La luna durante la noche se envolvió en un velo de suave seda trasparente, los campos al amanecer vestidos de escarcha parecían estar sembrados de perlas blancas.
La chopera se había vuelto dorada con los primeros fríos, al darle los rayos del sol y el brillo de la escarcha desde lo lejos parecía desprender llamaradas, una hoja que formaba parte de aquella luminaria no pudo aguantar más y se desprendió cuando la primera brisa de la mañana se paseo entra la arboleda.
Cerró los ojos y suspiro al sentir que se quedaba suelta en el vacío, a su mente le llego el recuerdo de aquellos días de primavera cuando comenzó a crecer, que bellas eran las mañanas las aves volaban de un lado a otro preparando sus nidos y llenaban de canticos el entorno, sobre todos aquel ruiseñor que muy cerca de ella derramaba sus trinos inundando toda la alameda.
Luego llegaron los días del verano, esta hoja ya era grande y fresca, una mañana, nunca se le olvidara revoloteaban varios pajarillos estaban locos de contentos pues habían aprendido a volar, uno de ellos estuvo a su lado y hasta llego a picotear un bichito que quería hacerle daño, luego comenzaron a menguar los días y las noches se hacían fuertes y frescas hasta llegar a transformar el color de todas las hojas.
Seguía descendiendo muy lentamente, y el miedo a lo que pasaría allí abajo comenzó a preocuparle, al poco sintió como los fríos cristales de la escarcha daban en su piel, ya estaba en el suelos, antes de abrir los ojos supuso que aquello ya sería su final, después muy despacio fue abriendo los ojitos.
Desde el suelo todo era diferente, cerca de ella se encontraba un pajarillo con las plumas mojadas y tiritando de frio, se acerco a él y le pregunto: ¿qué te pasa pajarillo?
Que me e puesto malito esta noche y ahora tengo mucho frio.
La hojita se acerco un poco más al pajarillo y le dijo: ven ponte sobre mi y te tapare, para que entres en calor.
El pajarillo dio unos brinquitos y se puso sobre la hoja, ella lo envolvió como si fuera un manto protector.
El pajarillo le dijo: gracias hojita por abrigarme, ya me siento mejor.
Ella acariciando un poco el plumaje del pajarillo, le contesto: mi misión en la vida ha sido proteger, antes, del sol a mi árbol, ahora cerrare los ojos y me iré de este mundo sabiendo que cumplo mi misión protectora también aquí abajo en el suelo.
La chopera se había vuelto dorada con los primeros fríos, al darle los rayos del sol y el brillo de la escarcha desde lo lejos parecía desprender llamaradas, una hoja que formaba parte de aquella luminaria no pudo aguantar más y se desprendió cuando la primera brisa de la mañana se paseo entra la arboleda.
Cerró los ojos y suspiro al sentir que se quedaba suelta en el vacío, a su mente le llego el recuerdo de aquellos días de primavera cuando comenzó a crecer, que bellas eran las mañanas las aves volaban de un lado a otro preparando sus nidos y llenaban de canticos el entorno, sobre todos aquel ruiseñor que muy cerca de ella derramaba sus trinos inundando toda la alameda.
Luego llegaron los días del verano, esta hoja ya era grande y fresca, una mañana, nunca se le olvidara revoloteaban varios pajarillos estaban locos de contentos pues habían aprendido a volar, uno de ellos estuvo a su lado y hasta llego a picotear un bichito que quería hacerle daño, luego comenzaron a menguar los días y las noches se hacían fuertes y frescas hasta llegar a transformar el color de todas las hojas.
Seguía descendiendo muy lentamente, y el miedo a lo que pasaría allí abajo comenzó a preocuparle, al poco sintió como los fríos cristales de la escarcha daban en su piel, ya estaba en el suelos, antes de abrir los ojos supuso que aquello ya sería su final, después muy despacio fue abriendo los ojitos.
Desde el suelo todo era diferente, cerca de ella se encontraba un pajarillo con las plumas mojadas y tiritando de frio, se acerco a él y le pregunto: ¿qué te pasa pajarillo?
Que me e puesto malito esta noche y ahora tengo mucho frio.
La hojita se acerco un poco más al pajarillo y le dijo: ven ponte sobre mi y te tapare, para que entres en calor.
El pajarillo dio unos brinquitos y se puso sobre la hoja, ella lo envolvió como si fuera un manto protector.
El pajarillo le dijo: gracias hojita por abrigarme, ya me siento mejor.
Ella acariciando un poco el plumaje del pajarillo, le contesto: mi misión en la vida ha sido proteger, antes, del sol a mi árbol, ahora cerrare los ojos y me iré de este mundo sabiendo que cumplo mi misión protectora también aquí abajo en el suelo.