Paracuellos, 1936:: PÁGINA Nº 2.
Thank you for watching
Se calcula que en el camposanto de Paracuellos puede haber hasta 8000 cadáveres. Familias enteras, padres e hijos que compartieron celda o checa durante semanas y que juntos recibieron el disparo, no siempre letal. Muchos murieron asfixiados en la propia fosa por el peso de los cadáveres que les caían encima. Por cierto, los milicianos obligaron, a punta de pistola, a los vecinos de los pueblos cercanos a cavar las fosas, trasladar los cuerpos y echar algo de tierra por encima. Un trauma que también se recuerda.
Contar la historia de estas siete fosas comunes sería más sencillo si las víctimas fueran de Franco y no del Gobierno del Frente Popular de Largo Caballero y de Santiago Carrillo (consejero de Orden Público de la Junta de Defensa en Madrid), y obra de milicianos sindicalistas, comunistas y socialistas. La Ley de Memoria Democrática, elaborada por los herederos morales de aquellos políticos totalitarios de la Segunda República, no ahorraría épica ni lírica para describir los fusilamientos masivos y la matanza selectiva de familias enteras, el genocidio en la retaguardia. Por cierto, es un dato sin duda relevante, Francisco Franco nunca visitó la zona, adecentada en cementerio por las víctimas que no han recibido nunca subvenciones. No hay mal que por bien no venga y, de momento, poco puede hacer aquí el gobierno de Pedro Sánchez.
El Cementerio de Los Mártires de Paracuellos es un lugar privado, privado del reconocimiento y de la compasión ante un dolor que se mantiene vivo gracias las viudas que en los años 40 empezaron a venir en peregrinación cuando se corrió la voz que éste había sido el destino de sus familiares.
Pasamos varias horas recorriendo un lugar asombroso y simbólico. Cuesta creer que estas siete fosas comunes no importan a nadie, no abochornan. Libertad Digital rinde homenaje a estas víctimas, inocentes todos.
.. NAZARIO MATOS.
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Se calcula que en el camposanto de Paracuellos puede haber hasta 8000 cadáveres. Familias enteras, padres e hijos que compartieron celda o checa durante semanas y que juntos recibieron el disparo, no siempre letal. Muchos murieron asfixiados en la propia fosa por el peso de los cadáveres que les caían encima. Por cierto, los milicianos obligaron, a punta de pistola, a los vecinos de los pueblos cercanos a cavar las fosas, trasladar los cuerpos y echar algo de tierra por encima. Un trauma que también se recuerda.
Contar la historia de estas siete fosas comunes sería más sencillo si las víctimas fueran de Franco y no del Gobierno del Frente Popular de Largo Caballero y de Santiago Carrillo (consejero de Orden Público de la Junta de Defensa en Madrid), y obra de milicianos sindicalistas, comunistas y socialistas. La Ley de Memoria Democrática, elaborada por los herederos morales de aquellos políticos totalitarios de la Segunda República, no ahorraría épica ni lírica para describir los fusilamientos masivos y la matanza selectiva de familias enteras, el genocidio en la retaguardia. Por cierto, es un dato sin duda relevante, Francisco Franco nunca visitó la zona, adecentada en cementerio por las víctimas que no han recibido nunca subvenciones. No hay mal que por bien no venga y, de momento, poco puede hacer aquí el gobierno de Pedro Sánchez.
El Cementerio de Los Mártires de Paracuellos es un lugar privado, privado del reconocimiento y de la compasión ante un dolor que se mantiene vivo gracias las viudas que en los años 40 empezaron a venir en peregrinación cuando se corrió la voz que éste había sido el destino de sus familiares.
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