IRENE GÓMEZ Poco podía imaginar José Coco la sorpresa que le esperaba cuando, hace tres años, limpiando la nave que solía usar su padre para tareas agrícolas, encontró -«medio arrinconado»- un vetusto bidón de chapa con «trescientos o cuatrocientos kilos de trigo seco, limpio y cribado». Era trigo de la variedad candeal; el que toda la vida había sembrado su padre, como los agricultores de la época y sus antecesores. Eran otros tiempos, los de la
labranza a la antigua usanza, sin alteraciones ni
... (ver texto completo)