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FERRERAS DE ABAJO: CHANY SEBASTIÁN María Manuela Ramos Sotillo pasó toda...

CHANY SEBASTIÁN María Manuela Ramos Sotillo pasó toda su vida en Cervantes de Sanabria, pero tuvo que irse a Zamora, hasta que oyó hablar de la residencia de la Tercera Edad «San Juan Bautista», de Ferreras de Abajo, a donde llegó en 2008 y allí sigue siendo la abuela de los abuelos, con 103 años, tan querida como respetada. Su semblante irradia simpatía, se deja querer: es sin duda muy buena gente.

- ¿Qué recuerdos tiene de su pueblo, allá en Sanabria?

-Muchos, la mayoría buenos y otros malos, porque la vida es larga y da para todo. Cervantes antes era un pueblo con vida, llegamos a haber 70 habitantes, hoy la gente joven se ha marchado a trabajar fuera y ha ido a menos, como todos.

-Usted fue a la escuela o entonces no había maestros.

-Algo fui, pero aprendimos muy poco. Vino un maestro y cada familia le daba dos hogazas de pan para que nos enseñara. Luego se quedó don Emilio, el cura, pero solo nos enseñaba lo que le interesaba a él, la doctrina, eso sí, pero de letras y números casi nada.

- ¿Cuando fue la primera vez que salió usted de Sanabria?

- Con diecisiete años en que fui en autocar a Zamora a hacer el carné de identidad. Fue un viaje penoso que nunca ya he olvidado, pues encima me lo hicieron mal. Yo les dije que había nacido en 1909 y ellos me pusieron en 1908. Cuando nos lo enviaron nos dimos cuenta del error pero ni había dinero ni tiempo ni ganas para volver a Zamora a arreglar el entuerto y así quedó.

-De hecho usted defiende que ni el día de su nacimiento está bien puesto en el registro.

-Pues no. A mí mis padres siempre me dijeron que yo nací el 26 de junio y el carné pone que el 26 de julio. Tiene sus ventajas. El pasado sábado celebré mi cumpleaños y en julio lo volveremos a celebrar.

-Me han dicho que usted era una muy buena aradora.

-Bueno, no era mala. Hacía lo que podía. Antes desde niña tenías que espabilar y aprender porque en casi todas las casas había poco para comer y éramos muchos a la mesa. Yo cogía la pareja de vacas y a arar bien, porque si no el fruto no salía. En mi pueblo la tierra de secano es mala, el trigo no se daba, la cebada tampoco, por eso solo sembrábamos centeno y con él hacíamos el pan.

-Pero huertas sí que tenían.

-Sí, de eso sí. Criábamos patatas, fréjoles y pimientos para el consumo de la casa y lo que sobraba lo íbamos a vender al mercado de El Puente y a Puebla de Sanabria.

-Tiempos difíciles, de carencias y encima la Guerra Civil.

-Eso casi mejor ni mentarlo. Luchaban padres contra hijos. Hubo mucha hambre y mucha miseria por todos los sitios. A mi hermano Santiago lo hirieron en Pamplona. La metralla le destrozó la pierna y se la querían cortar. Un cura, don Santiago, se opuso, dijo que si se la cortaban le iban a desgraciar la vida. Se la dejaron y curó. Hubo suerte.

-El pueblo de Cervantes pagó su tributo en la contienda.

-Agustín fue a la guerra y en el primer combate en los altos de León murió, no se supo nada más de él. Allí se quedó el pobrecico.