no pensemos como algunas harían, que al varón todo se le permitía (¿de dónde sale eso?): “El que forzare a una mujer, muera por tanto”; o que aquella sociedad era un mundo de salvajes: “si alguno detuviera a los jurados de hacer justicia, contra ellos me volveré especialmente”. La localidad se denomina en el Fuero como Magerit, Magirto, Madrit, Madride y Madrid, siendo este topónimo el más común. La evoluciónEl articulado y la propia evolución del Fuero con añadidos y correcciones tan singulares (Alfonso VIII, Fernando III, por ejemplo), bien invita a una honorable lectura pues estamos ante una gran descripción de cómo organizaron la vida en comunidad nuestros antepasados, en una ciudad de mediano pasar, con su nueva muralla en construcción, y dividida ya en diez colaciones; esto es, cómo se fue asentando la nueva vida de los cristianos tras la Reconquista. El Fuero fue redescubierto entre los fondos del Archivo de Madrid en 1789, pero volvió al sueño de los justos hasta que en 1831 fue sacado a la luz por Antonio Cavanilles iniciándose esa tradicional historia de las ediciones del Fuero de Madrid, que llega a nuestros días: los editores críticos o comentaristas del Fuero han sido Cavanilles (1852), Amador de los Ríos y de la Rada (1860), Domingo Palacio (1871 y 1888), Galo Sánchez, Millares Carlo y Lapesa (excelente edición de 1932 con ampliación en 1963) y recientemente Alvarado Planas y Oliva Manso (buenísima edición también, 2019),, NAZARIO MATOS..