Es tu amo, amigo de corregir al mío cuando dice algo incorrecto, en este caso, déjame aclararte que me refería al hecho de encontrarte en la mala situación, no habiendo sabido desembarazarte del resto de tus pertrechos.
Es muy fácil decirlo, mas difícil hacerlo, encontrándome lejos del escudero.
Prueba a revolcarte enérgicamente y procura raspar la cabeza contra el suelo, dejarás de estar enjaezado como tu dices.
Allí mismo sin pensarlo dos veces el caballo comenzó a revolcarse.
¡Atjó, atjó!
La próxima vez que aconsejes a alguien revolcarse que sea lejos de donde estemos, menuda polvareda.
Después de revolcarse el caballo, como el asno le dijo y habiendo quedado libre de los aderezos, se puso en pie.
Venga compañeros, vamos raudos hacia el campo de batalla.
¿Pero no habíamos dicho que dormiríamos una placida siesta?
Comienza a escucharse muy lejano el sonido de cencerros.
Callad, compañeros, creo que el ejército que me hizo huir se aproxima…
El sonido de los cencerros se escucha más cerca y también se oyen validos de ovejas.
El destino marca los acontecimientos en la vida, por ello como no pude participar en la anterior batalla, esta vez seré yo quien sin pensarlo dos veces ataque a ese numeroso ejército. Ha llegado el momento de enfrentarme a tan afamados caballeros que lo componen; justas cuentas saldaré con quien encabeza la marcha, el valeroso y ahora mi enemigo Don…
Calma amigo por estas resecas tierras solo se divisa un rebaño de ovejas.
Pues claro, son las mismas que tu amo ataco equivocadamente.
Lamento deciros, que no tenéis razón, aunque os comprendo,
pues los encantadores que acompañan al ejército, distorsionan en vuestra mente la realidad para que no tengáis noción perfecta de lo que sucede.
No os preocupéis, que aquí estoy yo, que acompaño siempre al hidalgo caballero, esta vez desprovisto de armas lucharé con mis propios medios.
¡Mirad, compañeros!, el ejército enemigo vuelve grupas y se aleja, rehuyen la lucha con el sinpar caballo, debidamente adiestrado por tan magnífico caballero.
Que fácil es ver lo que uno no quiere ver, que difícil es entender lo que no nos interesa.
Ahora que ese rebaño encamina sus pasos hacia la vaguada donde hallara hierva fresca, durmamos una siesta.
¡No! De ninguna manera.
¿Que motivos hay ahora para no poder descansar?
Suficientes y sobrados son ellos.
Debemos ir a buscar a mi amo el caballero andante y a su escudero, el destino nos tiene reservadas un sin fin de aventuras a su lado.
Hasta ahora en esas aventuras solo hemos recibido palos y mala vida, dejemos que sigan ellos las aventuras.
Nuestro deber es acompañar al caballero andante.
Que yo sepa fue vuestro amo el que se auto nombró caballero andante justo es, que haga honor a su nombre y vaya caminando, allá mi amo si le quiere acompañar.
Nosotros tomemos el camino que nos lleva a una zona de prados y disfrutemos de la naturaleza y la libretad. Fin
Es muy fácil decirlo, mas difícil hacerlo, encontrándome lejos del escudero.
Prueba a revolcarte enérgicamente y procura raspar la cabeza contra el suelo, dejarás de estar enjaezado como tu dices.
Allí mismo sin pensarlo dos veces el caballo comenzó a revolcarse.
¡Atjó, atjó!
La próxima vez que aconsejes a alguien revolcarse que sea lejos de donde estemos, menuda polvareda.
Después de revolcarse el caballo, como el asno le dijo y habiendo quedado libre de los aderezos, se puso en pie.
Venga compañeros, vamos raudos hacia el campo de batalla.
¿Pero no habíamos dicho que dormiríamos una placida siesta?
Comienza a escucharse muy lejano el sonido de cencerros.
Callad, compañeros, creo que el ejército que me hizo huir se aproxima…
El sonido de los cencerros se escucha más cerca y también se oyen validos de ovejas.
El destino marca los acontecimientos en la vida, por ello como no pude participar en la anterior batalla, esta vez seré yo quien sin pensarlo dos veces ataque a ese numeroso ejército. Ha llegado el momento de enfrentarme a tan afamados caballeros que lo componen; justas cuentas saldaré con quien encabeza la marcha, el valeroso y ahora mi enemigo Don…
Calma amigo por estas resecas tierras solo se divisa un rebaño de ovejas.
Pues claro, son las mismas que tu amo ataco equivocadamente.
Lamento deciros, que no tenéis razón, aunque os comprendo,
pues los encantadores que acompañan al ejército, distorsionan en vuestra mente la realidad para que no tengáis noción perfecta de lo que sucede.
No os preocupéis, que aquí estoy yo, que acompaño siempre al hidalgo caballero, esta vez desprovisto de armas lucharé con mis propios medios.
¡Mirad, compañeros!, el ejército enemigo vuelve grupas y se aleja, rehuyen la lucha con el sinpar caballo, debidamente adiestrado por tan magnífico caballero.
Que fácil es ver lo que uno no quiere ver, que difícil es entender lo que no nos interesa.
Ahora que ese rebaño encamina sus pasos hacia la vaguada donde hallara hierva fresca, durmamos una siesta.
¡No! De ninguna manera.
¿Que motivos hay ahora para no poder descansar?
Suficientes y sobrados son ellos.
Debemos ir a buscar a mi amo el caballero andante y a su escudero, el destino nos tiene reservadas un sin fin de aventuras a su lado.
Hasta ahora en esas aventuras solo hemos recibido palos y mala vida, dejemos que sigan ellos las aventuras.
Nuestro deber es acompañar al caballero andante.
Que yo sepa fue vuestro amo el que se auto nombró caballero andante justo es, que haga honor a su nombre y vaya caminando, allá mi amo si le quiere acompañar.
Nosotros tomemos el camino que nos lleva a una zona de prados y disfrutemos de la naturaleza y la libretad. Fin