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EL PIÑERO: ANIMALES DEL QUIJOTE...

ANIMALES DEL QUIJOTE

Aun estando sentado a la sombra de un olivo, este galgo, escuálido en carnes, dejaba fuera de sus fauces una larga lengua mientras contemplaba el camino que al lado suyo pasaba.
¡Tacatá, tacatá, tacatá.!
El galgo, levantándose, vio sorprendido como por el camino se acercaba un caballo al galope, extrañándose aún más, al comprobar que las bridas las llevaba sueltas, arrastrando, y la montura desvencijada hacia un lado.
A consecuencia de ir sueltas las bridas y pisarlas el animal, dio tal traspiés que rodó por los suelos. Después de bastante pataleo, pudo volver a incorporarse pero la montura ya no estaba desvencijada hacia un lado, pues habiéndose roto parte de las guarniciones la tenia colocada en la barriga.
El galgo se acercó a la vera del camino y le dijo al caballo, que permanecía parado dejando que se marchara la nube de polvo que sé habia formado con tal tropezón:
¿Hacia donde caminas, amigo, y cuales son los motivos para que vayas tan mal jaezado?
El jamelgo, resopló sacudiéndose para desprenderse del polvo, y con sumo cuidado para no volver a tropezar, caminó hacia donde el galgo se encontraba.
No hay ningún motivo, sino desgracia.
Volvió a resoplar el caballo.
¡Fuf!
Pues la verdad es que, viendo tu estado, tiene que ser muy grande tu desgracia, y yo diría que aún mayor mi curiosidad por saber de que se trata.
El caballo, volvió la cabeza hacia el lado de donde había venido y comenzó a relatar lo sucedido.
No muy lejos de aquí, caminábamos un asno y yo con nuestros respectivos amos.
El caballo se detuvo en lo que comenzaba a contar, estirando el cuello y componiendo erguida la figura. Volvió a comenzar dándole a sus palabras cierto empaque y ceremoniosidad.
Creo que será mejor que comience diciendo: cabalgaba un hidalgo caballero a mis lomos, estando yo exquisitamente enjaezado, las circunstancias no eran para menos, pues en esta vida es menester que llegado el momento de alcanzar la gloria se encuentre uno dispuesto para el triunfo; por eso me hallaba yo pletórico para entablar aquella contienda, y al escuchar a mi amo decirle a su escudero que le pertrechara de armas y que se retirara para un lado con su jumento…
Viendo el caballo que al referidse al jumento el galgo parecía no entenderle, intento explicarle de quien hablaba, eso si sin disimular unas risitas burlonas.
Ji, ji, cuando nombro al jumento me refiero a un pollino con el cual camina el escudero de mi amo.
El galgo que se encontraba sentado, levantó una pata delantera y le dijo al caballo
Calma amigo, no sé a que se debe hablar de tanta desgracia, cuando solamente caminabas acompañado de tu amo y un escudero a lomos de un asno.
Déjame explicarte amigo lebrel, pues me estoy dando cuenta de que no vales para monaguillo, pues antes de comenzar el cura la misa, tú dirías: “Desitum missa est.”
Quizás amigo caballo, tenías que reconsiderar la forma de contar las cosas, pues, mas que contar lo sucedido, parecía que contabas lo soñado.
Mejor será que te lo cuente por el camino; acompáñame al lugar donde a sucedido la desgracia.
El caballo se dio media vuelta, tomó el camino por donde había venido y al ver que el galgo seguía sentado a la sombra del olivo se detuvo y le dijo.
Deberías acompañarme, en tal situación todos seremos pocos para ayudar a mi amo, el hidalgo caballero.
El galgo se incorporó y después de estirarse comenzó a caminar mientras le decía al caballo.
No soy amigo de meterme en aventuras y menos en este caso cuando son desconocidas, pues comprenderás que las explicaciones a pesar de mis preguntas han sido nulas.
Ven sin miedo, quizá no tengas que intervenir, pues yo solo me valga para deshacer el entuerto sucedido a mi amo. El galgo, a la vez que caminaba al lado del caballo, lo miró detenidamente. No dijo nada, observó el estado en que se encontraba el caballo, con la montura rota por todos los lados y puesta en la barriga, las bridas arrastrando; por todo ello, al caminar había de hacerlo escarranchado, medio a rastras las patas para evitar tropezarse, y por el mal andeo que llevaba levantaba tal polvo en el camino, que al galgo le iba molestando en la garganta, por eso pensó.
Pero este jamelgo, que entuerto pensará deshacer, con esas pintas.
¡Mira,! Allí se ve una polvareda, será mi amo que esta entablando dura batalla con el ejército de feroces guerreros que le atacó, apresuremos el paso, llegaremos a tiempo de inclinar la victoria del lado de mi señor el hidalgo.