Cuando caen las hojas, los cosos taurinos van dando el cerrojazo. Silencioso espera el albero a que pase el invierno para volver a ser pisado por los toreros. La recia madera del burladero impasible ve pasar el tiempo. Lo mismo aguanta el derrote de un toro al salir de chequeros, que siente las cálidas patitas de un jilguero posarse una tarde de invierno. Los timbales guardados están. El timbalero acaricia las baquetas, los días de invierno. Con pena guarda en una caja los trastes de torear, aquel que no se atreve a seguir luchando para ser torero. En dicha caja también guarda sus sueños. Los erales y utreros pasan los días de invierno en la dehesa, tomando forma los cuernos. En un corral, estará el caballo percherón dejando que pase el tiempo y recordando como en el verano le acometían los toros sobre el peto. Cuando los Ramos vuelvan a pasear por las calles recibirá la orden el timbalero y comenzará a golpear con ritmo para que abran el portón de chiqueros. En el albero, nervios y miedo sienten los toreros. El burladero espera que derroten sobre él. La recia madera, todavía recuerda como se posaba sobre él, él jilguero.