El Piñero tiene de siempre unas particularidades muy concretas. Como de costumbre unos decían que la suelta era a las diez, otros que también eran sabedores de la verdad, que a las diez y media. La cosa quedó en... Ni para ti, ni para mí. A las diez y quince minutos y algún segundo. Se desenchiqueró el primer novillo, negro corny delantero. Manteniéndose unos minutos en el ruedo formado. Luego comenzó a acampar por las trojeras y barbechos en dirección al Chinarral, y con él varios cientos de vehículos que entre polvo voces y silbidos, todos querían la llamar la atención del toro. Al segundo de la mañana se le dio suelta varios minutos después. Un ejemplar de más tipo, córneabierto, hociblanco, rojizo de testa y cafetero. Si el primero puso rumbo al Sur, este hacia el norte. Todos los que contemplaban aquella bella estampa desde el montico, abandonaron sus posiciones de privilegio. Buscando refugio en los coches y entre los pinos. Hasta los responsables de la ambulancia, tuvieron que correr a subirse a su vehículo para evitar el peligro. En la estampida de la gente del montico, el de las fantas y coca-colas, corría con el cubo de la mano para librarse él, y el contenido que vendía. Hubo quien perdió el móvil, otra el sombrero. A lo lejos se podía ver que alguien por el miedo y la confusión, humedeció el pantalón. La del sombrero, que tuvo el valor de volverse a recogerlo. Aún estando el toro a más de doscientos metros, dice que sintió un bufido muy cerca, que le paralizó el corazón, cuando tomó su sombrero. Pero todos disfrutaban de una buena mañana de Santiago, con los toros sueltos.
Pero nos van a seguir contando las historias de hace 70 años para atrás