Majestuoso vuelo de las águilas que parten de algún pino del Monrruelo. Desde la altura contempla el Pedrón, la Peguera, Fuente los Zorros, el Chivitero, allí donde por muchos años vivió y se forjo la leyenda de la culebra, que quizás hoy día sigue estando escondida entre los almendros y retamas de la Gavia. Un vilano, posado en un álamo del Molinoviento, observa como las aguas del Valdeavedillo, son abrazadas por las del Montoya, después de haber pasado cerca del caseto de Patito. En lo más alto de la espadaña de la iglesia, donde la veleta marca la dirección del viento, la cigüeña en equilibrio sobre una sola pata, que a mí solo de pensarlo me da vértigo, es la reina sobre los tejados de El Piñero, abajo las casas con sus calles, callejas, plazas y plazuelas, impregnadas del alma del pueblo. Eso que no se ve, ni se palpa, pero se siente en suave caricia si al pasear por sus calles, te envuelves del alma de El Piñero.