S. RAMOS, GEMA Hay tradiciones que en el mundo rural se resisten a desaparecer. Prueba de ello es que en prácticamente todos los pueblos se sigue poniendo el mayo el primer día del mes a pesar de que el sentido primero de tal costumbre era celebrar la mayoría de edad, cuando los mozos marchaban al servicio militar. Poco a poco fueron evolucionando y se incorporaron las mujeres también como protagonistas de las fiestas y ahora, ante el éxodo rural y la falta de jóvenes los que en su día fueron quintos toman el testigo y mantienen el programa de la jornada festiva con la puesta del mayo incluida.
Es el caso de Gema del Vino, donde los quintos del 45, es decir los que este año cumplen los 65 de edad y estrenan jubilación serán los encargados de transportar el gran tronco desde uno de los parajes del pueblo para plantarlo en la plaza, al igual que se hiciera en ediciones anteriores. Vicente Avedillo es uno de los 26 quintos del 45 encargados de contactar con la quintada y de organizar el programa festivo que comenzará con un recorrido por las bodegas del pueblo, para posteriormente tener una comida de hermandad y ya a las seis de la tarde empezar las labores de la colocación del mayo. Unos trabajos en los que prácticamente colabora todo el pueblo. «De los 26 que éramos hay algunos que no van a poder acudir este día por cuestiones personales. Yo calculo que estaremos 18 más o menos», explica Vicente Avedillo, con la esperanza puesta en que sea una fecha muy especial «pues algunos de nosotros no nos hemos vuelto a ver desde que éramos jóvenes. Es el caso mío, por ejemplo, que he estado en Madrid mucho tiempo trabajando y he perdido la pista del resto».
La puesta del mayo ha sido en Gema y en la mayoría de los pueblos de la provincia una fiesta ligada al mundo agrario. Esta celebración se interpreta como una manifestación de homenaje a la tierra, como un rito de fecundidad realizado en mayo cuando la fuerza de la naturaleza es mayor, y cuando los cultivos cerealistas se encuentran en su fase más crítica.
En los últimos años muchos pueblos, precisamente los más castigados por la despoblación, han dejado de celebrar esta fiesta que, hace años, constituía una manifestación popular de primer orden y un motivo obligado para el encuentro de todos los vecinos que colaboraban en la puesta del mayo, un palo, muchas veces, con «empalmadura» que se «clavaba» en la plaza mayor o en alguna plazuela de las localidades.
En muchos municipios todavía se conserva muy viva la tradición y se asegura que si no se pone el mayo el año agrario será malo o sucederán desgracias.
Tradicionalmente ha sido una fiesta de quintos, circunstancia que también ha cambiado en los últimos años por falta de jóvenes. La idea de los jubilados de Gema podría implantarse en otros pueblos y supondría una solución para mantener una costumbre, cargada de singularidad, que nunca debió desaparecer.
Es el caso de Gema del Vino, donde los quintos del 45, es decir los que este año cumplen los 65 de edad y estrenan jubilación serán los encargados de transportar el gran tronco desde uno de los parajes del pueblo para plantarlo en la plaza, al igual que se hiciera en ediciones anteriores. Vicente Avedillo es uno de los 26 quintos del 45 encargados de contactar con la quintada y de organizar el programa festivo que comenzará con un recorrido por las bodegas del pueblo, para posteriormente tener una comida de hermandad y ya a las seis de la tarde empezar las labores de la colocación del mayo. Unos trabajos en los que prácticamente colabora todo el pueblo. «De los 26 que éramos hay algunos que no van a poder acudir este día por cuestiones personales. Yo calculo que estaremos 18 más o menos», explica Vicente Avedillo, con la esperanza puesta en que sea una fecha muy especial «pues algunos de nosotros no nos hemos vuelto a ver desde que éramos jóvenes. Es el caso mío, por ejemplo, que he estado en Madrid mucho tiempo trabajando y he perdido la pista del resto».
La puesta del mayo ha sido en Gema y en la mayoría de los pueblos de la provincia una fiesta ligada al mundo agrario. Esta celebración se interpreta como una manifestación de homenaje a la tierra, como un rito de fecundidad realizado en mayo cuando la fuerza de la naturaleza es mayor, y cuando los cultivos cerealistas se encuentran en su fase más crítica.
En los últimos años muchos pueblos, precisamente los más castigados por la despoblación, han dejado de celebrar esta fiesta que, hace años, constituía una manifestación popular de primer orden y un motivo obligado para el encuentro de todos los vecinos que colaboraban en la puesta del mayo, un palo, muchas veces, con «empalmadura» que se «clavaba» en la plaza mayor o en alguna plazuela de las localidades.
En muchos municipios todavía se conserva muy viva la tradición y se asegura que si no se pone el mayo el año agrario será malo o sucederán desgracias.
Tradicionalmente ha sido una fiesta de quintos, circunstancia que también ha cambiado en los últimos años por falta de jóvenes. La idea de los jubilados de Gema podría implantarse en otros pueblos y supondría una solución para mantener una costumbre, cargada de singularidad, que nunca debió desaparecer.