A ver cómo tiramos ahora»
El recorte de subvenciones complica el futuro de los clubes de jubilados l El de Fuentesaúco, con 282 socios, confía en mantener sus actividades, aunque pagando
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«A ver cómo tiramos ahora»
IRENE GÓMEZ «Después de estos años de beneficios nos hemos quedado como el obrero que está en la empresa y lo dejan en la calle». Francisco de la Iglesia, presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Saucana, de Fuentesaúco, observa el futuro con cierta incertidumbre. No es un caso aislado. Los recortes de subvenciones a los clubs de jubilados mantiene en vilo a estas asociaciones que en muchos pueblos actúan como auténticos dinamizadores de un sector de población predominante en el medio rural.
Con 282 socios, el Club de Jubilados de Fuentesaúco es uno de los más grandes de la provincia, promotor de actividades como gimnasia, talleres de memoria y manualidades, y últimamente el podólogo. De las mismas se han beneficiado en los últimos años decenas de socios que, con la cuota anual de diez euros establecida por la Asociación de Jubilados, tenían derecho a estos servicios de forma gratuita o en unas condiciones muy ventajosas, como era el caso del podólogo. «Antes había que ir a Salamanca o Zamora a pagar 25 o 30 euros, y así viene una vez al mes y mucho más barato», defiende el presidente.
Pero las cosas han cambiado. El recorte de ayudas estatales ha terminado con el gratis total, o casi total, y obliga a un planteamiento diferente. «Ahora si se quiere hacer algo hay que pagar», comentan los directivos de la asociación saucana, la mayoría con una pensión media de 700 euros que no permite dispendios.
Y en ese debate andan en este momento las agrupaciones de jubilados, enfrentadas a una nueva realidad. «Este año no financian nada, apenas nos queda una pequeña subvención de la Diputación y el Ayuntamiento, que también hace algo pero no nos llega para continuar con las actividades como antes», comenta Francisco de la Iglesia. «La Federación nos daba unos 500 euros „«para la limpieza» tercia otro directivo„, nos pagaba los cursos, pero es que este año nada». Aún así, los cursos continuarán porque ha salido un grupo de personas, aunque esta vez pagando. Las manualidades, 18 euros al mes y el taller de memoria 10, que se imparten en la sede del club «y es solo para los socios». En cambio la gimnasia está abierta a todo el mundo «porque se hace en un local del Ayuntamiento».
¿Qué puede pasar en el futuro?. «Vamos a ver cómo responde la gente en enero y febrero, que es cuando hay que pagar las cuotas», apunta Paulino Almaraz, el tesorero. Aunque no tienen intención de subirla, los directivos deben hacer encaje de bolillos para cuadrar las cuentas. «Hace poco hubo que comprar una cafetera, que ya era muy vieja, luego hay que pintar, arreglar las sillas.... Como si fuera una casa normal, y todo eso cuesta dinero. Tenemos que tirar de las cuotas y hasta ahora de las pequeñas subvenciones» apostilla Manuel Santos, secretario. Ayudas que van escaseando.
Al margen de los talleres, el club abre todas las tardes el bar que unos treinta socios „casi todos hombres„ visitan a diario para jugar la partida y tomar el café a 0,70 céntimos, lo mismo que cuesta la cerveza y si se trata del chato de vino con 0,40 lo hacen. Los fines de semana las socias protagonizan una animada mesa de bingo «a diez céntimos la apuesta» aclara Francisco de la Iglesia. Todo es modesto aunque para muchas personas mayores el club es su principal espacio de esparcimiento. «Aquí vienen hasta personas en sillas de ruedas» apunta Manuel Santos. «Tenían que venir más mujeres a jugar a las cartas, un cinquillo, lo que sea, pero son contadas las que vienen a diario», cuenta el presidente. Una de las fijas es Francisca Samaniego, que acude junto a su marido.
Como actividades complementarias, cada año festejan San Juan, con un refresco y una comida que roza las 200 personas; este año también comieron juntos el roscón de Reyes y por primera vez se celebró una comida campera en verano „a 7 euros por barba y 3 para los socios„ «para que pudieran venir los forasteros» intercede Francisca Samaniego. «Tal y como se ponen las cosas, veremos a ver si se puede repetir „cuenta otro de ellos„. Habrá que apretarse el cinturón».
«Estamos haciendo más de lo que podemos» concluyen estos directivos saucanos que hace casi cinco años tomaron las riendas de un club al borde de la extinción. «Lo cogimos casi a cero y entre todos lo sacamos adelante. No había ni siquiera un baño para lavar los vasos», recuerda Francisco de la Iglesia. Cada uno puso sus habilidades y conocimientos a disposición de la causa. Francisco Lucas arregló el televisor, otro afanó con las sillas, otro con las persianas. Todos echaron una mano. «No podíamos permitir que esto se cerrara „expresa Francisca Samaniego„. Yo dije, me pongo a lo que sea pero hay que tirar para adelante».
Después se unieron a la Federación Provincial, llegaron los cursos, los talleres, todo fue rodado. «Balbino Lozano (el presidente de la provincial) nos ayudó mucho», apuntan. En cinco años, la Asociación de Jubilados saucana ha conseguido reunir a casi trescientos socios. Un número importante, aunque desde luego, en Fuentesaúco, con casi dos mil habitantes, son muchos más los que no están apuntados. «Yo a los amigos les digo "te pago la cuota", pero no hay manera», cuenta Paulino Almaraz. «Lo bonito que sería ver aquí todos los días la sala llena con sesenta o setenta personas» anhela Paco de la Iglesia. «La gente estaría entretenida y en invierno, calentita». La realidad es bien distinta, aunque la junta directiva se conforma en estos momentos con mantener su actual masa social.
« ¡A ver cómo tiramos ahora!», se pregunta el presidente. Por voluntad no va a quedar.
El recorte de subvenciones complica el futuro de los clubes de jubilados l El de Fuentesaúco, con 282 socios, confía en mantener sus actividades, aunque pagando
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«A ver cómo tiramos ahora»
IRENE GÓMEZ «Después de estos años de beneficios nos hemos quedado como el obrero que está en la empresa y lo dejan en la calle». Francisco de la Iglesia, presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Saucana, de Fuentesaúco, observa el futuro con cierta incertidumbre. No es un caso aislado. Los recortes de subvenciones a los clubs de jubilados mantiene en vilo a estas asociaciones que en muchos pueblos actúan como auténticos dinamizadores de un sector de población predominante en el medio rural.
Con 282 socios, el Club de Jubilados de Fuentesaúco es uno de los más grandes de la provincia, promotor de actividades como gimnasia, talleres de memoria y manualidades, y últimamente el podólogo. De las mismas se han beneficiado en los últimos años decenas de socios que, con la cuota anual de diez euros establecida por la Asociación de Jubilados, tenían derecho a estos servicios de forma gratuita o en unas condiciones muy ventajosas, como era el caso del podólogo. «Antes había que ir a Salamanca o Zamora a pagar 25 o 30 euros, y así viene una vez al mes y mucho más barato», defiende el presidente.
Pero las cosas han cambiado. El recorte de ayudas estatales ha terminado con el gratis total, o casi total, y obliga a un planteamiento diferente. «Ahora si se quiere hacer algo hay que pagar», comentan los directivos de la asociación saucana, la mayoría con una pensión media de 700 euros que no permite dispendios.
Y en ese debate andan en este momento las agrupaciones de jubilados, enfrentadas a una nueva realidad. «Este año no financian nada, apenas nos queda una pequeña subvención de la Diputación y el Ayuntamiento, que también hace algo pero no nos llega para continuar con las actividades como antes», comenta Francisco de la Iglesia. «La Federación nos daba unos 500 euros „«para la limpieza» tercia otro directivo„, nos pagaba los cursos, pero es que este año nada». Aún así, los cursos continuarán porque ha salido un grupo de personas, aunque esta vez pagando. Las manualidades, 18 euros al mes y el taller de memoria 10, que se imparten en la sede del club «y es solo para los socios». En cambio la gimnasia está abierta a todo el mundo «porque se hace en un local del Ayuntamiento».
¿Qué puede pasar en el futuro?. «Vamos a ver cómo responde la gente en enero y febrero, que es cuando hay que pagar las cuotas», apunta Paulino Almaraz, el tesorero. Aunque no tienen intención de subirla, los directivos deben hacer encaje de bolillos para cuadrar las cuentas. «Hace poco hubo que comprar una cafetera, que ya era muy vieja, luego hay que pintar, arreglar las sillas.... Como si fuera una casa normal, y todo eso cuesta dinero. Tenemos que tirar de las cuotas y hasta ahora de las pequeñas subvenciones» apostilla Manuel Santos, secretario. Ayudas que van escaseando.
Al margen de los talleres, el club abre todas las tardes el bar que unos treinta socios „casi todos hombres„ visitan a diario para jugar la partida y tomar el café a 0,70 céntimos, lo mismo que cuesta la cerveza y si se trata del chato de vino con 0,40 lo hacen. Los fines de semana las socias protagonizan una animada mesa de bingo «a diez céntimos la apuesta» aclara Francisco de la Iglesia. Todo es modesto aunque para muchas personas mayores el club es su principal espacio de esparcimiento. «Aquí vienen hasta personas en sillas de ruedas» apunta Manuel Santos. «Tenían que venir más mujeres a jugar a las cartas, un cinquillo, lo que sea, pero son contadas las que vienen a diario», cuenta el presidente. Una de las fijas es Francisca Samaniego, que acude junto a su marido.
Como actividades complementarias, cada año festejan San Juan, con un refresco y una comida que roza las 200 personas; este año también comieron juntos el roscón de Reyes y por primera vez se celebró una comida campera en verano „a 7 euros por barba y 3 para los socios„ «para que pudieran venir los forasteros» intercede Francisca Samaniego. «Tal y como se ponen las cosas, veremos a ver si se puede repetir „cuenta otro de ellos„. Habrá que apretarse el cinturón».
«Estamos haciendo más de lo que podemos» concluyen estos directivos saucanos que hace casi cinco años tomaron las riendas de un club al borde de la extinción. «Lo cogimos casi a cero y entre todos lo sacamos adelante. No había ni siquiera un baño para lavar los vasos», recuerda Francisco de la Iglesia. Cada uno puso sus habilidades y conocimientos a disposición de la causa. Francisco Lucas arregló el televisor, otro afanó con las sillas, otro con las persianas. Todos echaron una mano. «No podíamos permitir que esto se cerrara „expresa Francisca Samaniego„. Yo dije, me pongo a lo que sea pero hay que tirar para adelante».
Después se unieron a la Federación Provincial, llegaron los cursos, los talleres, todo fue rodado. «Balbino Lozano (el presidente de la provincial) nos ayudó mucho», apuntan. En cinco años, la Asociación de Jubilados saucana ha conseguido reunir a casi trescientos socios. Un número importante, aunque desde luego, en Fuentesaúco, con casi dos mil habitantes, son muchos más los que no están apuntados. «Yo a los amigos les digo "te pago la cuota", pero no hay manera», cuenta Paulino Almaraz. «Lo bonito que sería ver aquí todos los días la sala llena con sesenta o setenta personas» anhela Paco de la Iglesia. «La gente estaría entretenida y en invierno, calentita». La realidad es bien distinta, aunque la junta directiva se conforma en estos momentos con mantener su actual masa social.
« ¡A ver cómo tiramos ahora!», se pregunta el presidente. Por voluntad no va a quedar.