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EL PIÑERO: Lamento mucho haberle molestado, si, mi única intención...

ALFILERES DE COLORES esta canción seguro que no fue creada para escenificarla en El Piñero. En este caso lo voy a intentar. Vayamos detrás de la Iglesia y con la imaginación a los años setenta. El paisaje debe de ser del primer domingo de octubre. Los chopos de la orilla del Montoya tomados de color amarillento. En procesión la Virgen del Rosario que llega a la parte de atrás de la Iglesia, pasando por delante de la casa parroquial. El viento del otoño mece el manto de la Virgen. En su cabeza prendido, el velo por tres alfileres. Dos color plata, la tercera de oro. Hacia el lado de donde estuvo la fragua, sonido de guitarras caja flamenca y palmeros. Cerca de donde estaba el bodegón, con plano de cemento. Miguel Poveda y Diego Carrasco interpretan y bailan magistralmente la canción. Abajo en las eras, pensemos como eran en aquel entonces. Tres toros tres. Galopan con diferentes encornaduras y pelajes. El rojo albardao claro, parece que sus astas fueran de caramelo. El negro mulato, luciendolas negras como el carbón excepto al lado de la testa. El tercer toro es jabonero, también astifina la cuerna. Como alfileres de colores. Los toros galopan por las eras haciendo que sus pezuñas rasguen el manto de la incipiente otoñada. No sería completa la estampa si allí en la cantera no estuviera la soberbia imagen del maestro Rafael de Paula con traje grana y oro, y en sus brazos soñadores, el capote que dibuja verónicas al trote del toro rojo albardao brillando el pelaje por el sol de media tarde. Se ciñe a la cintura del maestro con las astas de alfileres de colores. Los toros y capote se mueven al son de la música y la voz de los cantores. El velo de la Virgen que lo sujetan alfileres de colores, sigue meciéndose con el viento.

olé, ole, y ole, solo así puede escribir alguien crecido, en el vientre del piñero, mis felicitaciones, es usted asombroso vientodel.

Entiendo que sus palabra son con el fin de alagarme. Doy por hecho que no me conoce lo suficiente para darse cuenta, que no debió decir cierta expresión.

Lamento mucho haberle molestado, si, mi única intención fue felicitarle, creo que de aquí en adelante seguiré admirando su escritura siempre, pero desde el silencio, un saludo.