CELEDONIO PÉREZ. Carmen Prieto, impulsiva, inquieta y vital, vivió ayer un día frenético «casi como una estrella de cine». Sus amistades, sus amigos, sus clientes y hasta los periodistas nos interesamos por su trabajo «que no es de hoy, que empezó hace trece años». ¿Y por qué? Pues porque su queso semicurado de leche cruda de oveja que elabora junto con su marido, Andrés Campo, fue reconocido en los Premios Cincho que se entregaron el jueves en Salamanca como el mejor queso artesano de Castilla y León. «Estamos muy contentos, porque además conseguimos también una medalla de plata». El calendario del año 2008 lo van a enmarcar en las instalaciones de su quesería, en Cuelgamures, en la espalda de Zamora que da con Salamanca. «En primavera ganamos también otras dos medallas, una de oro y otra de plata en la Feria de Botiguero».
El secreto de la exquisitez del queso hay que buscarlo en la calidad de la leche. Carmen Prieto lo sabe bien. «Tenemos un rebaño de 700 ovejas, transformamos la mitad de la leche, pero sabemos que si la materia prima es buena el queso también lo será». Cuando montaron la industria familiar el rebaño estaba compuesto por ovejas de razas castellana y asaff, «más o menos al cincuenta por ciento». Ahora, confiesa, «tenemos todas assaf, se nota mucho en el rendimiento lechero». Y tanto: si una oveja autóctona produce 0,8 litros de leche al día, una de raza israelí llega casi a los dos litros. Aún así, defiende que la D. O. Queso Zamorano no abra sus puertas a otra leche que no sea la de razas autóctonas.
Carmen Prieto aprendió el oficio de su madre: «Ella hacía queso para la familia y después nosotros nos hemos preocupado de ir a cursillos para prepararnos, pero en nuestra quesería no ha entrado ningún profesional, todo lo hemos hecho nosotros con nuestros conocimientos».
Ahora, como «las cosas van bien», han decidido ampliar la explotación. «Queremos transformar la leche de todas nuestras ovejas, sin cambiar la filosofía: manejo exquisito y cuidar el pastoreo y la alimentación, esas son las claves». Y cuidar el proceso de elaboración, claro. El éxito del Campo Prieto viene a reforzar el buen hacer de la artesanía quesera zamorana.
El secreto de la exquisitez del queso hay que buscarlo en la calidad de la leche. Carmen Prieto lo sabe bien. «Tenemos un rebaño de 700 ovejas, transformamos la mitad de la leche, pero sabemos que si la materia prima es buena el queso también lo será». Cuando montaron la industria familiar el rebaño estaba compuesto por ovejas de razas castellana y asaff, «más o menos al cincuenta por ciento». Ahora, confiesa, «tenemos todas assaf, se nota mucho en el rendimiento lechero». Y tanto: si una oveja autóctona produce 0,8 litros de leche al día, una de raza israelí llega casi a los dos litros. Aún así, defiende que la D. O. Queso Zamorano no abra sus puertas a otra leche que no sea la de razas autóctonas.
Carmen Prieto aprendió el oficio de su madre: «Ella hacía queso para la familia y después nosotros nos hemos preocupado de ir a cursillos para prepararnos, pero en nuestra quesería no ha entrado ningún profesional, todo lo hemos hecho nosotros con nuestros conocimientos».
Ahora, como «las cosas van bien», han decidido ampliar la explotación. «Queremos transformar la leche de todas nuestras ovejas, sin cambiar la filosofía: manejo exquisito y cuidar el pastoreo y la alimentación, esas son las claves». Y cuidar el proceso de elaboración, claro. El éxito del Campo Prieto viene a reforzar el buen hacer de la artesanía quesera zamorana.