El sol llega al ocaso, y las sombras inundan las calles de El Piñero, las campanas guardan silencio mientras las gentes se recogen en sus casas, pues se acercan las once de la noche. Los canceles de la iglesia se abren de par en par. Levitando a menos de medio metro del suelo encabezando la fantasmagórica procesión el legendario carracon, creado hace más de cien años por las hábiles y nobles manos del carpintero, que al salir de su taller contemplaba el trinquete. En silencio va el carracon bajando los pasos hasta llegar a la calle, detrás van las andas con la cruz y el sudario igualmente levitando. La cruz está vacía porque en el regazo de la virgen de los Dolores está su hijo muerto. Lágrimas de agua y sangre salen de tus ojos María. Comienza el sonido ronco del carracon, anunciando el paso de la procesión. Suave viento mece el sudario de la Cruz, y hace vibrar la tenue llama de las velas, en las andas de la virgen de las candelas, ahora vestida con su manto negro. Silencio en las calles de El Piñero solamente roto por el quejido del carracon, que al pasar por la plaza, cierra la procesión. La luna llena se alza por encima de los tejados, al pasar la procesión por detrás de la iglesia es sombra oscura, atenuada por las llamas de las velas que permiten ver el movimiento del sudario en la cruz, y el lento desplazarse de las andas dónde va la Dolorosa con su hijo muerto en los brazos. Le sigue la esvelta sombra de la virgen de las Candelas que va caminando con su manto negro. El carracon que hiciera el carpintero, desgarra del silencio de la noche del Viernes Santo, con los ronquidos de dolor.
Gracias, Vientodel.
Gracias a ti, Noemí