Hola buen día, me llamo Ruffo, tengo casi ocho añitos y soy un perro de raza SCHNAUZER. Mi amita me adora, llegué una tarde de Reyes a su
casa con mi papá y creo que ella se enamoró de mí. No quiero ser pretencioso ni presumido, pero estuve viviendo con mi padre desde mi adopción hasta septiembre de 2006, fecha en la que mi padre no podía atenderme y me quedé a vivir definitivamente con mi abuela adoptiva.
He sido muy
feliz a pesar de que a los dos años nació Diego, el nieto de verdad y cuando empezó a andar, descubrió que yo era un juguete vivo y me hacía de todo; le dio porque hiciera de caballito para él hasta que se dieron cuenta de que me dolía el lomo y se lo prohibieron. También he tenido que aguantarle muchos tirones de orejas y gracias a Dios que no tengo rabo que sino....
Siempre le he hecho gracia a los niños, pero estoy un poco cansado de que no sepan manejar la correa de sacarme a la
calle, se les enrolla entre mis patitas y luego me hacen daño. Ahora me ha tocado la lotería de la mala porque la hermana de Diego es peor, mirad si le tengo miedo que me escondo debajo de las camas, bien adentro donde no me pueden tirar de las patitas ni de los bigotes, uno de mis principales atractivos.
Pero no son tan malos del todo, hoy a escondidas de mi amita me han dado LACASITOS de colorines y estaban muy ricos. Eso si, les he pedido que por favor sea nuestro secreto. Siempre he oído decir que los niños son crueles con los animalitos, por eso mi amita siempre se ha empeñado en que yo sea uno más de la
familia a pesar de que hay cariños que matan.
Una vez tuvieron que hacer un viaje de mucha urgencia y me metieron en una residencia canina en
Castellón, todo un largo fin de semana, pero yo me vengué: Cuando fueron a recogerme el lunes hice como si no los conociera y ni los saludé ni nada. Más tarde descubrieron que estaba afónico de tanto ladrar y mi amita lloró de pena, me llevó al veterinario y me recetó una medicina para la inflamación de las cuerdas vocales; creo que no lo volverán a hacer. Es muy tarde, mañana sigo y os cuento la aventura más importante de mi vida
La aventura duró una hora aproximadamente pero los minutos se me hicieron eternos porque no sabía qué pasaba y eso que dicen que los perros no tenemos noción del tiempo.
Fue el día de Jueves
Santo pasado y mi amita me sacó a hacer mis obligaciones mañaneras como todos los días, llovía un poquito y nos dimos una buena vuelta por el
paseo marítimo de Oropesa. Cuando ya tenía hechos los "deberes", entramos en nuestra urbanización y mi amita me ató en la
puerta con
rejas y entró a
comprar el
pan. No sé qué pasó, se enrolló con una vecina y beso para un lado y saludos para otro, qué tal la familia a ver si nos vemos un rato en la
playa.... total que cuál no sería mi sorpresa al ver que mi amita se va y me deja atado en la puerta del súper.
Ya empezaba a
llover más fuerte, pero como soy muy listo, me refugié bajo el tejadillo de los
aparcamientos; menos mal que me había dejado la correa larga y me pude salvar del
agua que estaba cayendo. La gente salía de la
tienda y me miraban tan quietecito y yo les miraba sus paquetes de
churros, su pan quemao típico de esos días y todas las chuches que sacaban los niños.
Algunos niños querían decirme algo, pero sus papás les decían:"No lo toques que no lo conoces". Me dolió ser tratado con esa desconfianza; tan sólo se acercó a mí Da Silva el portero y me dijo con su acento brasileño:"Hola Ruffus",él siempre me llama así y ni me preguntó qué hacía allí, le pareció normal.
Del
bar de al lado salía un apetitoso olor a tostadas, con lo que a mí me gustan...., la gente entraba y salía y cada vez llovía más fuerte. Yo parecía un jarrón con mis posaderas en el suelo hasta que se empezaron a formar charcos y cambié de postura; se empezaron a mojar mis patitas y yo me empezaba a enfadar de verdad. La señora del bar me dio un churro calentito que me supo a gloria y me puso un cacharro con agua; la miré agradecido y me desilusionó que no me conociera, ¡qué chasco! y yo que pensaba que era famoso. Ya no llovía, diluviaba, y ya no pasaba nadie por la calle.
La señora del bar me cambió de sitio para que no me mojara tanto, pero lo que más me molestaba era que la gente viera normal lo que me estaba sucediendo. A nadie se le ocurrió preguntarme qué hacía allí y dónde estaban mis dueños. Mi autoestima empezaba a resentirse, no le importaba nada a nadie. Se pensaban que estaba muerto de hambre, que era un perro abandonado a pesar de mi bonito corte de pelo.
De pronto veo venir a mi ama corriendo como una loca y más pálida que la pared sin paraguas ni nada, pero esa es otra
historia......
Noemí Andrés: ACABARÉ LA HISTORIA YO
Todo lo que ha contado Ruffo es verdad, fui la culpable de todo por quedarme de charleta con unas vecinas valencianas. Ruffo quedó atado y abandonado sobre las 10 de la mañana del Jueves Santo pasado.
Subí a casa y todos seguían durmiendo, tomé mi segundo café y una tostada de pan tomaca, el que a Ruffo le chifla, coloqué algunas cosas sin hacer ruidos, saludé a mis
amigos de los
foros locales, abrí el
correo y se levanta mi nieta. Como no sabía hablar me hace unos gestos muy raros y empieza a recorrer la casa buscando algo, mira debajo del sofá, debajo de mi cama, detrás de las cortinas y yo pensando que lo que buscaba era algún juguete.
Preparé zumos para el desayuno y de pronto sale mi nieto de cinco años medio adormilado a beberse su cacao y me pregunta: ¿Abuela, y Ruffo?, ¡JESÚS!, casi me da un infarto, me temblaban las piernas y el corazón parecía salírseme. ¡RÁPIDO, LEVANTAOS Y ATENDED A LOS NIÑOS, HE DEJADO A RUFFO OLVIDADO EN LA PUERTA DEL SUPERMERCADO!.
Llamo a los ascensores y que no bajaba ninguno, bajo por las
escaleras y salgo a la calle como una posesa; de pronto lo ví bajo los tejadillos de los aparcamientos, solo, como ausente. Seguía lloviendo, pero un poco menos y unos débiles rayos de sol dibujaron un
arco iris encima de las
montañas en dirección a Benicássim. Según me acercaba a mi perrín iba pensando que aquel arco iris era el de la buena suerte.
Sólo pedía que no me viera nadie de lo avergonzada que estaba; desaté a RUFFITO y le dije en Valenciano: RUFFET, NO PASSA RES. Me miró con cara de pocos amigos, hasta creo que se quedó con ganas de llamarme cualquier cosa. ¡AY SI LOS PERROS HABLARAN, MEJOR QUE NO HABLEN!, pero el mío me estaba hablando con sus ojos azabache.
Llamé por el telefonillo para decir a mi familia que Ruffo estaba bien y con una toalla de playa que tenía en el
coche lo sequé y lo apreté muy fuerte contra mí para darle calor, estaba tiritando, no sé si de miedo, de frío, de pena por tener una amita tan irresponsable.
Nos quedamos un rato dentro del coche, tenía ganas de estar con mi chiquitín a solas, vivir el momento, sentir como palpitaba su pequeño corazón y sobre todo darle calor. Ruffo tapado con la toalla y con su cabecita medio fuera me recordó a E. T. E.
¿Cómo saber si estaba enfadado conmigo?
¿Cómo saber lo que se le había pasado por su cabecita perruna?
¿Cómo saber si le quedarían secuelas psicológicas por esta experiencia?.
Mis dudas se diluyeron en el momento en el que RUFFO, según lo tenía sujeto y tapado, sacó su cabeza del todo y me dio un lengüetazo en una mano.
Noemí.