El garbanzo de Fuentesaúco registra una de las peores cosechas desde la IGP
El rendimiento por hectárea se sitúa en 378 kilos, menos de la mitad que el año pasado, y la producción total estimada se queda en 126 toneladas
01:25
Garbanzo de Fuentesaúco auténtico, empaquetado en los sacos con el registro de la IGP. Foto L. O. Z.
IRENE GÓMEZ Después de dos años con excelentes resultados, la cosecha de garbanzo de Fuentesaúco adscrito a la marca de garantía se puede calificar de «mala». Con una producción media que no llega a los cuatrocientos kilos por hectárea, es uno de los peores años para la legumbre, sino el más, desde que adquirió el reconocimiento como IGP (Indicación Geográfica Protegida) en el año 2003. El rendimiento se ha reducido prácticamente a la mitad, teniendo en cuenta que la producción media de la pasada campaña fue de unos 800 kilos por hectárea, muy por encima de los 378 de esta temporada. Hay que remontarse al año 2005 para acercarse a tan exiguas producciones, pues a partir de ese año la ganancia de la legumbre ha ido en aumento, hasta los resultados actuales. La producción estimada se sitúa en 126.000 kilos, muy lejos de los 350.000 que se rozaron hace un año.
Los datos facilitados por el Consejo Regulador revelan un bajón generalizado, tanto de los productores como de la superficie sembrada. Si el año pasado fueron 57 los agricultores que adquirieron semilla autóctona para sembrar garbanzo de Fuentesaúco, en esta campaña se ha reducido a 46. Y frente a las 419 hectáreas sembradas hace un año ahora ha habido 334,60 repartidas en 96 parcelas. La superficie media por productor es de 7,27 hectáreas, mientras que la media por parcela se reduce a 3,49. La escasa dimensión de las explotaciones indica la escasa influencia de la legumbre en el sector agrario. Se trata de un cultivo secundario que en general los agricultores utilizan como complemento a producciones más extensas de cereal, girasol, remolacha o maíz.
¿Qué ha pasado para llegar a unos resultados tan flojos? Influyen dos factores, según el análisis de Nicolás Armenteros, director técnico de la IGP Garbanzo de Fuentesaúco. Por un lado la existencia de algunas partidas de garbanzos tras dos campañas excepcionales, y por otro un tiempo que en nada ha favorecido el desarrollo de la planta.
«Después de dos cosechas consecutivas muy abundantes, el agricultor se encuentra con garbanzos sin vender y es lógico que se haya retraído. Y también hay que reconocer que no todo el mundo apuesta por la Denominación de Origen». La adscripción a la marca Garbanzo de Fuentesaúco conlleva unas exigencias que son cuestionadas por algunos productores. De hecho, este año se ha sembrado el producto al margen de la marca de garantía y así lo han podido comprobar los técnicos durante las inspecciones a las parcelas inscritas en el Consejo Regulador. Nicolás Armenteros apunta la influencia que puede haber tenido el tamaño de la legumbre a la hora de su comercialización. La variedad autóctona local -«cucharera»-, que es la que obligatoriamente tienen que utilizar los agricultores adscritos a la marca, tiene un tamaño intermedio, más bien reducido, «al que está costando acostumbrarse tanto el productor como el envasador y el consumidor. Llevábamos las últimas dos décadas con un garbanzo de mayor calibre, más gordo, y parece que se comercializa mejor». Por ello, y sin renunciar al reglamento de la IGP, desde el Consejo Regulador se está haciendo una selección con las familias que tienen más calibre, dentro del ecotipo de Fuentesaúco, para «intentar obtener un garbanzo algo más grueso, que se comercializará mejor», explica el técnico de la D. O
El rendimiento por hectárea se sitúa en 378 kilos, menos de la mitad que el año pasado, y la producción total estimada se queda en 126 toneladas
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Garbanzo de Fuentesaúco auténtico, empaquetado en los sacos con el registro de la IGP. Foto L. O. Z.
IRENE GÓMEZ Después de dos años con excelentes resultados, la cosecha de garbanzo de Fuentesaúco adscrito a la marca de garantía se puede calificar de «mala». Con una producción media que no llega a los cuatrocientos kilos por hectárea, es uno de los peores años para la legumbre, sino el más, desde que adquirió el reconocimiento como IGP (Indicación Geográfica Protegida) en el año 2003. El rendimiento se ha reducido prácticamente a la mitad, teniendo en cuenta que la producción media de la pasada campaña fue de unos 800 kilos por hectárea, muy por encima de los 378 de esta temporada. Hay que remontarse al año 2005 para acercarse a tan exiguas producciones, pues a partir de ese año la ganancia de la legumbre ha ido en aumento, hasta los resultados actuales. La producción estimada se sitúa en 126.000 kilos, muy lejos de los 350.000 que se rozaron hace un año.
Los datos facilitados por el Consejo Regulador revelan un bajón generalizado, tanto de los productores como de la superficie sembrada. Si el año pasado fueron 57 los agricultores que adquirieron semilla autóctona para sembrar garbanzo de Fuentesaúco, en esta campaña se ha reducido a 46. Y frente a las 419 hectáreas sembradas hace un año ahora ha habido 334,60 repartidas en 96 parcelas. La superficie media por productor es de 7,27 hectáreas, mientras que la media por parcela se reduce a 3,49. La escasa dimensión de las explotaciones indica la escasa influencia de la legumbre en el sector agrario. Se trata de un cultivo secundario que en general los agricultores utilizan como complemento a producciones más extensas de cereal, girasol, remolacha o maíz.
¿Qué ha pasado para llegar a unos resultados tan flojos? Influyen dos factores, según el análisis de Nicolás Armenteros, director técnico de la IGP Garbanzo de Fuentesaúco. Por un lado la existencia de algunas partidas de garbanzos tras dos campañas excepcionales, y por otro un tiempo que en nada ha favorecido el desarrollo de la planta.
«Después de dos cosechas consecutivas muy abundantes, el agricultor se encuentra con garbanzos sin vender y es lógico que se haya retraído. Y también hay que reconocer que no todo el mundo apuesta por la Denominación de Origen». La adscripción a la marca Garbanzo de Fuentesaúco conlleva unas exigencias que son cuestionadas por algunos productores. De hecho, este año se ha sembrado el producto al margen de la marca de garantía y así lo han podido comprobar los técnicos durante las inspecciones a las parcelas inscritas en el Consejo Regulador. Nicolás Armenteros apunta la influencia que puede haber tenido el tamaño de la legumbre a la hora de su comercialización. La variedad autóctona local -«cucharera»-, que es la que obligatoriamente tienen que utilizar los agricultores adscritos a la marca, tiene un tamaño intermedio, más bien reducido, «al que está costando acostumbrarse tanto el productor como el envasador y el consumidor. Llevábamos las últimas dos décadas con un garbanzo de mayor calibre, más gordo, y parece que se comercializa mejor». Por ello, y sin renunciar al reglamento de la IGP, desde el Consejo Regulador se está haciendo una selección con las familias que tienen más calibre, dentro del ecotipo de Fuentesaúco, para «intentar obtener un garbanzo algo más grueso, que se comercializará mejor», explica el técnico de la D. O