Uno mas, llego dando voces y pidiendo que le acompañaran, pues alguien pedía auxilio en las afueras del pueblo hacia el cementerio.
Al escuchar esto los muchacho decían: No vayáis,
¡son los muertos los que gritan!
¡son los muertos!
La mayoría de aquella gente comenzó a caminar hacia la salida del pueblo, al llegar a las ultimas casas guardaron silencio, vagamente se escucho algún gemido.. Aquello que se oía bien podía ser el maullido de algún ave nocturna o el aullido lejano de un zorro, eso fue lo que dijeron los mas finos de oído.
Por las calles del pueblo se fue dispersando la gente.
Una extraña sensación invadía a todos ellos. En silencio se fueron cada uno para su casa.
Varias horas estuvo el pordiosero caído y sollozando a la puerta de aquel recinto, que seria su ultima morada.
Se decía mientras tubo fuerzas para balbucear algunas palabras: Una vez mas me han dejado perdido y solo en este mundo.
La humedad de la noche empapaba sus harapientas ropa y sin poder caminar por el frió se arrastro hasta su refugio.
Entro en el y tapo con el tablero y los trapos viejos la entrada, se esmero mas que otras veces en aislarse del mundo, quizás ya no le importaba lo que había fuera de aquel panteón.
Sabia que entre sus escasas pertenencias tenia varias velas, cada una las partió en varios trozos y las fue encendiendo de una en una, la oscuridad de aquel zulo desapareció.
Una vez encendidos los doce o catorce trozos de velas aquel hombre se acostó en el suelo haciéndose en la frente la señal de la cruz, el humo y el calorcillo que desprendían las velas le provocaron un dulce sueño, en el cual se veía rodeado de sus familiares que le agasajaban y le querían por su vuelta a casa.
Su boca a modo de despedida, esbozo una sonrisa y dejaba de ser el huésped del cementerio, para ser uno mas de los yacen en el eternamente. FIN
Al escuchar esto los muchacho decían: No vayáis,
¡son los muertos los que gritan!
¡son los muertos!
La mayoría de aquella gente comenzó a caminar hacia la salida del pueblo, al llegar a las ultimas casas guardaron silencio, vagamente se escucho algún gemido.. Aquello que se oía bien podía ser el maullido de algún ave nocturna o el aullido lejano de un zorro, eso fue lo que dijeron los mas finos de oído.
Por las calles del pueblo se fue dispersando la gente.
Una extraña sensación invadía a todos ellos. En silencio se fueron cada uno para su casa.
Varias horas estuvo el pordiosero caído y sollozando a la puerta de aquel recinto, que seria su ultima morada.
Se decía mientras tubo fuerzas para balbucear algunas palabras: Una vez mas me han dejado perdido y solo en este mundo.
La humedad de la noche empapaba sus harapientas ropa y sin poder caminar por el frió se arrastro hasta su refugio.
Entro en el y tapo con el tablero y los trapos viejos la entrada, se esmero mas que otras veces en aislarse del mundo, quizás ya no le importaba lo que había fuera de aquel panteón.
Sabia que entre sus escasas pertenencias tenia varias velas, cada una las partió en varios trozos y las fue encendiendo de una en una, la oscuridad de aquel zulo desapareció.
Una vez encendidos los doce o catorce trozos de velas aquel hombre se acostó en el suelo haciéndose en la frente la señal de la cruz, el humo y el calorcillo que desprendían las velas le provocaron un dulce sueño, en el cual se veía rodeado de sus familiares que le agasajaban y le querían por su vuelta a casa.
Su boca a modo de despedida, esbozo una sonrisa y dejaba de ser el huésped del cementerio, para ser uno mas de los yacen en el eternamente. FIN