Dice el dicho popular: Todos somos necesarios y nadie es imprescindible.
El mundo de los toros no tiene que ser diferente, y de hecho, no lo es, simplemente es un componente más de este mundo, lo mismo que yo soy un componente más del traje de torear
Aun estando siempre a la vista paso desapercibida, después de una tarde de triunfo en los periódicos ningún cronista me nombra, los comentarios siempre fueron dirigidos hacia otro derrotero. Igualmente, en los cafés taurinos nunca se debatió sobre mi presencia, pero yo siempre estuve allí.
Mi momento de gloría es efímero, transcurre cuando él torero, haciendo un brindis al público, general mente en el centro de la plaza, conmigo en su mano ofrece el esperado triunfo al respetable, al acabar este ritual de ofrecimiento, hay varias formas para desprenderse de mi.
Generalmente, según temperamento y personalidad del torero.
El recatado y supersticioso, optará por colocarme delicadamente en el suelo, siempre boca abajo, no queriendo dejar en manos de la suerte mi colocación.
El cual me priva de mi momento de gloria.
El deseoso de triunfo, pero atenazado por la responsabilidad, me dejara caer a media suelta por la espalda, caminará hacia el toro mirando al publico pero su mayor deseo es mirar cual es mi colocación en el albero.
El temperamental y tremendista; a la vez que se desprende de mí, lanzándome levemente a la media vuelta, con el brazo sin quererlo, deja dibujado en el aire una nota de baile aflamencado.
Estos dos últimos, si me permiten, mi deseado momento de gloria, pues él transcurre desde que el torero me suelta en el aire, asta que llegado al suelo es vista mi colocación.
Entonces se escuchara en la plaza una expresión de aprobación y entusiasmo si en el albero mi colocación fue boca abajo.
Si sucede lo contrario la expresión será de desencanto, pues las creencias populares taurinas atribuyen mejor o peor suerte según mi colocación en la arena.
Quizás la mayoría de la gente solo me aprecien en estos momentos, pero yo puedo decirles que he tenido importancia y formado parte de la lidia.
Siempre hubo aunque en estos tiempos este un poco en desuso, intrépidos y valientes toreros que para provocar la embestida del toro me lanzaron hacia él.
El tiempo que transcurre cuando soy lanzada hacia el toro, es emocionante he intenso, eso sí, la acometida del astado provocada por mí es feroz y llena de furia.
Otros maestros del toreo me permitieron formar parte del tercio de banderillas, dejándome en alguna parte del ruedo, el torero cita al toro desde lejos haciendo que coincida la reunión del par exactamente donde yo me encontraba, dejando constancia del dominio de la suerte y el control de las distancias en la embestida del toro.
Una manera muy bonita y valiente de empezar las faenas es, estando próximo el diestro al centro del ruedo colocarme en sus pies, citar al toro y darle los bien llamados estatuarios, dejando ver in equívocamente que no se movieron los pies, si yo permanecí allí.
Es una apuesta muy arriesgada, solo al alcance de toreros con mucho valor, pero con gran repercusión en él público.
Luego es tan los momentos afectuosos, como es lógico siempre seguidos de un brindis, digamos personal.
Es entrañable con el cariño que me toma la persona a la que va dirigido el brindis, entre ellas se podían citar familiares del torero, amigos, políticos, gentes del mundo del espectáculo, sin olvidar alguna guapa moza, posible novia del que en el ruedo se encuentra.
Todos ellos me acogieron con sumo cuidado y cariño, estando en compañía del agraciado con el brindis, pude escuchar cosas muy bellas y comentarios con deseos de triunfo hacia el torero, nunca olvidare las manos de una bella joven que apretándome contra sí, y con lagrimas en los ojos, deseaba suerte al torero, después de haber escuchado de aquel joven maestro el brindis que así decía: Siempre en mi vida tuve un único sueño, llegar a ser torero.
En el sueño había una mujer, eras tú, savia que estando tú hay, lo conseguiría. “Va por ti “
Ablando de brindis. Cuenta la leyenda que en una ocasión asistía a una corrida de toros una afamada artista del mundo del cine, quien la había invitado a tal evento, queriendo agasajarla aun más, hablo con gente de la cuadrilla de un afamado torero que aquella tarde toreaba para que este tuviera la atención de brindarle un toro.
Cuando el mozo de espada hablo con el diestro para comentárselo, le dijo al espada: debido a que se trataba de una artista de fama en todo el mundo, seria bueno que esta tarde le brindaras un toro.
Quedase pensativo el diestro y haciendo una vez mas gala de su modestia le contestó: Siendo una artista tan afamada que importancia puede tener que yo le brinde el toro...
En el ritual del brindis tengo gran importancia y como queda claro puedo participar en la lidia siempre que se me deje sitio.
En la vida se debe tratar de mejorar, y yo como montera que soy tengo que ayudar a tener mi sitio en el mundo de los toros, aportando mi granito de arena en él.
Pero no hay que olvidar que una de las mejores formas de mejorar es, ver el punto bueno de las cosas, recordando los buenos momentos, y aprender de los errores.
Una montera quizás no tendría significado sin el mundo de los toros.
¿Pero, seria lo mismo el mundo de los toros, si los toreros no fueran ataviados con una montera?
Fin
El mundo de los toros no tiene que ser diferente, y de hecho, no lo es, simplemente es un componente más de este mundo, lo mismo que yo soy un componente más del traje de torear
Aun estando siempre a la vista paso desapercibida, después de una tarde de triunfo en los periódicos ningún cronista me nombra, los comentarios siempre fueron dirigidos hacia otro derrotero. Igualmente, en los cafés taurinos nunca se debatió sobre mi presencia, pero yo siempre estuve allí.
Mi momento de gloría es efímero, transcurre cuando él torero, haciendo un brindis al público, general mente en el centro de la plaza, conmigo en su mano ofrece el esperado triunfo al respetable, al acabar este ritual de ofrecimiento, hay varias formas para desprenderse de mi.
Generalmente, según temperamento y personalidad del torero.
El recatado y supersticioso, optará por colocarme delicadamente en el suelo, siempre boca abajo, no queriendo dejar en manos de la suerte mi colocación.
El cual me priva de mi momento de gloria.
El deseoso de triunfo, pero atenazado por la responsabilidad, me dejara caer a media suelta por la espalda, caminará hacia el toro mirando al publico pero su mayor deseo es mirar cual es mi colocación en el albero.
El temperamental y tremendista; a la vez que se desprende de mí, lanzándome levemente a la media vuelta, con el brazo sin quererlo, deja dibujado en el aire una nota de baile aflamencado.
Estos dos últimos, si me permiten, mi deseado momento de gloria, pues él transcurre desde que el torero me suelta en el aire, asta que llegado al suelo es vista mi colocación.
Entonces se escuchara en la plaza una expresión de aprobación y entusiasmo si en el albero mi colocación fue boca abajo.
Si sucede lo contrario la expresión será de desencanto, pues las creencias populares taurinas atribuyen mejor o peor suerte según mi colocación en la arena.
Quizás la mayoría de la gente solo me aprecien en estos momentos, pero yo puedo decirles que he tenido importancia y formado parte de la lidia.
Siempre hubo aunque en estos tiempos este un poco en desuso, intrépidos y valientes toreros que para provocar la embestida del toro me lanzaron hacia él.
El tiempo que transcurre cuando soy lanzada hacia el toro, es emocionante he intenso, eso sí, la acometida del astado provocada por mí es feroz y llena de furia.
Otros maestros del toreo me permitieron formar parte del tercio de banderillas, dejándome en alguna parte del ruedo, el torero cita al toro desde lejos haciendo que coincida la reunión del par exactamente donde yo me encontraba, dejando constancia del dominio de la suerte y el control de las distancias en la embestida del toro.
Una manera muy bonita y valiente de empezar las faenas es, estando próximo el diestro al centro del ruedo colocarme en sus pies, citar al toro y darle los bien llamados estatuarios, dejando ver in equívocamente que no se movieron los pies, si yo permanecí allí.
Es una apuesta muy arriesgada, solo al alcance de toreros con mucho valor, pero con gran repercusión en él público.
Luego es tan los momentos afectuosos, como es lógico siempre seguidos de un brindis, digamos personal.
Es entrañable con el cariño que me toma la persona a la que va dirigido el brindis, entre ellas se podían citar familiares del torero, amigos, políticos, gentes del mundo del espectáculo, sin olvidar alguna guapa moza, posible novia del que en el ruedo se encuentra.
Todos ellos me acogieron con sumo cuidado y cariño, estando en compañía del agraciado con el brindis, pude escuchar cosas muy bellas y comentarios con deseos de triunfo hacia el torero, nunca olvidare las manos de una bella joven que apretándome contra sí, y con lagrimas en los ojos, deseaba suerte al torero, después de haber escuchado de aquel joven maestro el brindis que así decía: Siempre en mi vida tuve un único sueño, llegar a ser torero.
En el sueño había una mujer, eras tú, savia que estando tú hay, lo conseguiría. “Va por ti “
Ablando de brindis. Cuenta la leyenda que en una ocasión asistía a una corrida de toros una afamada artista del mundo del cine, quien la había invitado a tal evento, queriendo agasajarla aun más, hablo con gente de la cuadrilla de un afamado torero que aquella tarde toreaba para que este tuviera la atención de brindarle un toro.
Cuando el mozo de espada hablo con el diestro para comentárselo, le dijo al espada: debido a que se trataba de una artista de fama en todo el mundo, seria bueno que esta tarde le brindaras un toro.
Quedase pensativo el diestro y haciendo una vez mas gala de su modestia le contestó: Siendo una artista tan afamada que importancia puede tener que yo le brinde el toro...
En el ritual del brindis tengo gran importancia y como queda claro puedo participar en la lidia siempre que se me deje sitio.
En la vida se debe tratar de mejorar, y yo como montera que soy tengo que ayudar a tener mi sitio en el mundo de los toros, aportando mi granito de arena en él.
Pero no hay que olvidar que una de las mejores formas de mejorar es, ver el punto bueno de las cosas, recordando los buenos momentos, y aprender de los errores.
Una montera quizás no tendría significado sin el mundo de los toros.
¿Pero, seria lo mismo el mundo de los toros, si los toreros no fueran ataviados con una montera?
Fin