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PARA LA NOCHE DE SAN JORGE Segunda parte: todos con sus armas estaban dentro de sus casas para evitar que los seres malignos entraran y le hicieran daño. El minotauro que habitaba en el Monrruelo, venteo los vientos, apreciando el miedo que estaba sintiendo aquella gente, porque por el pueblo campaba a sus anchas el ser maligno y la culebra bastarda, buscando hacer el mal. Las gentes del pueblo temían al minotauro, por eso le tenían recluido en el monte del Monrruelo, él se sentía parte del pueblo, por ello galopo por los campos, las pezuñas saltaban quijarros al choque con el suelo, las piedras de la Cantera sintieron el veloz paso del minotauro hacia el pueblo, brinco la arroyo y corría bramando por las calles del pueblo.
Los pobladores aún se estremecieron mas. Desde sus casas escucharon la lucha del minotauro con el ser diabólico y la gran culebra bastarda, resonaban bufidos de la culebra, berridos del ser de los infiernos y bramidos del minotauro. Varias horas duró la contienda hasta que la culebra recto a refugiarse en los grandes árboles, el hijo de Satanás corrió con el rabo entre las patas a esconderse en el pozo sin fondo, que lo conduciría a lo más profundo de los infiernos. En el centro del pueblo permanecía sudoroso herido y magullado el minotauro, después consumo cansancio y cayendole goterones de sudor, comenzó a caminar hacia el Monrruelo. Cuando ya rebasaba la última casa del pueblo, alguien lo llamo y le ofreció un gran paño para que se secará el sudor, una jarra llena de vino, y unas hogazas de pan. -No tienes miedo de mí, pregunto el minotauro, mientras se secaba el sudor. -Como voy a tener miedo de quién ha salvado a la gente de este pueblo. Fin
Los pobladores aún se estremecieron mas. Desde sus casas escucharon la lucha del minotauro con el ser diabólico y la gran culebra bastarda, resonaban bufidos de la culebra, berridos del ser de los infiernos y bramidos del minotauro. Varias horas duró la contienda hasta que la culebra recto a refugiarse en los grandes árboles, el hijo de Satanás corrió con el rabo entre las patas a esconderse en el pozo sin fondo, que lo conduciría a lo más profundo de los infiernos. En el centro del pueblo permanecía sudoroso herido y magullado el minotauro, después consumo cansancio y cayendole goterones de sudor, comenzó a caminar hacia el Monrruelo. Cuando ya rebasaba la última casa del pueblo, alguien lo llamo y le ofreció un gran paño para que se secará el sudor, una jarra llena de vino, y unas hogazas de pan. -No tienes miedo de mí, pregunto el minotauro, mientras se secaba el sudor. -Como voy a tener miedo de quién ha salvado a la gente de este pueblo. Fin
