Yo.... ¿Quien soy yo? Nunca me pare a pensar, que soy yo.
En el largo transcurrir de los tiempos pase desapercibido, no es que este oculto, pero nadie me ve.
Si tuviera que decir quien soy, pues muy sencillo, soy el espíritu de un arroyuelo.
Quizás pueda parecer que no tenga importancia, y si al menos fuera el espíritu de un gran rió... Seria muy diferente, un gran rió pasa por muchos sitios, pero no es solamente él, no son suyas todas sus aguas, no son suyas todas sus historias
Recuerdos inolvidables que yo como espíritu viera, ó escuchara historias acaecidas en los pueblos, contadas en mis orillas por alguna lavandera, que mientras en mis aguas lavaban la ropa comentaban un montón de incidencias. Discusiones entre vecinas, enfados de familias casi siempre por alguna herencia, nunca faltaron historias de amoríos, salidas nocturnas de alguna moza, que pensó que de noche no seria vista si salia por la trasera a pasear con algún mocito que enamorado estaba de ella.
La noche los ocultaba pero siempre al salir ó al entrar alguna vecina los viera, fuera que los espiaba por curiosidad ó en la noche algo estuviera buscando ella.
El caso es que los comentarios nunca faltaron allá donde las lavanderas, de fulano ó de mengano, de cual mozo ó mozuela, los amores nunca faltan, ni faltan las vendettas, que aunque sea un pequeño arroyo mis aguas llenas de vida bajan, y vida hay en mi rivera.
Mi arroyuelo no naciera en grandes montañas, ni mis aguas son de nieves perpetuas, brotaron de unos tesos, sitos en Castilla la Vieja, para regar los valles de Cuelgamures y Fuentespreadas.
Antes de entregar mis aguas al rió Talanda me paseare con ellas por el pueblo de El Piñero, en la parte de los prados de arriba mi arroyo recibe las aguas del Valdeavedilo, siempre pocas pero aveces se enfada y me inquieta.
Llegaran mis aguas al puente y al lado en esta pradera cuantas historias se vivieran, disputas para coger el mejor sitio que las lavanderas creyeran oportuno para que su ropa mas blanca fuera, sin olvidar las caravanas de gitanos acampadas en esta pradera, esas noches de canciones alrededor de una candela.
Aveces en verano ó primavera alguna pareja de enamorados se acerca a dar rienda suelta a su amor ó a escuchar el romance que mis aguas llevan.
Rincones de mi arroyo, cruzando entre choperas, siguiendo aguas abaja cruzando la pradera de las Gadañas, cuantos reveceros cuidaron las vacas en ellas.
Los años fueron pasando y distintas vacas por ellas, por seguro yo diría que todavía a muchas vacas se recuerdan.
El cauce de mi arroyo acaba ya muy cerca dejando las Gadañas en los prados de abajo el Montoya, mi arroyuelo al Talanda las aguas entrega.
Gentes de estos pueblos arraigados a la tierra cuantas mañanas temprano llevaron a sus animales a abrevar a mi rivera de mis aguas cristalinas ó en el tiempo del estío después de una larga tarde de trilla en las eras, con leves silbidos para que las caballerías sosegadas se sintieran tomando de algún remanso mis agua siempre puras y frescas.
Cambiaron las gentes de estos pueblos la yunta ó el borriquillo por artilugios para labrar la tierra igual cambiaron las lavanderas, dejaron de pasar frió ó calor lavando en mi rivera.
Quizás este un poco mas solo, quizás mis aguas no estén lo limpias que yo quisiera, pero este pueblo de El Piñero sigue bullendo de vida, sigue de mi muy cerca.
Siempre acompañare a mis aguas, siempre estaré cerca de ellas, para eso son mis aguas.
“Yo el espíritu de ellas”
En el largo transcurrir de los tiempos pase desapercibido, no es que este oculto, pero nadie me ve.
Si tuviera que decir quien soy, pues muy sencillo, soy el espíritu de un arroyuelo.
Quizás pueda parecer que no tenga importancia, y si al menos fuera el espíritu de un gran rió... Seria muy diferente, un gran rió pasa por muchos sitios, pero no es solamente él, no son suyas todas sus aguas, no son suyas todas sus historias
Recuerdos inolvidables que yo como espíritu viera, ó escuchara historias acaecidas en los pueblos, contadas en mis orillas por alguna lavandera, que mientras en mis aguas lavaban la ropa comentaban un montón de incidencias. Discusiones entre vecinas, enfados de familias casi siempre por alguna herencia, nunca faltaron historias de amoríos, salidas nocturnas de alguna moza, que pensó que de noche no seria vista si salia por la trasera a pasear con algún mocito que enamorado estaba de ella.
La noche los ocultaba pero siempre al salir ó al entrar alguna vecina los viera, fuera que los espiaba por curiosidad ó en la noche algo estuviera buscando ella.
El caso es que los comentarios nunca faltaron allá donde las lavanderas, de fulano ó de mengano, de cual mozo ó mozuela, los amores nunca faltan, ni faltan las vendettas, que aunque sea un pequeño arroyo mis aguas llenas de vida bajan, y vida hay en mi rivera.
Mi arroyuelo no naciera en grandes montañas, ni mis aguas son de nieves perpetuas, brotaron de unos tesos, sitos en Castilla la Vieja, para regar los valles de Cuelgamures y Fuentespreadas.
Antes de entregar mis aguas al rió Talanda me paseare con ellas por el pueblo de El Piñero, en la parte de los prados de arriba mi arroyo recibe las aguas del Valdeavedilo, siempre pocas pero aveces se enfada y me inquieta.
Llegaran mis aguas al puente y al lado en esta pradera cuantas historias se vivieran, disputas para coger el mejor sitio que las lavanderas creyeran oportuno para que su ropa mas blanca fuera, sin olvidar las caravanas de gitanos acampadas en esta pradera, esas noches de canciones alrededor de una candela.
Aveces en verano ó primavera alguna pareja de enamorados se acerca a dar rienda suelta a su amor ó a escuchar el romance que mis aguas llevan.
Rincones de mi arroyo, cruzando entre choperas, siguiendo aguas abaja cruzando la pradera de las Gadañas, cuantos reveceros cuidaron las vacas en ellas.
Los años fueron pasando y distintas vacas por ellas, por seguro yo diría que todavía a muchas vacas se recuerdan.
El cauce de mi arroyo acaba ya muy cerca dejando las Gadañas en los prados de abajo el Montoya, mi arroyuelo al Talanda las aguas entrega.
Gentes de estos pueblos arraigados a la tierra cuantas mañanas temprano llevaron a sus animales a abrevar a mi rivera de mis aguas cristalinas ó en el tiempo del estío después de una larga tarde de trilla en las eras, con leves silbidos para que las caballerías sosegadas se sintieran tomando de algún remanso mis agua siempre puras y frescas.
Cambiaron las gentes de estos pueblos la yunta ó el borriquillo por artilugios para labrar la tierra igual cambiaron las lavanderas, dejaron de pasar frió ó calor lavando en mi rivera.
Quizás este un poco mas solo, quizás mis aguas no estén lo limpias que yo quisiera, pero este pueblo de El Piñero sigue bullendo de vida, sigue de mi muy cerca.
Siempre acompañare a mis aguas, siempre estaré cerca de ellas, para eso son mis aguas.
“Yo el espíritu de ellas”