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Cayetana Álvarez de Toledo dice:
“Los diputados no somos de peor condición que los médicos, enfermeras, policías, guardias civiles, cajeras de supermercado, ni nuestra función es menos importante. Tenemos más responsabilidad que todos ellos"
Esta es la frase que sale de la aristocrática boquita de Cayetana Álvarez de Toledo. Duquesa, marquesa, condesa... ¡Yo qué sé!
Oiga, maja: espero que ningún médico, ninguna enfermera, ningún policía, ningún guardia civil, ninguna cajera de supermercado, la vuelva a atender a usted nunca, jamás en su vida.
Espero que, como usted es la que va a salvar al mundo, a partir de ya mismo, empiece a curar enfermos, a intubar a contagiados, a pasar catorce horas de turno de guardia, a ordenar el tráfico, a vigilar las calles, a cobrar a los clientes en las cajas de los supermercados, a valorar la labor de los que conducen camiones para surtir mercados, a los que limpian y desinfectan las calles, a los que recogen la basura, a los que cuidan de nuestros mayores, a los maestros y padres que no están de "vacaciones", a los agricultores cuya cosecha peligra, a todos, a los militares que en tiempo récord montan hospitales, a los parados por todas las circunstancias derivadas de esta crisis.
Lo espero de corazón. Porque, si no lo hace, no tiene usted derecho a mirar a la cara a la gente que consigue día a día que nuestro país sea más soportable y que tengamos lugar para la esperanza.
Noemí
“Los diputados no somos de peor condición que los médicos, enfermeras, policías, guardias civiles, cajeras de supermercado, ni nuestra función es menos importante. Tenemos más responsabilidad que todos ellos"
Esta es la frase que sale de la aristocrática boquita de Cayetana Álvarez de Toledo. Duquesa, marquesa, condesa... ¡Yo qué sé!
Oiga, maja: espero que ningún médico, ninguna enfermera, ningún policía, ningún guardia civil, ninguna cajera de supermercado, la vuelva a atender a usted nunca, jamás en su vida.
Espero que, como usted es la que va a salvar al mundo, a partir de ya mismo, empiece a curar enfermos, a intubar a contagiados, a pasar catorce horas de turno de guardia, a ordenar el tráfico, a vigilar las calles, a cobrar a los clientes en las cajas de los supermercados, a valorar la labor de los que conducen camiones para surtir mercados, a los que limpian y desinfectan las calles, a los que recogen la basura, a los que cuidan de nuestros mayores, a los maestros y padres que no están de "vacaciones", a los agricultores cuya cosecha peligra, a todos, a los militares que en tiempo récord montan hospitales, a los parados por todas las circunstancias derivadas de esta crisis.
Lo espero de corazón. Porque, si no lo hace, no tiene usted derecho a mirar a la cara a la gente que consigue día a día que nuestro país sea más soportable y que tengamos lugar para la esperanza.
Noemí