En estas fiestas diversion para todos los publicos.
Si en aquellos tienpos de ferreo orden, se atrebian a cantar eso de:
Si no hay toros, que no haya misa, pues los mozos, no la precisan.
Por algo seria.
Eran las cero trenta de la madrugada en la festividad del Santo Patron de nuestra España, al final del barrio nuevo entre una hera y el expendedor de gasoil, se encuentra la Coqueta abriendo sus puertas para que el publico ocupe sus gradas, en este caso llenando una tercera parte del aforo.
En los chiqueros del camion las reses, abre plaza una vaca negra zaina de cuatro años, remata en tablas y siempre que se le cita acude con presteza.
El toro sale en segundo lugar, siendo un hermoso ejemplar cuatreño, pelo negro, cornigacho, unos aficionados decian que pesa quinientos kilos, otros, aseguran que pasa de los seicientos.
Ni para unos ni para los otros, dejemoslo en quinientos cincuenta. Se lo piensa poco en las arrancadas, rematando en tablas, algunas veces muy impetuosa mente para susto de los del callejon y alborozo de los ocupantes de las gradas.
Cierra plaza una erala cardena uscura, dando buen juego.
La gente satisfecha avandona el coso taurino, para asistir al baile en la Plaza Mayor del pueblo.
Si en aquellos tienpos de ferreo orden, se atrebian a cantar eso de:
Si no hay toros, que no haya misa, pues los mozos, no la precisan.
Por algo seria.
Eran las cero trenta de la madrugada en la festividad del Santo Patron de nuestra España, al final del barrio nuevo entre una hera y el expendedor de gasoil, se encuentra la Coqueta abriendo sus puertas para que el publico ocupe sus gradas, en este caso llenando una tercera parte del aforo.
En los chiqueros del camion las reses, abre plaza una vaca negra zaina de cuatro años, remata en tablas y siempre que se le cita acude con presteza.
El toro sale en segundo lugar, siendo un hermoso ejemplar cuatreño, pelo negro, cornigacho, unos aficionados decian que pesa quinientos kilos, otros, aseguran que pasa de los seicientos.
Ni para unos ni para los otros, dejemoslo en quinientos cincuenta. Se lo piensa poco en las arrancadas, rematando en tablas, algunas veces muy impetuosa mente para susto de los del callejon y alborozo de los ocupantes de las gradas.
Cierra plaza una erala cardena uscura, dando buen juego.
La gente satisfecha avandona el coso taurino, para asistir al baile en la Plaza Mayor del pueblo.