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EL PIÑERO: Los dos seres que daban vueltas alrededor de él, cada...

Los dos seres que daban vueltas alrededor de él, cada vez se acercaban más, estaba muy asustado y comenzó a correr despavorido a la vez que rebuznaba desesperado, no sabia donde dirigirse, las dos alimañas le perseguían, querían darse un banquete esa noche y estaba a pocos metros delante de ellos.
Farolo sentía el tropel de sus perseguidores cada vez mas cerca y sus patas ya no podían ir a más velocidad.
En el afán de salvarse de las fauces de sus verdugos Farolo galopaba sin cesar, unas veces por rastrojeras y otras por terreno barbechado, cosa que era su perdición pues tropezaba continuamente con los terrones de la arada, sus pezuñas se desmigajaban, el terreno estaba áspero y sentía dolor por los golpes en sus patas.
Los copos lentamente caían, una fina capa de nieve comenzaba a formarse en las llanuras y en los tejados de las casas del Barrio Nuevo, en la cerca donde en las templadas tardes de principio del otoño Farolo y su madre pudieron estar pacientemente, ahora la pelicana daba bueltas intranquila, a veces rebuznaba llamando a su hijo aventurero.
Perseguido y perseguidores seguían su porfía la cual comenzaba a perder el que iba delante.
En la carrera Farolo perdió pies, es decir se quedo sin suelo, pues había llegado al teso de los prados de abajo esto le propicio que rodara por ladera.
Los lobos mas expertos, solventaron mejor el desnivel y seguían la persecución del desdichado animal, totalmente sin ningún rumbo después de dar varias vueltas de campana pudo volver a galopar, pero para su desgracia por poco tiempo, pues fue a parar al fondo del rió Talanda dándose un gran golpe, sin pensárselo los lobos se abalanzaron sobre su presa, chapuceaban en el agua intentando morder al que soñara con la libertad, en el barullo de los tres animales, Farolo que sentía en sus canes las fauces de los depredadores, pudo apezuñar en terreno firme y librarse de las alimañas.
Enlodado y con varios jirones en sus cuartos traseros corría por una pradera en dirección del Arenal.
Los lobos sedientos de sangre reanudaron la persecución, cuando las pezuñas del buche pisaron el camino que cruza el Montoya al final de las Gadañas, fue el momento que se avalazo renuevo uno de los perseguidores dándole un revolcón al desdichado, como pudo se puso en pie, casi ni lo sostenían sus patas y el segundo lobo fue esta vez el que hincó los dientes siendo derribado una vez mas Farolo y este lo dio todo por perdido.
Triste es el momento cuando ya esta vida no importa y el cuerpo se abandona.
En el zarzal de alado del puente, el zorro que conversara unas noches antes con el que ahora ya casi era un despojo, tenia su madriguera, al sentir el jaleo se asomo a la entrada, viendo la dramática escena, no pudo evitar que le afloraran las lagrimas…